El Instituto Nacional de las Mujeres y el Fondo de Población de las Naciones Unidas presentaron ayer un informe con datos estadísticos de 2015 sobre las brechas de género, que desde el título es contundente: “La persistencia de las desigualdades de género en Uruguay”.

En términos generales hay algunos datos positivos desde la perspectiva de igualdad de género: desde 2010 el modelo predominante de hogar está compuesto por parejas en las que tanto varones como mujeres trabajan remuneradamente, mientras que el modelo tradicional, en el que sólo el varón trabaja, va en disminución. De todas formas, a nivel territorial quedan marcadas fuertes diferencias: en los departamentos al norte del río Negro es “significativamente mayor” el porcentaje de hogares en los que el varón es el único proveedor de ingresos, mientras que al sur predomina el modelo en el que ambos tienen ingresos.

Respecto del nivel educativo, los datos siguen evidenciando que las mujeres alcanzan niveles educativos superiores a los de los varones: 30% de las mujeres ocupadas mayores de 24 años tienen un nivel educativo terciario, y 50% llegó hasta la secundaria, mientras que el porcentaje de varones con nivel terciario es de 18%, y 54% llegó a nivel secundario.

El estudio presentado ayer concluye que en los últimos diez años disminuyeron las brechas entre varones y mujeres en cuanto a la tasa de actividad, de empleo y de desempleo. Mientras que en 2006 el desempleo afectaba a 8% de los varones y 14% de las mujeres, en 2015 afectó a 6,4% de los varones y a 8,9% de las mujeres.

Al comparar los ingresos que reciben mujeres y varones surge que en las ramas consideradas feminizadas las mujeres reciben ingresos “sustancialmente menores” que los de los varones. En cambio, las mujeres ocupadas en las ramas masculinizadas (en las que están ocupadas sólo 7% del total de mujeres), los valores se acercan a la igualdad o incluso superan los de los hombres, en general porque las que están ocupadas en esos sectores están en cargos de mayor calificación.

Uno de los datos que más evidencia la brecha de género surge al analizar a las personas que no tienen ingresos: en todos los casos es mayor la proporción de mujeres que no tienen ingresos propios que la de varones. En el quintil de menores ingresos, 22,1% de las mujeres no tienen ingresos propios, y ese número baja a 14,4% entre los varones, mientras que en el quintil de mayores ingresos, 7,8% de las mujeres no tienen ingresos y sólo 2% están en esa situación. Al discriminar esta variable según la situación conyugal, se evidencia que la brecha de género es mayor entre las personas casadas o en unión libre, y disminuye entre quienes están solteros o divorciados. Por ejemplo, 21,6% de las mujeres casadas no tiene ingresos propios, mientras que sólo 1,8% de los varones casados no tiene ingresos.