El Consejo de Formación en Educación (CFE) comenzó a discutir este año una propuesta de reforma curricular de las carreras que dicta (magisterio, profesorado, educador social, maestro/profesor técnico, asistente técnico de primera infancia y asistente de laboratorios tecnológicos digitales), de cara a “una gestión universitaria”, según afirmó Ana Lopater, la directora general del CFE, a la diaria. El consejo determinó una hoja de ruta, con distintas etapas y en el marco de un “proceso participativo”, donde los colectivos hicieron aportes que fueron sintetizados en un documento único por parte de la Comisión de Enseñanza y Desarrollo Curricular del consejo. El fin de semana pasado el CFE organizó el seminario internacional “La formación de profesionales de la educación en el marco de una cultura universitaria”, para que expertos extranjeros aportaran también sus miradas al documento, que plantea los fundamentos de una propuesta curricular. Según la hoja de ruta, los nuevos planes de estudio se aprobarán en mayo del año que viene. Todo este trabajo, consideró Lopater, “empuja” hacia la creación de una universidad de la educación.

Perfiles

Según explicó Lopater, se parte de una “concepción de derechos humanos; el educador para estos tiempos tiene que tener claro que se debe cumplir con el derecho a la educación, que todos son educables”. En ese sentido, el documento Eje I: la identidad de los profesionales de la educación y perfiles de egreso establece que el profesional debe tener “capacidad de analizar, interactuar y anticipar respuestas a situaciones complejas, que van más allá de transmitir un saber instituido. Se trata de un profesional capaz de promover aprendizajes en diversas situaciones, algunas veces de conflicto o exclusión social; capaz de buscar caminos distintos para respetar y garantizar los derechos de todos”. Plantea que “se amplía cada vez más la educación obligatoria” y que la propuesta curricular debe reconocer “la diversidad del alumnado”. “Esto último obliga a reflexionar sobre el nuevo perfil de los profesionales de la educación con competencias y habilidades que les permitan asegurar a todos una educación de calidad, respetando los distintos ritmos y modalidades de aprendizaje, atendiendo nuevas exigencias que parecerían presentarse cada vez con mayor complejidad, y no la formación para el ejercicio de prácticas dirigidas a todos los alumnos al mismo tiempo y de la misma forma”, afirma el documento.

Esto también tiene que ver con otro concepto que se maneja en el documento: el de abandonar el énfasis asignaturista de la formación docente. “La nueva propuesta curricular deberá poner el énfasis en la profesión de educar [...] superando la identidad en el campo del saber que se enseña, como muchas veces sucede en la docencia en educación media. Esta mirada focaliza la acción de educar, supera aquellos enfoques centrados en las disciplinas y obliga a plantearse los contenidos como medios para educar”, indica. También se plantea que se debe formar educadores “creativos y autónomos”, y que se debe reforzar “la idea colectiva de la profesión, superando la visión de que se ejerce en solitario”.

La nueva propuesta apunta a “cambiar de paradigma” y pasar de uno “basado en la enseñanza a otro basado en el aprendizaje”, lo que implica que “la tarea principal de todo educador es que se produzcan los aprendizajes que intencionalmente se ha propuesto”. La transformación de la formación de grado toma en cuenta que el profesional al que se apunta debe “aprender en toda su vida profesional”, con cursos de formación permanente y de posgrado.

Semestrales y con créditos

El documento Eje II: organización curricular propone que la carrera deberá “evidenciar la perspectiva de apertura y flexibilidad”, y tener en cuenta tres núcleos en la formación: las ciencias de la educación, contenidos específicos o disciplinares y la práctica. A su vez, debe integrar las tres funciones universitarias (enseñanza, investigación y extensión) y contemplar trayectorias obligatorias y materias electivas y optativas.

Se propone que se debe facilitar la navegabilidad entre carreras, para lo que se debe implementar la semestralización de las carreras. Esto “aliviaría la sobrecarga de asignaturas en un mismo período” y podría contribuir, afirma el documento, a la disminución de la desvinculación de los estudiantes. Además, menciona que en las universidades las materias son semestrales, por lo que adoptar este criterio facilitaría el intercambio, y que habrá que definir “qué asignaturas pueden ser semestralizadas y cuáles no”.

Por último, el documento Eje III: ingreso, evaluación y requisitos para la obtención del título introduce el debate sobre la creditización. Propone que un crédito académico se corresponda con 15 horas de trabajo estudiantil, presencial y no presencial, y que las carreras de grado tengan entre 350 y 370 créditos e impliquen una duración de cuatro años. A su vez, se plantea que la “hora” de clase debería pasar a ser una hora reloj, para poder lograr la complementación con otras instituciones universitarias. También propone la realización de un trabajo final de carácter monográfico o tesina, algo que ya se exige en las carreras de maestro y educador social, y se plantea que podría ser, también, “un trabajo práctico, al estilo pasantía con informe final”.