En un discurso más duro que los anteriores, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, dijo que no renunciará bajo ninguna hipótesis y aseguró: “Não vai ter golpe” (“No va a haber golpe”). Agregó que un golpe de Estado se puede describir de muchas maneras, pero siempre será un atentado a la democracia. La mandataria, ex guerrillera y presa política durante la dictadura, dijo que “preferiría no estar viviendo este momento”, porque “jamás” imaginó que volvería a vivir una instancia en la que fuera necesario “movilizar a la sociedad” ante una “amenaza a la Constitución y la estabilidad democrática”.

En un pronunciamiento menos esperable, Renan Calheiros, el presidente del Senado brasileño -cámara en la que se debe desarrollar el juicio político contra Rousseff propiamente dicho- recordó ayer que para que se lleve adelante ese procedimiento se debe probar que la mandataria cometió un “delito de responsabilidad”. Agregó que “cuando el juicio político se realiza sin esa demostración”, el nombre del procedimiento “es otro”. En su discurso de ayer Rousseff negó haber cometido este tipo de delitos.

Será una comisión especial de la Cámara de Diputados la que determinará si existen méritos jurídicos para iniciar el juicio político. La comisión sesionó ayer y decidió no incorporar a la solicitud de iniciar ese proceso el testimonio del ex líder de los senadores oficialistas Delcídio Amaral, quien dijo, a cambio de beneficios para sí mismo en la Justicia, que Rousseff sabía de la corrupción en Petrobras e intentó obstruir la actuación judicial.

El oficialismo quería que se retirara esta parte de la acusación y la oposición aceptó hacerlo porque se trata de un agregado que podría generar atrasos a la tramitación de la solicitud.