En plena implementación del Sistema Nacional Integrado de Cuidados (SNIC), ayer en la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad de la República se discutió sobre las políticas de cuidados y la equidad de género, tomando en cuenta las experiencias de España y Argentina, y con recomendaciones para Uruguay. En el seminario ¿Hacia la equidad de género en los cuidados?: lecturas feministas sobre la organización social del cuidado en España, Uruguay y Argentina, que se realizó ayer, expusieron Constanza Tobío, de la Universidad Carlos III de Madrid; Karina Batthyány y Natalia Genta, del Grupo de Investigación sobre Sociología de Género de la FCS, organizador de la actividad; y la argentina Eleonor Faur, del Centro de Investigaciones Sociales, Instituto de Desarrollo Económico y Social, de Argentina, entre otras.

Tobío presentó la ponencia “Cuidado e igualdad de género: modelos de políticas sociales en Europa”, en la que contó que ante la pregunta de si estos modelos avanzan hacia la familia igualitaria, en España las respuestas son “de blanco y negro”. En Europa, el cuidado “se enfoca a través de políticas de conciliación” que intentan conjugar “las responsabilidades laborales y las de cuidado”, pero la pregunta es “¿hasta qué punto conciliación e igualdad de género van de la mano?”, agregó la académica. Para Tobío, la política de “permisos laborales” para el cuidado de personas, por ejemplo, no hace avanzar en igualdad de género, porque quienes los piden son mayoritariamente mujeres. Añadió que las políticas de “igualdad de oportunidades” son aquellas que plantean que “hay que remover obstáculos para lograr la igualdad”, algo así como que “en la salida de la carrera de la vida, todos estén en la misma raya”, proponiendo igualdad en la educación y políticas antidiscriminación. Sin embargo, estas políticas no han dado los resultados que se esperaban, básicamente porque “hay inercias de género en distintos ámbitos, como en el mundo laboral o la política, y porque las mujeres tienen unas responsabilidades propias que entienden que no pueden abandonar”. Las políticas de acción positiva, en cambio, proponen la transversalidad y que el conjunto de las políticas estatales incorporen la mirada de género, dijo.

Uno de los instrumentos cuyo impacto destacó como positivo para el avance de la igualdad de género es el de la atención de las personas dependientes “en centros fuera del medio familiar”, ya que permitieron igualdad en el acceso al trabajo, algo que no ocurrió con las “transferencias monetarias”, muy populares en los años 90, porque “el cuidado siguió en manos de las mujeres”, según las investigaciones.

Tobío contó que en España hubo un cambio en cuanto al cuidado de los niños, los adultos mayores y los enfermos, y que actualmente sólo una minoría piensa que están mejor cuidados en el ámbito familiar que en una guardería o institución. “A medida que los niños de ocho meses empezaron a asistir a guarderías, progresivamente la gente fue viendo cuáles eran los beneficios. Pero eso llevó tiempo”, reflexionó.

Advertencia naranja

Por su parte, Genta presentó los principales aportes a la generación de conocimientos sobre cuidados realizados por el equipo de la FCS, y Batthyány sumó una serie de reflexiones hacia la construcción de una política de cuidados y su “necesaria complementariedad para impactar efectivamente en la división sexual del trabajo”. Entre el público estaban Patricia Cossani y Viviana Piñeiro, de la Secretaría Nacional de Cuidados, y Mariella Mazzotti, directora del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres). Batthyány tomó como insumos la ley de creación del SNIC y el Plan Nacional de Cuidados, y advirtió sobre varios “riesgos”, entre ellos el de que “la perspectiva de género sea sólo un enunciado de principios”. Para ella, ante cada una de las acciones llevadas adelante hacia la implementación del SNIC hay que preguntarse “cómo eso transforma la división sexual del trabajo”. “Cada vez que escucho a Julio Bango [secretario nacional de Cuidados] o a sus colegas, me lo pregunto”, agregó.

Luego advirtió también sobre el riesgo de “entrar en tensión con focalizar indeterminadamente” los cuidados “en poblaciones inespecíficas”, como en personas altamente dependientes o algunos estratos socioeconómicos, y agregó que el SNIC debe ser “universal”. “Se puede caer en el riesgo de establecer múltiples programas con muy baja cobertura debido a un recorte presupuestario y a la focalización”, explicó.

Batthyány dijo también que se debe profesionalizar el trabajo, presentando acciones vinculadas “a la formación de quienes trabajan en los cuidados”, pagando remuneraciones acordes y formalizando el empleo, integrándolo a la negociación colectiva.

Sobre las licencias maternales y paternales, propuso pensar en la posibilidad de que no sean optativas, y que los padres tengan licencias exclusivas, porque cuando son optativas las terminan tomando las madres, y opinó que Inmujeres debe tener “un papel protagónico” en el SNIC. Por último, expresó que se deben promover “servicios de cuidado que efectivamente promuevan la articulación laboral”, ampliando la cobertura de cuidados para la primera infancia; que se debe “considerar al sector empleador como actor clave en el sistema”, y que la corresponsabilidad “es un principio rector del sistema”.

Faur expuso sobre “Las políticas de cuidado infantil en Argentina: ¿hacia un nuevo tipo de maternalismo?”. Para la académica, en el vecino país no hay políticas de cuidados pero sí proveedores de recursos y servicios para el cuidado de la primera infancia que en realidad están “resignificando” el maternalismo. “El modelo vigente institucionaliza la desigualdad social y de género y construye un sujeto social: las mujeres malabaristas. Es el nuevo maternalismo que acepta que las mujeres participen en el mercado laboral, conciliando con las actividades de siempre, con todas las responsabilidades ‘en el aire’ simultáneas”, afirmó.