“'¿Y tu mamá?'. 'No tengo, la mató mi papá'. Es terrible, vamos a tener una generación de gurises sin madre”, protesta Ana Paula, una de las primeras manifestantes que en la tardecita del lunes se sumó a la convocatoria en repudio al asesinato de Lucielle Martins. Madre de un niño de dos años y trabajadora, Lucielle, de 25 años, fue asesinada por su ex pareja la mañana del domingo, en su casa del barrio El General.

A partir de la convocatoria en las redes sociales, unas 200 personas vestidas de negro se concentraron en la “placita del reloj”. No hacía más de dos semanas que algunos colectivos feministas se habían movilizado en recuerdo de Yenny Chico, la primera víctima de femicidio de 2016, también en esta ciudad. Portando algunos carteles, los manifestantes tomaron la avenida Artigas rumbo al centro de la ciudad, gritando los nombres de Lucielle y de Yenny, exigiendo justicia y que “se declare la emergencia nacional”.

Ya en la plaza 25 de Agosto, fue leída una proclama de Mujeres Autoconvocadas de Colonia y la Colectiva Feminista Las de Abajo, en la que denunciaron que las muertas a causa de la “violencia machista parecieran invisibles o desconocidas para la comunidad”, pero que, sin embargo, “no son algo de los últimos años”, sino que “forman parte de la cultura patriarcal en la que vivimos”.

Reconocen que si bien “en los últimos años ha habido avances en la visibilización de este flagelo y en el desarrollo de algunas políticas públicas en materia de violencia de género, estas siguen siendo letra muerta y demagogia pura, ya que no están teniendo un impacto real en la vida de las mujeres”. Responsabilizaron a “la falta de voluntad política” de que no sea efectiva “la implementación de leyes y programas que aborden de raíz la violencia machista” y que “garanticen los dispositivos necesarios para la contención y asistencia en casos de violencia”. Las oradoras reclamaron que se “erradiquen los obstáculos tanto desde la Policía como desde el sistema judicial, que muchas veces obstruyen la presentación de denuncias o no imparten una justicia verdaderamente justa”.

Un par de vecinas también hicieron uso de la palabra. Sobre el final, Soledad García, una de las oradoras, gritó, megáfono en mano: “Hoy un chiquito se quedó sin su mamá”. Llamó a organizarse y a luchar, “porque el cambio social y cultural depende de todas y de todos, y este cambio lo debemos construir todos los días” como base “para una sociedad más justa e igualitaria, y para ello nos organizamos desde abajo, para ir deconstruyendo y sentando las bases de una sociedad realmente diferente”.

“Ya estamos hartas. Si luchamos podemos perder, pero si no luchamos estamos perdidas”, finalizó Soledad, entre las palmas de los presentes y la mirada curiosa de algún que otro turista que pasaba por el lugar.