Fue el miércoles 15 de junio, cuando los últimos rayos de sol anunciaban que caía la tarde, que se me ocurrió que este relato merecía ser compartido. En el marco de lo dispuesto en los artículos 7 y 8 de la Ley 18.596, ese día se instaló una placa a 40 años conmemoratoria de la resistencia política y social de sauceños y canarios contra la dictadura. El evento se realizó en la casa de la cultura de la ciudad de Sauce, y la ocasión sirvió para rendir homenaje a los protagonistas de entonces.

El recuerdo se remonta a noviembre de 1981, el día en que muere mi padre. Mis dos hermanas (Carmen y Mariana, de 24 y 12 años) y yo (18 años) vivíamos en Sauce, y mi madre [Ada Graziela González Sierra] era presa política en la cárcel de Punta de Rieles. Carmen concurrió a la cárcel con Gustavo, su compañero, para comunicarle al entonces responsable de la cárcel, Jorge Pajarito Silveira, lo sucedido, y solicitarle que se le permitiera asistir al velatorio. En las últimas horas del día le comunican a mi madre lo sucedido y le autorizan la asistencia. Ella, con gran expectativa por no saber realmente qué era lo que estaba sucediendo, es trasladada al velatorio en la madrugada. Quizá previendo que a esa hora no habría gente. Lo cierto es que a la medianoche, cuando caen las camionetas con mi madre esposada, la esperaba el pueblo entero: para verla, para abrazarla con la mirada (porque las esposas no se las quitan en ningún momento) y para decirle que nosotras no estábamos solas. Ella pregunta a su custodia si puede saludar y levanta su mano a todos los que desde la vereda de enfrente le decían aquí estamos, para cuidarlas, para abrazarlas, para caminar con ellas. Y para demostrar que la dictadura no podía con todo.