“Hay algo en los cruceros de lujo que es insoportablemente triste”, escribió David Foster Wallace en un ensayo publicado en la revista Harper’s en 1996. En un crucero de lujo termina la tercera temporada de Transparent, la serie que ha puesto cuerpo, en sus meros 30 episodios de menos de media hora cada uno, a la profunda melancolía que alumbra, como el sol negro de los alquimistas, nuestros tiempos.

Creada, producida, escrita y dirigida (en parte) por Jill Soloway (reconocida en el mundo del cine independiente por su film Afternoon Delight -2013-), Transparent está a cargo de los estudios Amazon y lleva ganados numerosos premios como serie, por actuaciones y por dirección en la categoría Comedia o Musical. También, en 2015, el de mejor serie LGBT otorgado por la Asociación de Críticos de Espectáculos Gays y Lesbianas (GALECA, por sus siglas en inglés).

En un principio se centró en la historia del profesor universitario retirado Morton Pfefferman, que en la primera temporada (2014) comunicó su identificación como mujer -Maura- a su ex esposa Shelly y a sus tres hijos, Sarah, Josh y Ali. Con el transcurrir de los episodios, fue haciendo foco también en los otros personajes y sus propios conflictos, con flashbacks que a menudo toman un capítulo entero y revelan nuevas aristas (en la temporada de este año, eso se da en torno a Josh y Ali, y particularmente a Maura y Shelly, en una de las cimas de la serie), bajo la consigna de que “cuando un integrante de la familia hace la transición, todos la hacen”. Así, Transparent logra un delicado fresco de la sociedad estadounidense de esta década, que, ya muerto (y enterrado con las Torres Gemelas) el “sueño americano”, lucha por encontrar algo auténtico y puro en medio del despeñadero que es Los Ángeles.

Ahora bien, ¿estamos, como sugiere aquel premio del año pasado, ante una “serie LGBT”? ¿Se puede hablar acaso en esos términos? Un dato a favor de la denominación puede ser la historia misma, con centro en un personaje trans, cuando en la televisión lo frecuente es que estos sean secundarios, casi de adorno; otro, que Jeffrey Tambor (sobre todo recordado por su actuación en Arrested Development), quien da vida a la protagonista, es el único actor no trans que interpreta un personaje en transición, y esto funciona casi como un manifiesto (en el elenco y el equipo técnico de la serie trabajan más de 50 personas trans o que no se adecuan a estereotipos de género). Sin embargo, aunque a nivel ético e incluso político este hecho es significativo, no es de ningún modo definitivo en el plano artístico, porque tanto Tambor como, por poner un ejemplo, Alexandra Billings (que interpreta a una de las amigas trans de Maura, Davina), dan vida a personajes complejos de maneras por igual solventes.

Pero entonces, volviendo a los premios, ¿estamos ante una comedia? Ese es, lamentablemente, otro problema de género que muestra, una vez más, la estrechez de miras de las instituciones. Como sus protagonistas, Transparent elude toda clasificación.

La serie, de hecho, ha demostrado ser mucho más compleja que lo que cualquier etiqueta pueda sugerir, de gran concentración y una calidad sorprendente que no se limita a ninguna definición de género (en cualquier sentido).

La primera temporada se caracterizó por una presentación de los Pfefferman, una familia judía de clase alta, y el sismo que significaba para sus -por lo demás confusas- vidas la declaración del padre; la segunda (2015) se centró en los cambios que cada integrante de esa familia vivía a nivel personal, con una fuerte presencia de la religión y un denso juego con la memoria y la historia; la tercera, estrenada en setiembre de este año, toma esas vertientes y las lleva a sus extremos de desesperación, profundizando además, sobre todo mediante algunos personajes y sus relaciones con los otros, en aspectos ligados a distintas etapas de la experiencia humana. Trata la transición sexual en su sentido más físico y las (tramposas) categorizaciones de género (por medio fundamentalmente de Maura, claro, pero también en su relación con Vicki, interpretada por Anjelica Huston), el lugar de la mujer heterosexual en su construcción social más “tradicional” (mediante la historia de Shel, que en esta temporada cobra espesor como personaje y reluce), el matrimonio, la búsqueda sexual y la crisis de la mediana edad (en el caso de Sarah y su relación con Len), la duda existencial, la religión y el negocio de las discográficas (con el derrotero de Josh), el feminismo, los estudios de género, la academia y sus hipocresías (mediante Ali y su relación con Leslie), la maternidad (con Raquel, la rabino), los conflictos de clase, el sida y la precariedad del trabajo (temas sobre todo encarnados en las amigas de Maura, y en esta temporada particularmente en la angelical Shea).

Además de la tristeza que Wallace vio en los cruceros de lujo, está el océano y su “putrefacción primaria”. Esa agua, de un azul que no se puede asir, es lo inefable, y tal vez sea tal indefinición lo que atrae de Transparent y sus personajes. Porque más allá de su profundidad temática, o de la densidad e inteligencia crítica con la que se presentan situaciones y conflictos tan problemáticos y centrales, la serie es formalmente impecable, con un montaje, un guion y unas actuaciones que abren nuevas posibilidades dentro del género. Y, mejor aun, por fuera de todo género.

Transparent

Creada por Jill Soloway para los estudios Amazon y actualmente en su tercera temporada. Con Jeffrey Tambor, Gaby Hoffmann, Jay Duplass, Amy Landecker, Judith Light y Kathryn Hahn.