El severo impacto socioeconómico de la extensa y profunda sequía que experimentó el país en el bienio 1988-1989 fue disparador de una nueva línea de trabajo en la Facultad de Ingeniería: la aplicación de la mecánica de los fluidos al estudio de la dinámica atmosférica y el clima. Se trata de una disciplina que ha tenido en el mundo un espectacular desarrollo científico-tecnológico en las últimas décadas, con múltiples aplicaciones de crítica importancia en diversos sectores de interés nacional, pero que no contaba con una fuerte tradición universitaria en Uruguay.

En el joven Instituto de Mecánica de los Fluidos e Ingeniería Ambiental (IMFIA) se creó el Grupo de Dinámica de la Atmósfera y el Océano, a iniciativa de su entonces director, Rafael Guarga, con el apoyo de la Comisión Sectorial de Investigación Científica y UTE y con la colaboración y guía académica de Roberto Mechoso, profesor del entonces Departamento de Ciencias de la Atmósfera en la Universidad de California, Los Ángeles.

Si bien desde un principio se cultivó una vocación de desarrollar aplicaciones útiles al interés del país, los esfuerzos iniciales se concentraron en la formación de recursos humanos para consolidar el primer núcleo académico, lo cual implicó necesariamente pasantías de diversa extensión en el exterior de los investigadores que se fueron incorporando el grupo. Durante este primer tiempo se desarrollaron líneas de investigación en análisis de variabilidad climática y predicción climática estacional.

Recién entrado el nuevo milenio, y convergiendo con esfuerzos concomitantes en la Facultad de Ciencias, se estuvo en condiciones de elaborar, implementar y sostener una propuesta conjunta para la creación de una Licenciatura en Ciencias de la Atmósfera que se concretara en 2007 y que empezara a tener sus primeros egresados en años recientes, paso fundamental para fortalecer el ejercicio profesional de la disciplina meteorológica en el país.

El hecho de que el grupo se desarrollara en el seno del IMFIA le significó una oportunidad de fructífera interacción con diversas ramas de la ingeniería expuestas al clima. Se tejieron inicialmente estrechas colaboraciones con marítima, hidrología, ingeniería del viento, modelación numérica computacional. Dichas colaboraciones, que luego se fueron extendiendo a otros grupos de la facultad y externos, fueron la base desde la cual se abordaron luego múltiples estudios de meteorología y climatología aplicada a problemas de ingeniería que el país fue requiriendo, en particular a medida que su matriz eléctrica fue diversificándose con la incorporación de energías renovables que dependen del clima, como la eólica y la solar.

Riesgo climático en el sistema eléctrico

De los múltiples proyectos de investigación y convenios de asesoramiento desarrollados en estos más de 25 años de inicio de esta línea de actividad, una fracción significativa refiere a algún aspecto de la gestión del riesgo climático en el sistema eléctrico. En los inicios el énfasis estuvo en el análisis de las anomalías de precipitación y su impacto en la generación hidroeléctrica, pretendiendo informar la planificación estacional en aquellos casos en que existía predictibilidad, fundamentalmente asociada al fenómeno de El Niño-Oscilación Sur.

A medida que se fue diversificando la matriz eléctrica, se multiplicaron las escalas temporales de interés en que algún aspecto del clima es relevante, desde la planificación de largo plazo al despacho de carga. Se trabajó de forma sostenida junto con UTE, la Administración del Mercado Eléctrico y la Dirección Nacional de Energía en el desarrollo de herramientas que ayudan a incorporar la información climática a la gestión del sistema eléctrico.

Agro y meteorología

Otro sector con el que se interactuó durante todos estos años es el agropecuario. En el período inicial se asesoró a privados mediante la elaboración de pronósticos climáticos a medida para apoyar la toma de decisión; en particular en el sector arrocero para la gestión de los embalses de riego. Asimismo, se ha colaborado continuamente con la administración pública en muy diversos espacios del quehacer agropecuario: comisiones de sequías, de seguros y colaboración en diversos proyectos de investigación para caracterizar el riesgo climático en el sector y generar herramientas prácticas que faciliten su gestión, últimamente en el marco del desarrollo del Sistema Nacional de Información Agropecuaria.

En la última década, desde la conformación del Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático se incorporó esta temática al trabajo del grupo y a la tarea de asesoramiento a la administración. Se participó en la elaboración del primer Plan Nacional en 2009 y, desde entonces, se ha colaborado en múltiples instancias gubernamentales y proyectos que abordan el problema de la adaptación al cambio climático.

La reciente reformulación institucional del servicio meteorológico, con la creación del Instituto Uruguayo de Meteorología, brinda una nueva oportunidad y un gran desafío. Antes había sido con motivo de la creación de la Dirección Nacional de Agua y Saneamiento (ahora Dirección Nacional de Aguas), con la que el grupo colabora fuertemente desde su etapa fundacional, en conjunto con la sección de hidrología-clima del IMFIA.

Es mucho lo que queda por hacer para el desarrollo de la ciencia meteorológica en el país y su transferencia tecnológica en instituciones fortalecidas que permitan la implementación de políticas climáticamente inteligentes al servicio de la sociedad. Pero ahora el país cuenta con un camino recorrido que lleva ya un cuarto de siglo y que permite mirar al futuro con otra esperanza.

Rafael Terra

Sobre el autor

Terra es profesor titular del Instituto de Mecánica de los Fluidos e Ingeniería Ambiental de la Facultad de Ingeniería. Es ingeniero civil por la Universidad de la República y doctor en Ciencias de la Atmósfera por la Universidad de California, en Los Ángeles.