El hecho es harto conocido: el 6 de setiembre de 1971 lograron escapar del Penal de Punta Carretas 111 tupamaros, utilizando un túnel y sin hacer un solo disparo, en la que fue una de las fugas más grandes de la historia, bautizada “El abuso”. La anécdota ocupa un lugar destacado en la cultura popular uruguaya, como la visita de Ernesto Che Guevara al país en 1961 o el arribo a la bahía de Montevideo del acorazado alemán Graf Spee en 1939. Los lectores atentos a la historieta uruguaya más reciente sin duda detectarán por qué he mencionado ambos acontecimientos: el segundo fue llevado a la historieta en 2008 por Rodolfo Santullo y Matías Bergara, y el primero por Pablo Roy Leguisamo y Marcos Vergara en 2013. Ahora le llegó el turno al gran escape.

Tupamaros: la fuga / 1971 cuenta con guion de Leguisamo y arte de Lauri Fernández; el dúo ya había ofrecido la mitad de la excelente novela gráfica Vientre (2012) y también la ficción distópica Regulación 0.75 - La dádiva (2014, que parece sugerir una predilección especial del guionista por los títulos alfanuméricos), y realiza este nuevo aporte en un buen momento: algunas de las páginas de Tupamaros: la fuga están sin duda entre lo mejor que han producido juntos y, de hecho, entre lo más interesante visualmente que se ha publicado en los últimos años en Uruguay. Podrían proponerse como ejemplos la mitad inferior de la página 47, las páginas 36 y 37 y las excelentes 32 y 33, aunque, en rigor, el nivel gráfico de la obra es parejo y alto: el fuerte de Fernández es, sin duda, la expresividad de sus trazos, a la que se suma en este libro un bellísimo uso del color.

El guion funciona correctamente, y si bien es cierto que contar una historia tan conocida y de la que cualquiera sabe el final no es fácil, en ese sentido aparecen, quizá, no “fallas”, sino elecciones curiosas, significativas, del guionista, que le dan personalidad al libro pero podrían ser objeto de alguna forma de crítica. No cabe duda de que el relato en general fluye bien y de que hay aciertos en los diálogos y la presentación de algunos personajes, pero parece evidente, también, que no hay una verdadera tensión dramática o narrativa, quizá porque no se buscó. De hecho, la relación de Roy con la anécdota a contar parece por momentos esquemática: lo mejor de su propuesta está en la página desplegable que, justamente, esquematiza el túnel y la fuga, y eso comporta una manera brillante de salir adelante con el problema de cómo narrar el pasaje por un túnel subterráneo, pero, a la vez, parece ceder o resignarse ante la idea de presentar el acontecimiento como en el pizarrón de una clase de historia. Sin embargo, considero que la elección fue correcta, que era más fácil fallar si se buscaban otras alternativas y que, como su historial de publicaciones y guiones lo señala, hay en Leguisamo más bien un espíritu de jugar por lo seguro, una aspiración a concretar ocasiones de publicación y crecimiento para su editorial. Afortunadamente, su manera de hacer una apuesta segura -y en esto interviene, sin duda, el talento de su dibujante- es satisfactoria en sí misma.

En cierto modo, Tupamaros la fuga / 1971 no termina de salir de esa suerte de esquema o exposición en clave histórica; hay más de Historia que de narrativa, pero dada la elección del tema, eso puede haber sido una buena idea. Cargar los elementos “novelísticos” con más diálogos entre José Mujica y Eleuterio Fernández Huidobro, más personajes ficticios dispuestos para conveniencia de la trama y más intrigas accesorias sin duda habría debilitado la propuesta; Roy parece haber decidido llevar la narrativa a su mínimo indispensable, y el apéndice “Notas históricas”, que vuelve a contar completo el relato con diferente atención a los detalles, es una muestra clara de que había más que decir que lo que fue contado en viñetas.

No luce desatinado leer la inclusión de ese apéndice (o el recurso de la página desplegable) como una reflexión sobre la Historia en la historieta, sobre el alcance, si se quiere, de la historieta en relación con la Historia. El tema les podrá parecer trivial a algunos lectores, pero no lo es, en lo más mínimo, para el cómic uruguayo reciente. La estrategia de plantear una novela gráfica que toque elementos tan vivos en la cultura popular para ganar un Fondo Concursable (cuya formulación, por supuesto, condiciona cierto interés por lo histórico) y financiar así un libro que después alimentará las arcas de la editorial y propiciará nuevos proyectos, en una movida que sin duda pone antes al proyecto editorial que a las realizaciones particulares (sin que esto vaya necesariamente, por cierto, en desmedro de la calidad de estas), ha propulsado el género en los últimos años y permitido el crecimiento de editoriales que luego pueden permitirse prescindir de ese modo de gestión.

En ese contexto, es sin duda relevante la manera en que es trabajada y presentada la historia (la atención a posibles polémicas, la opción de autor, la presentación de investigaciones exhaustivas que de alguna manera respaldan lo viable del proyecto y lo contagian de un aura de seriedad, las licencias tomadas por el guionista, la atención a la fidelidad histórica por parte del dibujante, los recursos narrativos, la apuesta o no a una comunicación aceitada y poco demandante con el lector, etcétera), y más aun por tratarse de historia reciente. Tupamaros: la fuga / 1971 se vuelve un buen ejemplo de cómo resolver ciertos problemas y salir adelante a la hora de presentar un producto satisfactorio en todos los sentidos.