Pinturas, artesanías, pedazos de escenografía a medio armar, mucho color; en un rincón, casi escondidos, un par de estuches de guitarra. El paisaje del lugar en el que ensaya Buceo Invisible ratifica su condición de grupo multidisciplinario. Así como en el medio de una canción se cuelan recitados de poesía, también en un toque se apoyan en formatos audiovisuales. Los pájaros, los cines, la lluvia es el título del espectáculo que tendrá lugar en el teatro Solís, este jueves, para festejar dos décadas de existencia del colectivo. Por tal motivo, la diaria conversó con Diego Presa, una de sus voces y principal compositor.

–Hace 20 años se formó Buceo Invisible, pero no el grupo de música.

-Claro. Hace 20 años fue la primera reunión de los cinco amigos que empezamos con la idea de formar un grupo, que tenía la característica de ser -entre varias comillas, porque es una palabra fea- “multidisciplinario”: había dos poetas, un plástico, uno que escribía narrativa y que había empezado a hacer sus canciones, y yo, que hacía canciones y escribía poesía también. Ese fue el núcleo. Lo primero que hicimos hacia afuera fue un fanzine, El corazón reversible, que tenía poesía, cosas nuestras y una especie de manifiesto que se llamaba “Los restos del sueño muerto”, porque sentíamos que entre ellos vivíamos. En un momento había una especie de decálogo que decía que no nos habíamos hecho publicistas porque la infección no nos había llegado al corazón. Era un poco radical. Casi una década después se terminó consolidando un grupo musical dentro de Buceo Invisible: una banda con seis músicos y dos poetas que se suben a escena.

–A veces se los cataloga como una banda de rock, pero tienen varios ribetes de lo que hoy se llama “música popular uruguaya”. Además, cuando ustedes arrancaron, dentro del rock nacional sonaba El Peyote Asesino, por ejemplo, que no tiene nada que ver con su propuesta.

-Sí, y era una época un poco desértica en ese sentido, no se generó una fuerza que nos marcara. Sí habíamos agarrado, en los inicios de nuestra adolescencia, a Los Estómagos, Traidores y Los Tontos. Pertenecemos a una generación bisagra: llegamos a vivir conscientemente el fin de la dictadura y el principio de la apertura democrática. Estábamos en la escuela, pero nos marcó cierta proliferación de símbolos y cosas fuertes que había en ese momento.

–La melancolía atraviesa los cuatro discos de la banda. ¿En tus composiciones surge per se o la buscás?

-No sé si soy melancólico, pero reconozco que es algo que nos ha acompañado siempre, como forma de adjetivar la música de Buceo Invisible.

–De hecho, en el último disco del grupo, El pan de los locos, de 2015, hay un tema que se llama “Segundo movimiento (melancolía)”.

-Sí, pero en realidad tenía que ver más con la película [Melancolía, 2011] de [Lars] von Trier que con el concepto, aunque jugaba con eso. Pero cuando estamos arreglando o componiendo la música, nunca existe la intención previa de que genere un estado de ánimo o se identifique con determinados estados de ánimo. También pasa que el concepto que se tenía acá de rock era un poco limitado. La cultura rock es bastante amplia. Leonard Cohen forma parte de ella, por ejemplo, y el pogo con Leonard Cohen es... muy lento.

–Cohen es otro ejemplo de compositor melancólico; hay quienes tildan su música de depresiva. ¿Les ha pasado que los etiqueten así?

-El otro día. Vino un pelado y nos dijo: “A mí me gusta lo que hacen, pero es depresivo”.

–Esa frase trae implícita la idea de que la música tiene que ser siempre alegre u optimista: “No hay que llorar, / que la vida es un carnaval / y es más bello vivir cantando”, o alguna pavada similar.

-Exacto. En el caso de esta persona, sé que tiene una sensibilidad bastante refinada, pero en general hay una perspectiva de que si le bajás la velocidad al metrónomo, ya es un terreno peligroso. Me parece que tiene que ver con esa visión un poco reducida de la cultura rock, que a mí me interesa especialmente, desde fines de los años 50 hasta ahora. Ninguno de nosotros piensa o siente que Cohen sea depresivo. Y tampoco [Eduardo] Darnauchans, por ejemplo, que convivió con eso toda la vida. Y era incluso más fácil identificarlo así a partir de algunos textos, sobre todo de Sansueña [1978], relacionados con el suicidio; pero su estructura melódica no es para nada depresiva, sino siempre luminosa.

–¿Por qué demoraron nueve años en grabar su disco debut, Música para niños tristes [2006]?

-En los primeros años grabamos un par de casetes, que consideramos parte de la prehistoria. En este concierto vamos a tocar un par de aquellas canciones, pero rearregladas. Considero -modestamente, como decía Vittorio Gassman- que algunas son muy buenas composiciones, pero tenían una gran inmadurez interpretativa, por lo menos en mi caso, y no nos ha interesado reeditarlas. En realidad, en aquel momento nos bastaba con trabajar en la interna, juntarnos los domingos y hacer algún espectáculo dos o tres veces por año, al que llamábamos “muestra”; con eso el grupo funcionaba y cumplía su razón de ser. Con el tiempo, fuimos necesitando grabar un disco en mejores condiciones, con otra atención. Así surgió Música para niños tristes, que fue un momento clave, bisagra.

–¿Por qué se juntaban los domingos? ¿Para no sufrirlos?

-Claro, para zafar un poco de ese momento. Cuando empezamos con esto fue como ponerle una pequeña trampa al bajón de domingo. Era como una declaración: en el momento más abajo de la semana, vamos a transformar la cuestión. Después se volvió un hábito. De todos modos, yo hace muchos años que no sufro los domingos, pero conocí eso.

–¿Cómo se las ingenian para crear canciones entre tantos músicos? En El pan de los locos hay dos temas que están acreditados a siete integrantes, una cantidad poco frecuente. Asumo que para ustedes los arreglos son parte de la composición.

-Cuando los arreglos definen la composición, forman parte de ella. Si eliminás determinados arreglos y la canción pierde su identidad, es porque forman parte de la estructura básica, que es lo que define una composición. Básicamente, esas músicas surgen a partir de una idea -un par de acordes, un riff, etcétera-, y luego se va generando una estructura; sería imposible decir quién tuvo la idea de poner tal cosa o de cambiar de acorde. Es una composición colectiva.

–Pero tanta cantidad de manos se da más en la música que en las letras.

-Sí, las letras son más individuales, porque es más difícil hacerlas entre varios. Igual hay una de las letras del disco, la de “En la inundación”, que la arranqué yo, con una idea general del texto y algunas estrofas terminadas, y la terminaron Guillermo [Wood] y Santiago [Barcellos]. Pero se da más en la música, sin duda. Y en nosotros se ha dado cada vez más la composición colectiva, que me parece súper interesante.

–¿Cómo ves el ambiente musical actual comparado con el de 1997?

-Ahora hay un poco más de entusiasmo y muchas más propuestas. Por ejemplo, una cosa que ha cambiado mucho es el lugar del cantautor o del tipo que toca solo con su guitarra en un boliche. Hace 20 años no estaba contemplada esa posibilidad. Por otro lado, nosotros sentíamos en ese momento que la canción tenía una importancia en el entorno que hoy parece que no tuviera. Quizá por el torrente desenfrenado de cosas a las que uno puede acceder, parece que todo valiera lo mismo.

–¿Te referís a que ahora la música parece ser nada más que un entretenimiento?

-Como una pata más de esta sociedad de consumo. Y es difícil poder profundizar y tomarte el tiempo para meterte en el mundo creativo de determinada propuesta cuando hay tanta cosa. Es ahora esto, dentro de un ratito aquello y enseguida otra cosa. Pero no sé, voy a terminar haciendo un análisis sociológico para el que no tengo elementos. Hace 20 años existía internet pero no teníamos acceso. Cuando arrancamos, el fanzine tenía un correo de voz, la gente nos dejaba mensajes. Y cambió muchísimo la realidad del músico independiente, de la propuesta que va por afuera de los carriles tradicionales de difusión. Buceo Invisible pasó diez años en ese camino.

–¿A qué se debe el nombre del espectáculo?

-No queríamos que se llamara “20 años de Buceo Invisible” y quedara solo en eso. Queríamos marcar que, si bien tiene que ver con los 20 años, por otro lado es un espectáculo nuevo, una muestra que tiene un montón de material nuevo y cosas específicas para este momento. No es un ejercicio nostálgico, sino una foto de un grupo que está vivo.