Desde muy temprano, las ruedas formaron parte de la vida de Santiago Urrutia. El pibe que nació en Colonia, a mitad de camino entre Miguelete y Ombúes de Lavalle, lleva la pasión por los motores en la sangre, y eso lo llevó a triunfar a los 19 años. A los siete años ya sabía manejar, y desde los cinco compitió en Karting con rivales mucho mayores que él. A pesar de ser el mejor piloto uruguayo, no le gusta manejar en la calle porque se aburre, y prefiere dormir o mirar el celular, aunque reconoce que es medio “pesado” cuando es copiloto.

Hoy está primero, con 309 puntos, en la categoría Indy Lights, una competencia previa a la Indy Car, que se desarrolla íntegramente en Estados Unidos desde 1986 y en la que sólo suman los diez primeros clasificados de cada carrera. Le quedan dos circuitos por recorrer: el Grand Prix de Boston, un circuito callejero, y el Grand Prix de Monterrey (Laguna Seca, California), la pista en la que el recordado Gonzalo Gonchi Rodríguez perdió la vida el 11 de setiembre de 1999 en la curva Corkscrew, corriendo en la categoría Champ Car World Series, que se unificó con Indy Car en 2007. Urrutia ganó en 2015 en la categoría Pro Mazda, temporada en la que, en 16 carreras, subió diez veces al podio, obtuvo tres victorias y dos pole positions. Justamente en Laguna Seca, el 12 de setiembre, se consagró campeón.

¿Cuál fue el primer vehículo con ruedas que probaste?

-Lo primero que tuve fue un buggy, y después una bicicleta. Tengo fotos con un triciclo que hice pedazos de tanto andar. Después, cuando tenía tres años, mi abuelo, que era enfermo de los fierros, nos compró a todos los nietos una moto Yamaha Piwi 50. Era una moto rapidísima para ser chico. El abuelo me enseñó a dar marcha atrás y a manejarme con ella. Nos hacía caminos con bidones y teníamos que ir pasando. Después mi viejo fue el primero que me sacó a campo abierto, cuando tenía siete años, y aprendí a manejar la camioneta. Me encantaba la velocidad.

¿La competencia fue lo que te impulsó a participar en carreras de tan pequeño?

-Me encantaba la velocidad. El abuelo tenía un cuadriciclo y jugábamos por tiempo con mi primo. La competencia siempre me gustó, no me gusta perder en nada. Si vamos a correr hasta la esquina quiero ganar, y si no gano me enojo porque soy muy competitivo. Pero me la banco, sé perder. A los cuatro años, con esa misma moto empecé a competir porque se lo pedí a mi padre. Gané mi primera carrera y luego el campeonato en la modalidad de velocidad en tierra y motocross. Viajaba por todo Uruguay con la moto del abuelo. Después, a los cinco años dejé las carreras en moto, aunque a los seis corrí un Latinoamericano que gané, y me retiré para dedicarme a las cuatro ruedas.

¿Te retiraste a los cinco años? Una carrera muy corta.

-[Ríe] ¡Sí, me retiré! Dejé la moto porque a mi madre le parecía peligrosa. Además, mi viejo siempre fue un apasionado de las cuatro ruedas; llegó a competir en Colonia en las cachilas en la Limitada 31 Amateur. Mi madre sacó un préstamo para comprarme mi primer karting, y arranqué. Como yo era chico, me hicieron unos pedales especiales. Mi padre y el Cholo, un amigo de él, fueron mis primeros entrenadores y mecánicos, me enseñaron a manejar en las distintas situaciones. Empecé a competir con pibes mucho más grandes que yo. El mínimo para competir era nueve años, pero hicimos solicitudes y me aceptaron. Me hicieron ciertas pruebas para ver si conocía las reglas, el manejo de la velocidad y si estaba apto, incluso sacamos un permiso de menor. ¡Era la mascota del karting!

¿Empezar de tan pequeño te hizo madurar más rápido?

-El automovilismo me ayudó a madurar y a cambiar cosas del día a día. No estoy pensando en que si cometo un error me puedo lesionar, por ejemplo: eso sería tener miedo, y en este deporte no podés tener miedo. Si tenés un accidente, tenés que recuperarte cuanto antes y darle para adelante.

Tu gran desarrollo en el karting se produjo en Argentina. ¿Cómo es ese mundo?

-Aprendí, conocí y gané el campeonato de allá. Le debo muchísimo al karting argentino. Estuve con gente muy buena, que me enseñó y me ayudó. Fue correcto haber pasado por ahí para crecer y tener más experiencia. Mi padre habló con Rafael Barbarita, el número uno en Uruguay, y él nos recomendó viajar a Argentina para que pudiera crecer y tener un futuro mejor, si queríamos apostar en grande. Confiamos y fuimos. Me acuerdo de que iba algunas semanas y venía. Estaba en el liceo en ese momento y no podía faltar; tenía que agarrar el barco para venir e ir a clase. En 2010 volví a Uruguay y salí campeón por primera vez acá; fue un momento muy lindo. Después surgió lo de ir al Mundial de karting y me preparé para eso.

¿En qué medida te marcó ese Mundial?

-Recibí apoyo del equipo argentino, algunos sponsors, y mi familia hizo un gran esfuerzo para que pudiera ir. Había 80 autos, y tenés que clasificarte para entrar a la final. Es muy difícil. Me adapté muy bien, a pesar de que no conocía el motor ni la pista. En la instancia final tuve una chocada con Max Verstappen -que ahora está corriendo en la Fórmula 1- y no me dio para más. Me va a quedar ese gusto amargo, porque creo que yo estaba para llegar al podio. En los primeros días fui más rápido que el campeón europeo, y eso causó mucha impresión. Después corrí algunas carreras más en Europa y surgió lo de pasar al auto, porque ya estaba grande.

¿Cómo se maneja que un rival te choque y arruine tu trabajo?

-Tenés que bancarte esas cosas, no podés bajarte e ir a increparlo. Lo que pasa en la pista tiene que quedar ahí. Es parte de esto. Si se da una situación muy agresiva lo charlás, pero si no, volvés y salís a matar en la pista y lo demostrás ganando.

¿Cómo fue irse del país siendo tan joven?

-Cuando se me presentó la chance de irme fue un sueño. Toda la vida lo esperé. Sin darme cuenta, estaba viviendo solo y lejos. Podía salir mal, pero en ese momento dije que sí sin pensarlo. Dejé amigos y familia, aunque todos ellos me apoyaron para que pudiera cumplir un sueño. Fue muy difícil para mis padres, que tuvieron que dejar ir a un hijo, pero yo elegí ese camino y ellos lo aceptaron. Cuando surgió la chance, el equipo italiano con el que estuve en el Mundial me contactó con el equipo de fórmula y arranqué en la modalidad Abarth. Hice dos carreras en 2011 y luego corrí todo 2012. Fui campeón en la categoría Rookie y terminé cuarto en Europa y cuarto en Italia.

¿Cómo es adaptarse a un nuevo auto?

-Es difícil adaptarse a una fórmula nueva por primera vez. Es mucho más grande. La escuela del karting es muy buena, pero cuesta adaptarse. Si el equipo te ayuda, te adaptás bien. Tuve la suerte de caer en un muy buen equipo, donde me enseñaron mucho técnicamente.

Luego aparece la academia oficial de Ferrari, algo que obviamente superaba los límites…

-A fines de 2012 me hacen una prueba para ser oficial en la academia de Ferrari. Fui piloto seleccionado oficial en pista, pero lamentablemente Uruguay es un país muy chico y no pude reunir el apoyo que necesitaba para entrar a la academia. Me hicieron un seguimiento y estuve yendo a Ferrari para que me guiaran. Recibí un gran apoyo y aprendí mucho en lo técnico, fue una linda experiencia. Quizá con algún que otro apoyo hubiese entrado a la academia y quién te dice dónde estaría ahora. Cuando se interesan en vos te pasan muchas cosas por la cabeza: no querés equivocarte y pensás en hacer todo bien y que te den una mochila y una remera de Ferrari, pensás en todo. Pero tenés que andar fuerte y demostrar. Es un orgullo haber estado, no es algo que ocurra todos los días.

¿Cuán importante es tener apoyo para no perder esas oportunidades?

-Es muy necesario, pero yo no lo tengo y no me quejo. Te pongo un ejemplo: a Red Bull no le serviría agarrar a un uruguayo, porque somos tres millones. ¿Cuántas latitas podrían vender acá? Quizá hasta le diera pérdidas. Cuando uno llega a las categorías grandes y aparecen los sponsors, eso pesa mucho. Se fijan en tu historial, en tus carreras, en tus posiciones, si sos educado, si te vestís bien, pero también miran tu país, qué apoyo tenés.

¿Qué te pasa en el GP3 europeo?

-2014 fue el peor año de mi carrera deportiva. Ahí tenés un claro ejemplo del peso que tiene un país. Hay mucha política en esto, muy fea, y hay mucha guerra en el ambiente. No me trataron bien y no me sentí cómodo. No pude conseguir un solo punto en esa temporada. En ese momento, Dean Stoneman salió vicecampeón y yo al lado de él daba pena. Hoy él compite conmigo en Indy Lights y va tercero. Yo no podía entrar entre los diez primeros nunca. Me desmotivé mucho, casi dejo de correr, porque pensé que no era para mí y ya no estaba en un nivel competitivo. Pensaba en qué podía pasar: o el auto no andaba, o me estaban cagando, o era yo el que no podía manejar y no me podía adaptar. Pensaba que no podía haberme olvidado de manejar de un año al otro. Ese año fue muy negativo, pero también saqué cosas positivas. Te soy sincero: si me hubiese ido bien y el año pasado hubiese estado en Europa, habría sido mi último año. Precisás una valija llena de plata, se necesitan millones para correr y para llegar a la Fórmula 1. No iba a llegar nunca, no iba a conseguir el apoyo económico, y el apoyo político no lo iba a tener.

¿Qué tipo de cosas te pasaron?

-Por ejemplo, ese año corría un inglés por Red Bull que ganó las primeras carreras, y luego desapareció. Un día cayó un ingeniero, le cambiaron el motor y se lo hicieron nuevo, aunque está prohibido cambiar los motores. Volvió y salió campeón. Stoneman fue compañero mío de equipo; cuando yo llegué le estaban haciendo el auto a nuevo, y pudo ganar las dos últimas carreras. Nunca conté con eso.

¿De qué te agarraste en esos momentos?

-Te entra la duda de qué hacer. Pensé en dejar de correr, porque calculé que no iba a conseguir más apoyo en Uruguay. Que no tenía sentido seguir, porque yo había hecho todo lo necesario. Se hizo un evento de Drivers Challenge, en Cancún, en el que había pilotos de excelente nivel de Argentina, muy reconocidos, como Matías Rossi, Esteban Guerrieri. Y les gané. Entonces me di cuenta de que no estaba tan mal, eso me sirvió de impulso. Cuando volví a Uruguay busqué apoyo y me lo confirmaron empresas públicas, por eso me fui a Estados Unidos a empezar una nueva vida.

De arranque, llegás y ganás. ¿Cómo es eso?

-La primera carrera fue un circuito callejero que nunca había corrido; metí podio saliendo segundo. Empecé el año sumando puntos, hasta ganar el campeonato. Me adapté bien, me gustó mucho lo que pasaba. Nunca vi allí esa parte política que tenía tanto peso en Europa; si existe, no me di cuenta. Además, tengo un equipo muy bueno, tanto el año pasado como este. Creo que eso es la base de todo. Te acostás y te despertás sabiendo que el auto va a estar 100%. Quizá se rompa, pero eso porque es un fierro, no por culpa de ellos. Estoy seguro de que me dan lo mejor y quieren ganar el campeonato conmigo.

¿Hay una presión extra por todo lo que generás en Uruguay?

-Nunca nadie me dijo que tengo que ganar; es una presión personal. Yo sé que si el año pasado no ganaba, no corría más. Sabía que si ganaba iba a correr en Indy Lights. Lo mismo este año: si no gano, no sé qué va a pasar conmigo. Si gano, voy a ir a la Indy Car, que es la máxima categoría. Pero hablando de la gente, me gusta que se prenda, opine y dé para adelante. Me gusta mucho ver a los deportistas uruguayos triunfando, no sólo en el fútbol, porque hay deportes más sacrificados, aunque ahora se les da un poco más de bola.

¿Qué te pasó por la cabeza cuando competiste en el circuito en el que Gonchi Rodríguez perdió la vida?

-El momento más duro fue el día previo, cuando pasé por la pista y la caminé. Se te pasa por la cabeza toda la historia, el muro, el choque, la frenada, la curva. En el momento de ponerte el casco y encarar la curva lo hacés de la mejor manera, porque no podés pensar en eso, te tenés que concentrar. Desde el primer momento, cuando pasé esa curva, sentí que Gonchi estaba ahí, acelerando conmigo ese fin de semana. Estoy seguro de que me apoyó muchísimo, y quería lo mejor. Si el año pasado aceleró con un pie, este año va a acelerar con los dos para estar conmigo y ganar el campeonato.

¿Encontrás cercanías con su historia?

-Sí, en el tema del esfuerzo. Irse a vivir solo, no conocer el idioma, el tema de estar lejos de la familia, de la búsqueda de los sponsors, de ir y hablar con gente que no entiende nada de autos y hablar en otros códigos. Con su hermana Nani tenemos excelente relación. Mis padres hablan con ella y con su familia, que nos han ayudado y aconsejado mucho.

¿Cómo encaraste este año en Estados Unidos?

-Me enfoqué en salir campeón. Ese es el único objetivo, ganar el campeonato. Hasta que no gane no voy a parar y no va a ser suficiente. Si llego a ser campeón, quizá tampoco sea suficiente, porque voy a querer ir a la Indy Car y voy a querer ganar. Mi objetivo es siempre ir mejorando, estar al 100%, aprender y ganar.

¿Cómo manejás el hecho de tener que competir y de ser una imagen?

-Eso se aprende día a día. Hay que saber manejar muy bien las redes, porque podés decir algo, que te interpreten mal y se te genere un gran problema. En ese tema vas aprendiendo todo el tiempo. He aprendido a hablar, a encontrar la mejor manera de decir las cosas. Quizá si chocás en una carrera y agarrás el Twitter en caliente podés publicar cualquier cosa.

¿Con qué soñás?

-Con llegar a la Indy Car, con ser campeón, con ser el más rápido. Sueño con estar en el mejor equipo, sueño con formar una familia con una uruguaya en Estados Unidos, con tener a mis papás y a mi hermana, a mis amigos de toda la vida, aquellos con los que jugaba cuando era chico y a los que hice ahora. Quiero cumplir muchos sueños. Tengo apenas 19 años y vivir afuera me enseñó mucho. He dejado cosas de lado que capaz no me hicieron bien, pero cuando perseguís sueños no podés tener todo.