Peñarol le ganó 2-1 a Danubio. Eso importa, pero lo más relevante es que pudo atisbarse una mejora del rendimiento de un equipo que está en la punta en la tabla anual y entreverado en el pelotón de arriba en el Clausura. Danubio estuvo lejísimos del Danubio de casi siempre y, luego de perder, quedó último en la tabla del Clausura.

El sábado Peñarol mejoró su imagen. A los 21 minutos del segundo tiempo tenía total tranquilidad: le ganaba a Danubio 2-0 y el rival se quedaba con diez hombres por la expulsión, vía doble amonestación, del inexperto lateral José Luis Rodríguez, un canario de 19 años y apodo obvio –Puma-, que había debutado en Primera en la etapa anterior. En el marco de una situación tranquila, se podía esperar que el equipo local aumentara la diferencia. El partido parecía liquidado.

Esa imagen apacible, lograda, en buena medida, por la vía de resucitar a varios jugadores que en tantas instancias no habían sido considerados para la titularidad y muchas veces ni siquiera para el banco de suplentes -Marcel Novick, Cristian Palacios y Diogo Silvestre-, se diluyó minutos después de la expulsión del danubiano, para dejar en evidencia las dudas e insuficiencias que el equipo dirigido por Jorge da Silva no termina de aventar. Hubo signos de mejora, pero la salud futbolística del paciente sigue siendo frágil.

Esa jugada

La jugada insólita de la noche del estreno oficial del nuevo estadio aurinegro fue protagonizada por el colombiano Miguel Murillo cuando corrían 32 minutos del segundo tiempo. Una pelota iba a llegar por alto al área de Peñarol. El delantero fue a esa zona para defender el envío. Se estacionó cerca del arco y de la línea final. Cuando la pelota llegó en su dirección, sin tener ninguna presencia danubiana en su entorno, levantó sus brazos en busca de ella. Hasta el árbitro dudó ante una situación tan incomprensible. Al reaccionar, sancionó al jugador con la expulsión por segunda amarilla -había tomado la primera en un incidente con Giovanni Zarfino en el primer tiempo- y cobró el tiro penal para Danubio, que Carlos Grossmüller transformó en el gol del descuento.

Ya diez contra diez y con el 2-1 en el marcador, Danubio se puso nuevamente en partido. En adelante, se intercambiaron ataques mientras la lluvia arreciaba y, ya en tiempo adicional, el volante Jorge Graví quedó con el gol a disposición, pero no pudo concretarlo. Gran susto para los locales, y casi enseguida llegó el final. Lo cierto es que ese equipo danubiano tan limitado, con Pablo Gaglianone en su segundo partido como entrenador primerizo de Primera División, llegó al final con la chance abierta para repartir los puntos en disputa.

Cuando Peñarol dio otra imagen

Hasta los 20 minutos del primer tiempo las acciones de juego con llegadas a la cercanía de los arcos fueron repartidas. A partir del gol de Nicolás Albarracín -inquieto, proactivo-, el local predominó. Se destacó la buena labor de Marcel Novick, hiperactivo y con buena distribución del juego, bien acompañado por Nahitan Nández en el control del mediojuego y por Palacios y Murillo, que estaban muy metidos en el partido -lo que esta vez no pasó con Diego Forlán, lejos de sus mejores rendimientos-. El segundo gol llegó rápido, a partir de una falla del novel golero danubiano y una muy oportuna y decidida acción de Palacios. El partido parecía una pasadita para Peñarol. Y así se mantuvo en el segundo tiempo, hasta ese final que ya se narró.

Ahora se viene el difícil desafío de hacer en dos partidos lo que no se hizo en cuatro -ganar- por la Copa Libertadores. Huracán de Parque Patricios espera a los aurinegros en su escenario mañana a los 19.30. Da Silva comenzó su labor hacia esa instancia el sábado de noche: el plantel quedó concentrado en Los Aromos, en busca de buen descanso y recuperación rápida. Esa será otra historia.