La Confederación General del Trabajo (CGT) de Argentina se formó en setiembre de 1930, pero en muy pocos momentos ha funcionado realmente como una federación de sindicatos, y en varias instancias históricas sus divisiones internas jugaron en contra de una lucha sindical fuerte y efectiva. Desde los años 40, la CGT es identificada con el peronismo y, al igual que ese movimiento político argentino, ha sufrido idas y venidas, así como fraccionamientos debido a cuestiones ideológicas y al personalismo de sus líderes. La CGT estuvo dividida durante los gobiernos de Juan Domingo Perón, así como en la última dictadura argentina y en las administraciones kirchneristas.

Después de las distintas divisiones llegaron las reunificaciones, pero los acontecimientos políticos volvían a generar distanciamientos. Fruto de esas divisiones continuas, se conformó la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) en los años 90. Esta central sindical mantuvo un enfrentamiento constante con el gobierno de Carlos Menem. En la década pasada, ya con gestiones kirchneristas, se produjeron otras divisiones que llevaron a que, desoyendo los consejos de Perón, se formaran cinco centrales de trabajadores totalmente independientes e incluso opositoras entre sí. La CTA se dividió entre la CTA de los Trabajadores, liderada por Hugo Yaski y de línea kirchnerista, y la CTA Autónoma, de Pablo Micheli, opositora al gobierno de Cristina Fernández. La CGT se fragmentó en tres partes: la Azopardo, conducida por Hugo Moyano; la Balcarce, conducida por Antonio Caló, y la Azul y Blanca, conducida por Luis Barrionuevo.

De tres a una

El año pasado la CGT estaba dividida en tres y la CTA en dos, y hasta hoy funcionan como cinco centrales sindicales distintas. Pero la victoria de Mauricio Macri generó un cambio en el escenario para las dos organizaciones. “Los principales referentes del sindicalismo argentino se posicionan de cara al próximo gobierno: unos buscan la unidad para fortalecerse en la mesa de negociaciones, otros exploran alianzas con la aspiración de ganar más poder. Los alineamientos estarán dados principalmente por sus formas de interlocución con el gobierno, reproduciendo el dilema histórico del sindicalismo frente a los poderes del Estado: buscar un lugar de asociación dentro del poder o plantear sus reivindicaciones y posiciones frente al poder”, escribían a fin del año pasado en una columna del diario Perfil el historiador Santiago Senén y el politólogo Fabián Bosoer, autores del libro La lucha continúa: 200 años de historia sindical en la Argentina.

“Es un clásico que el movimiento obrero, mayoritariamente peronista, se divida cuando gobierna el PJ [Partido Justicialista, peronista] y se unifique cuando gobierna una fuerza política de otro signo”, dijo en una columna publicada en la agencia estatal de noticias Télamel periodista Daniel Casas, también especializado en este tema.

Las primeras acciones en este sentido comenzaron apenas asumió el gobierno de Macri. En diciembre hubo un asado que reunió a dirigentes de la CGT y en el que se trataron las perspectivas del próximo gobierno, ya con las alarmas encendidas por la posibilidad de despidos en el sector privado y de pérdida del salario real como consecuencia de la más que probable devaluación. En enero los diferentes líderes anunciaron sus posturas acerca de distintos temas que afectaban a los trabajadores y a la situación económica argentina, haciendo referencia a que los líderes de las otras CGT estaban de acuerdo.

En marzo, cuando los temores de despidos y devaluación se vieron confirmados, se empezó a manejar la posibilidad de un paro convocado por las tres CGT, que tuvo lugar el 29 de abril. En las últimas reuniones previas a la movilización que acompañó a ese paro, se hizo hincapié en que no hubiera banderas partidarias y en que fuera un evento de trabajadores y no de movimientos políticos. En paralelo a la organización del paro, las cinco facciones que integran las dos centrales sindicales también trabajaron en conjunto en la elaboración de las ideas de base de la Ley Antidespidos, que fue impulsada por la oposición en el Congreso pero vetada por Macri.

En abril y mayo también comenzaron las declaraciones públicas. “La Argentina y el movimiento obrero necesitan una unificación”, aseguró Caló a periodistas en abril. Un mes después, Moyano opinó lo mismo y hasta bromeó al respecto: dijo que “el esfuerzo más importante” para reunificar a las tres CGT lo estaba haciendo el gobierno, “porque buena parte de las medidas adoptadas fueron repudiadas por la gran mayoría del pueblo y, en particular, por los trabajadores”. También en mayo, Moyano, Barrionuevo y Caló firmaron el comunicado “Un camino a la unidad”, publicado como publicidad en varios diarios. Allí se señalaba que la CGT realizaría una serie de instancias, que culminan el 22 agosto, en el marco de las cuales se iba a elegir “una conducción unificada, renovada y mostrando a todos que los dirigentes asumimos la responsabilidad de cumplir con la inmensa mayoría de los argentinos”, que, agrega, les pedían la reunificación de la confederación.

Cuestión de nombres

Sin embargo, la voluntad de unificar no significa que las diferencias estén saldadas: hasta hace una semana las tres CGT ni siquiera habían acordado cuál sería la forma de la dirección, y hoy están lejos de acordar los nombres que la integrarán.

Las opciones que estaban sobre la mesa hasta la semana pasada eran las de contar con un único secretario general, como establecen los estatutos de la CGT, o la de conformar un triunvirato con un representante de cada una de las actuales facciones de la CGT. Esta última opción generó oposiciones entre los integrantes de las CGT. “Si hay unidad tiene que haber un solo secretario general; de lo contrario, cada uno de los tres va a representar a un sector, no podríamos estar hablando de unidad”, advirtió la semana pasada el secretario general del sindicato de peones rurales, Gerónimo Venegas, y también manifestó que se postularía para ocupar ese cargo. Además, Venegas señaló los efectos políticos adversos que ha generado la división en el movimiento sindical: “En algún momento llegamos a tener 43 diputados nacionales, y hoy tenemos seis diputados [...] esto es un llamado de atención acerca de que hemos ido perdiendo lugares por la desunión del movimiento obrero”, dijo a Página 12.

Venegas integra la CGT Azopardo, dirigida por Moyano. Si bien su voz no es la única que se opone al triunvirato en este sector de la CGT, la mayoría respalda la postura de Moyano, de promover ese triunvirato.

En una reunión del Comité Central Confederal realizada la semana pasada, las tres CGT acordaron presentar en el congreso del 22 de agosto la propuesta del triunvirato. A su vez, tanto Moyano como Caló y Barrionuevo anunciaron que darán un paso al costado y no lo integrarán. Según los medios argentinos, hay tres candidatos claros para integrar la nueva dirección: Juan Carlos Schmid por la CGT Azopardo; Héctor Daer por la CGT Balcarce; y Carlos Acuña por la Azul y Blanca.

Los secretarios generales de las tres CGT han declarado a los medios que cuentan con el respaldo suficiente para que se apruebe la propuesta del triunvirato, pero hay oposiciones que se suman a la de Venegas así como otras candidaturas, como la del representante de los trabajadores de la banca Sergio Palazzo.

Pero también han surgido críticas de agrupaciones internas de las CGT que reclaman una mayor participación en las negociaciones. La queja de mayor peso ha sido la del Movimiento de Acción Sindical Argentino, una agrupación que es joven (se creó en 2012) pero está integrada por algunos de los sindicatos más pesados de argentina, como la Unión Ferroviaria o el Sindicato de Peones de Taxis, que tienen una gran capacidad de movilización. El secretario general del movimiento, el taxista Omar Viviani, también reclamó que la CGT cuente con una dirección unipersonal. “Tiene que haber una figura que pueda representar a todo el movimiento obrero sin que un sector tenga preponderancia sobre el otro […] una CGT con tres o cuatro secretarios generales tiene corta vida”, dijo antes de advertir que el movimiento, que tiene como candidato al ferroviario Sergio Sassia, está dispuesto a irse si el resultado del congreso del 22 de agosto no lo satisface.

Ellos también

A un ritmo bastante más lento, la CTA también evalúa unificarse. En este caso, el cambio de gobierno resulta más decisivo que en el caso de la CGT, ya que la CTA se dividió por las distintas posturas ante el kirchnerismo, y ahora ambas presentan una fuerte oposición al gobierno de Macri.

“Estamos trabajando en construir acciones en común”, dijo Yaski, titular de la CTA de los Trabajadores, de línea kirchnerista. “Es posible esperar que a mediano plazo se justifique una unificación de la CTA”, agregó, en mayo. Por su parte, Micheli, que lidera la CTA Autónoma, que era opositora durante el gobierno anterior, dijo en junio que mantenía “conversaciones” con Yaski en dirección a una unificación.

La CTA de los Trabajadores aparece bastante unida tras la iniciativa de su secretario general, pero no sucede lo mismo en la CTA Autónoma, donde Micheli enfrenta cuestionamientos internos tanto por el acercamiento con la otra CTA como por el aumento de las relaciones con Moyano, que incluso ha llevado a organizar actividades conjuntas. Algunos de sus opositores dentro de la central han denunciado que fueron amenazados y que se les intenta obligar a mostrarse de acuerdo con el acercamiento con la CTA de los Trabajadores.

Por su parte, quienes respaldan el acercamiento promovido por Micheli presentaron la semana pasada un comunicado en una conferencia de prensa en el que señalan que la prioridad debe ser defender los derechos de los trabajadores y no “continuar rencillas ya antiguas ante los ataques de quienes detentan el poder en Argentina”.