En Uruguay hay una escasez crónica de profesores de matemática. La mayoría de quienes desempeñan esa tarea en la enseñanza media pública no son egresados de ningún centro de formación de docentes. Es así que recurriendo a personas en formación, con formación inconclusa o formadas para otra cosa se cubre la mayor parte de las horas de la asignatura. El problema es estructural. Año tras año, se retira del sistema un número de docentes más alto que el de profesores que se gradúan, de modo que, de mantenerse el escenario actual, jamás llegaremos a revertir esta situación. Este fenómeno impacta directamente en la formación de los jóvenes liceales e indirectamente, por la formación de maestros, en la educación de los niños. En definitiva, incide en la cultura matemática de toda la sociedad.

Este es uno de tantos aspectos que hacen a la problemática del sistema educativo. ¿Por qué ocuparse de él y no de otros? Tal vez porque la consideración a esta escala, cerca de lo que ocurre en las aulas pero no completamente inmersos en ellas, permita implementar acciones que tengan efectos a corto, mediano y largo plazo. Tal vez porque el tema de los aprendizajes de matemática suele causar periódicamente algún tipo de alarma social. También porque es un área en la que hay oportunidades para tomar decisiones de impacto potencial muy alto, con inversiones relativamente bajas, porque se trata, en lo esencial, de utilizar con inteligencia y sensibilidad recursos ya existentes en el país.

En la actualidad, los jóvenes que desean ser profesores de matemática estudian en el sistema de formación docente de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), que cuenta con una red de centros (Instituto de Profesores Artigas, Centros Regionales de Profesores e Institutos de Formación Docente) de cobertura nacional y con propuestas de enseñanza semipresencial. En lo que atañe directamente a la matemática, esta red se estructura en el Departamento de Matemática del Consejo de Formación en Educación de la ANEP. El esfuerzo de este sistema, en el que trabajan los docentes mejor calificados en didáctica de la matemática y con mayor experiencia en la enseñanza de la disciplina en el nivel medio con los que el país puede contar, es valioso pero no basta. No logra captar las vocaciones suficientes.

Una buena noticia es que el país tiene otras posibles vías de formación a su alcance. A la otra gran componente del sistema educativo público, que es la Universidad de la República (Udelar), llegan cada año miles de estudiantes, con talentos e inclinaciones diversos. Muchos de ellos muestran inclinación hacia la matemática; muchos, no. Existe además en esta institución un dinámico colectivo de académicos que cultivan la matemática, que la aplica a otras áreas, o que trabaja en la difusa frontera entre la matemática y sus aplicaciones. En todos los casos, lo hacen resolviendo problemas en las fronteras de lo conocido, contribuyendo al conocimiento de la humanidad en su conjunto y comunicando sus resultados en los circuitos científicos internacionales. La actividad de este colectivo gira esencialmente alrededor del Centro de Matemática de la Facultad de Ciencias y el Instituto de Matemática Prof. Ing. Rafael Laguardia de la Facultad de Ingeniería y su red de colaboraciones con otras instituciones nacionales e internacionales. Existe también un núcleo interesante de matemáticos en el Departamento de Matemática y Estadística del Litoral, que forma parte del Centro Universitario Región Litoral Norte.

Otra buena noticia es que estas instituciones ya tienen acuerdos de colaboración en un Diploma en Matemática para egresados de cualquiera de ellas con formación matemática importante.

Pero es deseable, seguramente imprescindible, profundizar y multiplicar esta apuesta. Además de mejorar la formación de los profesores ya graduados, objetivo a sostener, es posible ampliar la base de la formación inicial para incorporar a más jóvenes.

Un programa de formación inicial de profesores de matemática, en colaboración entre la ANEP y la Udelar, orientado a estudiantes que comienzan sus estudios terciarios, podría acercar a muchos jóvenes a la opción de convertirse en profesores de matemática.

La cuestión numérica, absolutamente objetiva y concluyente, bastaría por sí sola para justificar el esfuerzo de crear nuevos trayectos para los estudios de profesorado en matemática, en los que el grueso de la formación en esa materia pueda hacerse en la Udelar. En esa institución, el ingreso de estudiantes a áreas con formación matemática de cierto porte se cuenta por miles, mientras que del sistema de formación docente de la ANEP egresan cada año algunas decenas de profesores de matemática. Un programa de estas características, que logre reclutar a una fracción pequeña del estudiantado universitario, podría tener un impacto relativo muy grande en el número de profesores formados con los que pueda contar el país.

Otras razones sugieren el interés de tomar iniciativas en esta dirección. A continuación se destacan tres.

Hay muchos indicadores de que el sistema de formación docente está reclutando jóvenes con un capital cultural más débil que los que llegan a la Udelar. Por un complejo entramado de razones culturales y económicas, los jóvenes que llegan a la educación terciaria en mejores condiciones optan mayoritariamente por otros destinos profesionales. También es relativamente frecuente -un fenómeno vinculado con el anterior- que la opción por la formación docente se haga luego de explorar otras alternativas. La existencia de programas mixtos, más flexibles, podría captar el interés de los primeros y facilitar la trayectoria de los segundos.

En Uruguay, la creación y aplicación de matemática en la frontera del conocimiento está concentrada en la Udelar. Un programa como el que se sugiere tendría la fortaleza de brindar formación matemática en ambientes cercanos a la investigación en la disciplina. Esto hace tanto a la comprensión de su propia esencia, en la que la imaginación y la intuición tienen un lugar importante, como a su relación con la vida contemporánea. Buena parte de la complejidad del mundo en que vivimos existe porque hay teorías matemáticas que le dan sustento; esto se comprende mejor en ambientes en los que se puede apreciar cómo se crean y recrean día a día la matemática y sus relaciones con otras áreas de la vida social.

Por último, la tarea educativa es compleja en todos los niveles. En particular, lo es en la Udelar, cuyo estudiantado ha cambiado significativamente en las últimas décadas. Ya no basta profundizar en el conocimiento disciplinar para ofrecer a un conjunto muy heterogéneo de jóvenes, con capitales culturales diversos, trayectos que les permitan asimilar y apropiarse de la complejidad de la matemática de nuestra época. La colaboración con la ANEP en la formación de profesores de matemática aparece como potencialmente beneficiosa para contribuir a lo mejor de la propia oferta educativa de la Udelar.

La cooperación entre estas dos instituciones en un área que impacta directamente en la cultura y el bienestar material no requeriría grandes inversiones. Sólo la decisión de un pequeño núcleo de personas, matemáticos y profesores de matemática, y las autoridades de las que dependen. Todas forman parte del sistema terciario público, que se financia con recursos de toda la sociedad y tiene en sus manos la potestad de colaborar para terminar con uno de los cuellos de botella de nuestro sistema educativo.