Hoy muchísima gente puede acceder a casi cualquier música, pero parece que ya no hay un espacio central, en el que una banda pueda ubicarse para proponer algo nuevo y lograr que todos la escuchen. ¿Cómo ve ese panorama?

-El mundo ha cambiado mucho, y sí, no creo que en este momento alguien pueda saber todo lo que está pasando con la música. En parte eso es muy bueno, porque hay mucho para escuchar, pero no me hace feliz que se haga por streaming o bajando mp3 de internet. No me gusta el estándar de calidad. Cuando uno graba, ya sea rock, jazz o cualquier otra cosa, trabaja duro para que suene bien, pero en mp3 gran parte de ese trabajo se pierde, y mucha gente ni siquiera sabe que hay una diferencia, porque ese formato es lo único que conoce. Además, el pago a los músicos por lo que se escucha en streaming no es justo; aunque algo se haya oído millones de veces, no te dan realmente mucho dinero, pero las compañías sí están ganando mucho. Y no está bien que la gente se acostumbre a que disfrutar con la música sea gratis, porque hacer buena música cuesta, hay que trabajar mucho. Lo hacemos porque lo amamos, pero la situación no es justa. Hay que encontrar alguna solución.

Hay otros cambios relacionados con la tecnología que no me gustan mucho. Por ejemplo, prefiero la música tocada directamente por personas, y no tanto la que se hace con computadoras, aunque a algunos les sale muy bien. Me parece que para que la música tenga algo de corazón es necesario que haya personas tocando juntas, no como cuando estoy solo en un estudio y le tengo que agregar batería a algo que se grabó antes. Cuando los músicos interactúan pueden pasar algunas cosas muy especiales.

Usted vivió el cambio que trajo la aparición de las máquinas de ritmo.

-Sí, fue cuando vivía en Los Ángeles. Los bateristas no estábamos muy felices... [se ríe]. Después de un tiempo se empezó a combinar el sonido de las máquinas con tambores, porque todos se dieron cuenta de que no era lo mismo, pero pienso que eso estaba claro desde el principio...

¿Cómo fue pasar de presentarse con grupos de jazz en lugares pequeños a tocar música pop en estadios llenos?

-Para mí, lo más excitante es el desafío de los cambios. Cuando era niño quería ser actor, pero nunca lo intenté porque soy muy tímido; tocar en público es una manera de actuar. Me gustan muchos tipos de música, y trato de no imitar nunca un estilo, sino de lograr el sentimiento adecuado. Es algo muy hermoso y excitante tocar un tipo de música que nunca hice antes. Pero para mí lo primero fue el jazz, y todavía es lo más importante, es la música que hago con mi propio trío.

Con un tremendo tecladista.

-¡Sí, Joe Davidian es un monstruo! De todos modos, no tengo mucha actividad con el trío; mi nombre es más conocido por el rock, así que no es tan fácil conseguir giras, y quizá no di con el manager adecuado.

Es imposible no preguntarle sobre su trabajo con Frank Zappa, que es una referencia musical y cultural enorme. ¿Cómo era él?

-El período en que toqué en su banda fue muy feliz para mí, sólo tengo buenos recuerdos. Siempre digo -y lo digo convencido- que tocar con él fue mi mejor escuela. Creo que muchas veces no se entiende por qué todas sus bandas fueron tan increíbles. Por supuesto que había grandes músicos en ellas, pero mucha gente puede formar bandas con grandes músicos que no suenan así. Lo que hay que entender es que él era un docente fantástico. Siempre había un momento en el que no todos esos grandes músicos podían tocar alguna nueva composición suya, y él tenía una manera excelente de enseñarla.

¿Estaba todo en partitura?

-No siempre. Al final de mi período en aquella banda, cuando estaban [el tecladista] George Duke y [la percusionista] Ruth Underwood, a veces sólo nos mostraba una idea y nos dejaba desarrollarla, porque ya llevábamos juntos dos años, y pienso que confiaba en nosotros.

¿Qué pasó con Ruth Underwood?

-[Se ríe] Ruth es una persona muy tranquila, le gusta llevar una vida muy tranquila. He hablado con ella más de una vez últimamente. Tiene dos hijos, que ya son grandes. A veces toca en la banda de sonido de una película o cosas así, pero no sale mucho, nunca tocaría en un local nocturno, y no sé si todavía le puede interesar salir de gira. Es una percusionista fantástica, y lo que pocos saben es que también es una fantástica pianista. Si quisiera, podría seguir dedicándose a la música a tiempo completo, y a muchos nos encantaría que lo hiciera, pero me parece que después de haber tocado con Frank ya no le interesó mucho volver a presentarse en vivo. No es que haya dejado de tocar, es sólo que no siente la necesidad de volver a estar en una banda.

Después de tocar con Zappa usted pasó a Weather Report. Es una trayectoria soñada, que muchos habrían querido.

-Sí, pero en realidad lo que pasó fue que Frank canceló una gira, y como yo casi no tenía contactos en Los Ángeles, porque había pasado mucho tiempo de gira, estaba preocupado por conseguir trabajo. En ese momento apareció Alphonso [Johnson], que es mi amigo desde que éramos muy jóvenes y estaba en Weather Report, que se había quedado sin baterista. Me invitó a tocar una noche con ellos y primero le dije que no, porque lo veía como una prueba y nunca me gustó ese tipo de situación. Él me aseguró que no era una audición, que sólo me estaba invitando a improvisar un rato: ¡por supuesto que era una audición! Pero funcionó, la química era la adecuada, y después de tocar eso era muy difícil echarse atrás y hacer otra cosa.

Era un grupo con una interacción muy intensa entre los músicos, que cambiaba continuamente la forma de tocar cada composición.

-¡Por Dios! Fue un período mágico para mí. Sólo un año, pero increíble, muy hermoso.

¿Cómo ve al jazz hoy en día?

-Es un período maravilloso. Hay tantas cosas nuevas... En realidad, el jazz siempre ha estado cambiando, con nuevos experimentos. Es necesario, porque no se trata de una sola cosa. Muchas veces no se recuerda que el comienzo de lo que hoy es el hip-hop estuvo en el jazz, después se desarrolló como algo separado, y hoy hay gente que lo vuelve a mezclar con el jazz. Siempre se está buscando algo nuevo: hay cosas que no van a permanecer y otras que con el tiempo se van a volver clásicas; sólo podremos saber cuáles si seguimos tratando de hacer algo diferente. Y hay una historia que los más jóvenes estudian e incorporan. Es una bella tradición, difícil de aprender, pero no soy un purista. Si alguien quiere hacer el experimento más loco, le digo “si es lo que querés tocar, tocalo”, aunque siempre habrá alguien de la Policía del Jazz que considere que “eso no es jazz”. Creo que el género todavía goza de muy buena salud, y ya no les pertenece sólo a los estadounidenses, es una música del mundo: tiene mucho público en Europa, también en Japón, y en giras por América del Sur he conocido a muchos músicos que realmente saben lo que hacen.

Le gusta la música brasileña.

-¡Amo la música brasileña! Diría que es mi favorita. Entré en contacto con ella por la gente de Weather Report. Toqué con artistas como Airto [Moreira] y Flora Purim, y por ellos llegué a Hermeto Pascoal, Milton Nascimento, Gilberto Gil... Me gustaría haber escuchado mucho más en vivo, pero hoy, con internet, el mundo es más pequeño, y es posible conocer música con la que de otro modo nunca habría estado en contacto, de Brasil, de África, de cualquier parte. Me quejo por algunas cosas de Youtube, pero también le estoy muy agradecido.

Cuéntenos algo sobre lo que van a tocar en el Solís.

-Gran parte del espectáculo está basado en composiciones de John Coltrane, con arreglos muy contemporáneos, más de fusión, e incluso mezclando rock. Uno de esos arreglos es de mi trío. También tocamos temas de Weather Report, y composiciones anteriores de Alphonso. Es algo muy fresco, muy agradable. Para mí es especialmente bueno porque tengo una relación muy especial con Alphonso, desde 1969, y siempre que tocamos juntos la pasamos muy bien.