-¿Cómo conseguiste la clasificación a los Juegos Olímpicos?

-El año pasado, en los Juegos Panamericanos de Toronto. Mi caballo era muy nuevito y recién tenía la edad permitida para competir en pruebas internacionales, que son ocho años, pero a pesar de su inexperiencia, se bancó todo. Fuimos a Canadá un mes antes y saltó en dos grandes premios que ganó, entonces entré con otra confianza a los Panamericanos. Aunque le tenía fe, por la edad no sabía si iba a bancar, pero respondió bien y pude conseguir el cupo para las Juegos.

-¿Es cierto que tuviste alguna oferta para vender el caballo?

-Sí, es verdad. Después de los Panamericanos hubo ofertas de hasta dos millones de dólares. Fui a Argentina y me preguntaron si lo quería vender antes de los Juegos, pero dije que no. Es bravo guardarlo en este medio, en el que los costos de mantener a un caballo son muy caros, pero mi papá, que es un amante de este deporte y lo practicó toda la vida, me aconsejó que no lo vendiera porque podía hacer una buena campaña olímpica. De todos modos, hasta el día de hoy sigue habiendo varios interesados en comprarlo. Para todo deportista, llegar a los Juegos Olímpicos es lo más grande que te puede pasar. Estando entre la espada y la pared, dudando si venderlo o no, decidí que hasta los Juegos el caballo se va a quedar conmigo. Hay que pensar que entre los caballos que van a competir en Río de Janeiro hay algunos que valen seis millones de euros. Él viene evolucionando; con nueve años creo que es el más jovencito de los que va a estar en la competencia. Hay de 11, de 13, de 14, y él no tiene tanta experiencia.

-¿En qué año compraste este caballo?

-En una subasta en Argentina. Raúl Calvelo compró siete caballos y me los dio para domar. Yo los domé, Raúl eligió con cuáles se quedaba, yo elegí uno y quedamos en una sociedad. Lo adquirimos a los tres años, y ahora tiene nueve.

-¿Es algo raro que puedas tener un caballo de esta calidad?

-Es casi un milagro que a esta altura yo tenga a este caballo. Realmente los que lo subastaron no pensaron que fuera a ser lo que es. A pesar de que el papá fue dos veces mundialista y la abuela saltó todos los grandes premios, cuando él era nuevo era medio feo y además no saltaba mucho. Pero con el tiempo se puso lindo y salta mucho, se come las vallas. Mi papá, con la experiencia que tiene, me dijo en un momento que este saltaba de verdad y que nunca había tenido uno así. Es un caballo que se compró de potro y se hizo acá, no fue que lo compramos por dos millones de euros para competir.

-¿Los dueños de entonces están metidos en el deporte?

-Son criadores, de los más grandes de Europa, la familia Melchior; crían en Argentina los caballos de la raza Zangersheide. Ya vienen saltadores por genética, y sacan 500 caballos por año. Tienen el caballo que quieras y siempre mandan para las subastas, pero nunca se les había escapado uno de esta calidad.

-¿Alguna vez lo comentaste con ellos?

-Sí, claro. Soy muy amigo de ellos y tengo 12 caballos suyos con los que trabajo actualmente. Ellos también quieren comprar el caballo y tenerlo de vuelta. Si yo no se los vendo, quieren clonarlo, porque hoy en día los caballos se clonan. Acá no está permitido, pero en Argentina y en Europa ya hay clones nacidos y todo. Si todavía no hay clones compitiendo es por su edad, pero en breve van a empezar a hacerlo. Yo tengo semen para vender, pero no quiero clonarlo.

-¿Tenés decidido qué hacer luego de los Juegos?

-Quiero hacer una buena campaña, y la realidad es que todos tenemos claro que después de los Juegos el caballo no viene más. Nosotros lo sabemos y en Argentina también lo saben. Si hace una campaña como la del Panamericano, no sabés la plata que puede valer. No le pongas precio, porque las ofertas van a venir. Tuve un caballo que se llamaba Boomerang, que era mío y de mi padre. Yo lo quería vender y él me compró mi parte. Se lo quiso guardar porque podía saltar en Juegos Olímpicos o Panamericanos, pero tuvo la mala suerte de que cuando estaba para saltar grande, se enfermó y al poco tiempo se murió. Eso es lo que puede pasar. Los caballos hoy están, pero mañana no sabés.

-¿De qué se trata este deporte?

-Tenemos un diseño de recorrido que depende del criterio de cada armador. Son 12 obstáculos cuya altura en los Juegos Olímpicos es de 1,60 metros. Eso significa entre 16 y 17 esfuerzos que tiene que hacer el caballo. Hay prueba de velocidad, prueba de recorrido, hay desempate, y todo es a máximo nivel de altura. Cada obstáculo que se derriba son cuatro puntos en contra. Tenés un tiempo acordado; por ejemplo, por 480 metros te ponen 89 segundos de recorrido. Si vos llegás en 90, ya tenés un punto en contra. Cada segundo que vas penalizando es un punto en contra por exceso de tiempo. También se penalizan las rehusadas de obstáculos. Si el caballo no quiere abordar la valla y da la vuelta, son cuatro puntos, y si eso ocurre dos veces, es eliminación. Una hora antes del concurso podemos recorrer y caminar la pista, para ver las dificultades y cómo hay que trabajar. Vos tenés que entrar muy preciso a la pista, para guiar al caballo hacia las mejores llegadas y que él no tenga que hacer mucha fuerza ni exigirse de más. No se puede entrenar antes en el recorrido, solamente se puede caminar una hora antes. Si no sos el primero en competir, podés estudiar cómo le quedaron las combinaciones de líneas al anterior, los cuatro o cinco galopes, y podés mirar el trazado con otros jinetes. Tenés tiempo. Pero si vas primero, es a suerte y verdad.

-¿Cómo es la técnica en el momento de saltar?

-El caballo ya sabe cuándo va a abordar una valla, se va preparando. Vos tenés que darle el espacio que necesita para saltar, y, cuando se despega, uno tiene que irse hacia adelante con el antebrazo, suavizarle la boca para que pueda saltar. Cuando el caballo picó, tenés que ir hacia adelante, acompañar el movimiento. Se salta sin fusta, pero con espuelitas. En caso de que el caballo tenga una duda, la presión de las piernas ayuda. No lastima, sólo presiona. Es una herramienta que tenés para dar la señal adecuada. Si estás dudando sobre cómo abordar el obstáculo, se lo transmitís.

-¿Cómo vivís esta posibilidad de participar en los Juegos?

-Estoy muy contento. Tengo un apoyo muy importante de toda la familia. Mi padre tiene 62 años y viene todos los días, para el auto acá, baja y me entrena. Es lo que él siempre quiso hacer, y ahora se me dio a mí. A los Panamericanos no pudo ir, pero a los Juegos Olímpicos viene conmigo. El nuestro es un deporte sacrificado, porque estoy entrenando desde las siete de la mañana a las siete de la tarde, sin sábados ni domingos. Monto 12 o 13 caballos por día. Por suerte, a mi familia le gustan los caballos. Tengo un hijo que dice que es el dueño de Prince Royal Z de la Luz. Creo que poder ir a los Juegos Olímpicos, después de 56 años en los que Uruguay no compitió en los deportes ecuestres es una gran responsabilidad. Además, ir con un caballo tan bueno es todo un desafío. Vamos a dejar lo mejor.

-¿Cuál es el objetivo?

-Ojalá podamos llegar al podio. Disputamos todos los grandes premios y ganamos, y este año en los Juegos Olímpicos tenemos la oportunidad de ir a buscar una medalla.

-¿Cómo es el vínculo entre caballo y jinete?

-Hay que tener un vínculo especial. No sólo influyen el jinete y el caballo, también está el tratador, que es quien lo cuida y día a día está con él, y el veterinario, que también está encima. No alcanza con que el caballo sea bueno y el jinete también. El caballo tiene que tener buena alimentación, comer a determinadas horas, sin excepciones, y el veterinario debe revisarlo antes y después del entrenamiento. Además, tenés que conocer muy bien al caballo y el caballo tiene que conocerte bien a vos.