3.30 p. m. Tarde soleada. Un montón de almohadas en las afueras de la Universidad del Rosario le daban al lugar un aire de escenografía de teatro. Un niño con una camiseta blanca estampada con la bandera de Colombia recorría de lado a lado el lugar entregando la mitad de una hoja de papel con la publicidad del encuentro: un dibujo de un soldado sonriente sosteniendo en sus manos un cartel que decía: “Sí Colombia”. Allí, en la Plazoleta del Rosario, en el centro de Bogotá, se desarrolló el jueves la Guerra de Almohadas, convocada por organizaciones de la sociedad civil para celebrar lo que, según dijeron, será la última guerra en Colombia

Poco a poco, más y más personas llegaban al lugar: madres con sus hijos, grupos de amigos, estudiantes, extranjeros, vendedores ambulantes. Cruzando la plazoleta de oriente a occidente, se veía una pancarta de unos cinco metros con el mensaje “Declarémosle la paz a la guerra”; sobre ella, la gente que llegaba estampaba voluntariamente su firma y escribía un mensaje.

A Carlos Pérez, estudiante de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario, esa institución le envió un mensaje para invitarlo a participar. Aceptó porque cree que la gente está muy distante del proceso de paz y porque ese tipo de convocatorias ayudan a que las personas encuentren el sentido de lo que significaba el proceso de paz para Colombia.

Silvia Molina, estudiante de bachillerato del Liceo Francés, apareció con su novio y reclamó la almohada, convencida de que esa era una posibilidad diferente de ver las cosas, de mostrar que ya no va a haber más guerras y de conmemorar la paz que está por venir para el país. Su lectura, tan ingenua como su sonrisa, la hizo participar, pero en algo no estábamos de acuerdo. En primer lugar, en que la paz al país no llegará inmediatamente después del acuerdo del gobierno con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El acuerdo es un gran avance, pero la paz tiene que ver también con otras cosas que no se han solucionado y que, tal como se ve el panorama, no se solucionarán pronto. En segundo lugar, en que nada, ni siquiera el acuerdo entre el gobierno y las FARC, asegura que no vaya a haber más guerras, sobre todo si se piensa en el renacimiento de la violencia generada por bandas criminales, que están tomando algunas regiones del país sin que el Estado pueda hacer mucho por evitarlo. Muestra de esto fue el paro armado de 48 horas que hicieron en abril los integrantes del Clan Úsuga en los departamentos de Antioquia, Chocó y Córdoba, y que dejó un saldo de seis muertos, entre policías, militares y civiles. Eso, sin contar incineraciones de vehículos, amenazas al comercio e intimidaciones a la población.

Dos minutos más tarde, Wendel, un brasileño que esa tarde cumplía tres días en Colombia, después de escribir en la pancarta el mensaje “Sí a la paz, Brasil está contigo”, dijo que le parecía importante participar, que él tenía una visión diferente de Colombia porque lo que conocía era el rasgo peligroso del país -que había guerrilla, que era la tierra de Pablo Escobar, de las FARC-, pero que una vez acá pensaba lo contrario: que Colombia era un país muy bello, que el pueblo era muy simpático y la gente, muy amable.

Edgar Álvarez, director de la página ¿Se lo explico con plastilina?, también estaba por ahí dando vueltas en la plazoleta, con una camiseta que tenía estampada la frase “La última guerra en Colombia será de almohadas”, encima de la imagen de unos muñecos en plastilina que representaban al ex presidente Álvaro Uribe, al procurador general Alejandro Ordóñez, al ex alcalde de Bogotá Gustavo Petro y al presidente Juan Manuel Santos. Edgar fue el encargado de la imagen de la campaña del evento. Nos contó que esa es una forma de proponer un diálogo de una manera distinta. Edgar aclaró que la convocatoria se hizo mediante redes sociales y que la gente poco a poco se fue sumando, desde distintas ideologías, porque entendieron que era una propuesta de la sociedad civil.

A las 16.10, la voz de un locutor opacó todo el ruido de la gente. “¿Cómo están? ¿Quién quiere un almohadazo?”, preguntó, y la gente le respondió gritando. Después de un corto silencio, el locutor siguió hablando. “En primer lugar, muchas gracias por venir. La dinámica va a ser la siguiente: nos vamos a dividir en cuatro grupos, uno en cada esquina de la plazoleta. La guerra de almohadas se va a llevar a cabo en esta equis que está marcada acá; ese va a ser el punto central. Cabe resaltar que esta es una iniciativa ciudadana, que nuestro anhelo es la paz de Colombia. Bienvenidos a la última guerra en Colombia. A continuación, va a sonar una vuvuzela. Después de cinco o siete minutos, va a volver a sonar, y cuando suene nuevamente, vamos a empezar una abrazatón”, dijo.

Entre hombres con máscaras con el rostro de políticos opositores al proceso de paz, como Ordóñez o Uribe, o con el del líder de las FARC, Timochenko, la guerra de almohadas empezó.

A los dos minutos, llegó Antanas Mockus, ex alcalde de Bogotá, ex candidato presidencial y ex rector de la Universidad Nacional de Colombia, almohada en mano, listo para sumarse. Es el mismo que, siendo rector de la universidad más importante de Colombia, no tuvo ningún reparo en bajarse los pantalones y mostrarle el culo a un grupo de estudiantes que en una asamblea lo estaban abucheando, en 1993, en el auditorio León de Greiff. El mismo que inventó en 1995, cuando era alcalde de Bogotá, la “hora zanahoria”, que luego fue ley y que consistía en cerrar los establecimientos de expendio de licores a la 1.00. El mismo que avaló la campaña del actual alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, y que después de las decisiones de Peñalosa que han sido cuestionadas por gran parte de la política colombiana y de la sociedad civil (entre ellas, construir viviendas en la reserva Thomas van der Hammen, e incluso mentir descaradamente sobre sus títulos universitarios), ha permanecido en silencio con respecto a ese tema.

Mockus dijo: “Como estuvimos 40 años en guerra, o 50, nos acostumbramos a sufrir mucho. La paz es atractiva porque trae mucho goce, aunque, por supuesto, hay una cantidad de problemas por resolver. Lo que me encanta es que aquí estamos, tal vez 300 o 400 colombianos, y en esta guerra de almohadas, las vidas no corren ningún riesgo. Hay que entender que la vida es sagrada. Además, uno sueña, con la cabeza apoyada en la almohada, con una Colombia lindísima, con paz, respetándonos la vida cada cual”.

A las 17.30 en la plazoleta sólo quedaban los restos de las almohadas destruidas, el recuerdo del sol, tres o cuatro perros, 15 vendedores ambulantes, unos pocos estudiantes tomando vino de caja sentados al pie de la estatua del conquistador español y fundador de Bogotá Gonzalo Jiménez de Quesada. Enfrente, como si no hubiera pasado nada, la gente tomaba café y cerveza en el café Pasaje.

Por ahora, el proceso del gobierno colombiano con las FARC avanza. Entre las informaciones importantes más recientes, se supo que los equipos negociadores de las partes anunciaron la salida de menores de 15 años de los campamentos de ese grupo insurgente y prometen hacer una hoja de ruta para que los adolescentes vinculados con el conflicto armado puedan volver a la vida civil.

Según cifras del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos publicadas por el diario El Espectador de Bogotá, “en el último mes las FARC adelantaron tres acciones violatorias de sus compromisos en el corregimiento El Para (Florencia)”, aunque “este período de diez meses continúa siendo el de menor intensidad del conflicto en sus 51 años de historia, en número de víctimas, combatientes muertos y heridos, y acciones violentas”.

La cifra de identificación de víctimas del Estado colombiano que muestra el Comité Internacional de la Cruz Roja hasta enero de 2016 asciende a 7,9 millones. Faltan las cifras de víctimas que se agregaron de enero a mayo, y seguir sumando las que vendrán.