En 1995, el escritor le contaba a María Esther Gilio cómo surgió la idea inicial de su primera novela: “Toda la historia vino a partir de un pescador que vi una sola vez en mi vida, en la puerta de mi casa, con una lata herrumbrada en la mano, diciéndoles a mi padre y a mi tío, ‘éste es el mapa del paraíso terrenal'”. Así fue cómo surgió la historia de Pepe Corvina, su recordada novela publicada en 1974, que recorrió el mundo, se tradujo a varios idiomas y alcanzó 17 ediciones.

Estrázulas publicó, además, otras siete novelas, seis libros de poesía (incluyendo una antología), cinco volúmenes de cuentos (también contando una antología), cuatro ensayos y dos piezas teatrales; trabajó como periodista en Marcha, El Día y La Opinión, entre otros periódicos, y tuvo una prolongada actividad en el servicio diplomático, con destinos como Cuba, Argentina, Francia e Italia.

Pero, como quien quiere englobar lo inabarcable, a Estrázulas también se lo recuerda como amigo cercano de personalidades que han marcado la música y la literatura latinoamericanas, como Julio Cortázar (que en París pidió para conocer al autor de Pepe Corvina), Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti (que lo reivindicó en varias ocasiones) y Alfredo Zitarrosa, que cantó tres de sus poemas convertidos en maravillas de canción. Hoy se vuelve especialmente propicia la monumental “Explicación de mi amor”, con esa conmovedora estrofa inicial que dice: “De golpe no estás -nada más sucedió- / borrachera fetal que tu muerte me deja. / Con esta canción que solloza, olvidada de mí / rondaré tus maderas”. Los otros dos fueron las milongas “Barrio Sur” y “Pepe Corvina” (que, a diferencia de los otros dos textos, no fue musicalizado por Zitarrosa, sino por Héctor Numa Moraes).

El docente, poeta e investigador Hugo Achugar fue parte (junto con Estrázulas, Jorge Arbeleche, Roberto de Espada, Laura Oreggioni y Heber Raviolo) del grupo de amigos que creó, en 1968, la revista Brecha. Achugar dijo a la diaria que conoció a Estrázulas muy temprano “como poeta con fuelle”, por su perfil -cultivado desde el comienzo- “muy vinculado al mundo del tango y de la orilla, con una sabiduría increíble y un humor muy grande, que fueron los que luego le permitieron escribir Pepe Corvina y tantas otras cosas”. Para el académico, Estrázulas fue una figura muy importante de los años 70 y más allá de ellos, sobre todo “porque su poesía no se vincula con el cliché de esos años. No es que no tuviera un compromiso social, sino que, en ese sentido, él era más cercano a Zitarrosa, y por eso se dio la amistad y la colaboración entre ambos”.

Achugar también lo destaca como un muy buena poeta, narrador y dramaturgo: “Fue un personaje, y a veces en su obra los personajes se volvían él mismo. En definitiva, él construyó ese personaje, próximo al hombre de la cultura popular, pero que a su vez se vinculaba con cierta parte rancia de la cultura uruguaya. Por algo se dio su larga amistad con Salvador Bécquer Puig, con quien fue muy cercano, al igual que con Zitarrosa. Pero no estoy comparando niveles de calidad, sino tipos de humanos y de artistas, y creo que hay una cercanía muy importante entre Bécquer Puig, Zitarrosa y Estrázulas”.

Hace tres años, el documentalista Juan Pablo Pedemonte creó Enrique Estrázulas. Emisario del mar, documental que combina su biografía, un repaso general de su obra y lecturas de poemas. Integra una serie de 12 trabajos acerca de artistas -plásticos, escultores y escritores-, llamada Los pájaros ocultos. Según explicó Pedemonte a la diaria, el objetivo era rescatar a esas figuras, considerando que la mayoría de ellas contaba con una obra no difundida y discutida en la medida correspondiente a su calidad. El director jerarquiza, entre las distintas facetas de Estrázulas, su labor poética, que ubica entre las mejores uruguayas de los últimos 50 años.

Al igual que Achugar, reivindica el vínculo con el tango y el lado arrabalero de Montevideo: “Al documental lo llamé Emisario del mar porque él rescata todo eso que tiene que ver con la orilla de Montevideo y su lado portuario, además de los balnearios, a partir de los ranchos de Punta del Diablo. De hecho su poesía es salitrosa, tiene aroma a óxido. Si se toma en conjunto su obra, se percibe que si bien los libros son distintos, están unidos por una misma víscera, con matices otoñales y paisajes desoladores. Además de personajes que están muy solos en el mundo y que tienen un carácter bastante fantástico. En ese sentido, Estrázulas también presenta cierta oscuridad, pero se trata de una oscuridad luminosa, con cierto atisbo alquimista, que se detiene en los aspectos más deteriorados de la ciudad para dedicarles la luminosidad de la poesía”.

De pitucos reos

Lo primero que reivindica el crítico y escritor Álvaro Ojeda es la “enorme novela” Pepe Corvina y la particularidad, búsqueda y deseo de muchos novelistas de instalar una locación en la historia de la literatura uruguaya, en este caso, Punta Carretas, por donde “es imposible” pasar sin recordarlo. Del trabajo citado de Pedemonte destacó una “maravillosa” entrevista en la que Estrázulas va recordando lugares de la calle Riachuelo, mientras cuenta cómo surgió Pepe Corvina. “Para mí eso es absolutamente fundamental, y un gran logro literario desde el punto de vista de la narrativa, que además es una narrativa poética. Me refiero a la entronización de lo metafórico dentro de la prosa, y eso él lo hace maravillosamente, ya con el inicio del mapa del paraíso terrenal”, sostiene.

Además, considera que como poeta es un “pituco reo”, “un hombre de una cultura exquisita, no sólo por todo lo que leyó, sino también por lo que vivió (entrevistó a Marcello Mastroianni, por ejemplo). Es alguien que logró absorber permanentemente todo lo mejor de su entorno, manteniendo esa forma de pituco de bajofondo, de pituco al que le combina el calcetín con los ojos, pero que a la vez puede convivir con el Pepe Sasía sin ningún tipo de problema. Y después... ¡qué poeta para el tango! Se puede recorrer “Barrio Sur”, que es una larguísima enumeración. Eso de enumerar ante la imposibilidad de decir es algo casi contradictorio. Es como el camino de Homero Manzi. En cuanto a los poemas, tuvo una gran honestidad y ética literarias, ya que escribió letras para canciones, pero también poemas sobre esas letras. Es el caso de “Larga caja de pinos”, que por un lado es la canción que canta Zitarrosa [“Explicación de mi amor”] y por otro su poema, dedicado a su propio padre.

Ojeda considera que Estrázulas fue un poeta excepcional con una veta muy poco frecuentada, tanguera y barrial “con vuelo”, pero que también tenía algo entrañable, por el modo en que parecía que “le nacieran los versos”. “‘Sitio de mí que nadie ocupa’, dice en 'Barrio Sur'. Es un verso del Siglo de Oro. ¿Cómo lo creó? Sé que no tiene que ver con la espontaneidad, pero cuando escribía le surgían como una epifanía. Y él tenía miles de esos momentos que son tan difíciles de lograr. Habría que caer en el ideal romántico y decir que era un poeta inspirado”, observa.

Así como en los 70 surgían un aparejo cantor y chalanas pensativas, hoy el Río de la Plata queda más solo, un mar sin su Pepe Corvina. Nos quedan su mirada, parcial y luminosa, y sus retratos de esos personajes que se desprenden de sus propias fragilidades y alimentan el ejercicio constante de las aventuras cotidianas.