Ayer, y en el marco del Día Internacional de Lucha contra el Maltrato y Abuso Sexual contra Niñas, Niños y Adolescentes, el SIPIAV presentó un informe sobre las situaciones de violencia atendidas en 2016. María Elena Mizrahi, coordinadora del SIPIAV, dijo a la diaria que la violencia es un tema de toda la sociedad y de cómo se estructura el poder. Mizrahi aseguró, además, que la identificación de la violencia contra niños, niñas y adolescentes como problema es reciente, y explicó que para este se tomaron en cuenta los casos de todo el país. La información fue aportada por el Sistema de Información para la Infancia (SIPI) del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU).

El año pasado hubo un total de 2.647 situaciones de violencia -un promedio de poco más de siete por día- registradas entre los diferentes servicios, como los Centros de Atención a la Infancia y la Familia, los Clubes de Niños, Línea Azul y otras instituciones. La escuela, de todos modos, sigue siendo un lugar privilegiado para detectar los distintos tipos de violencia. Y aunque el documento destaca que esta información es la mejor herramienta disponible al momento para obtener datos sobre la infancia y la adolescencia, aclara que no releja el total de situaciones de maltrato y abuso que sufren los niños, niñas y adolescentes, porque no todos los casos llegan a ser registrados.

Los números

La discriminación por sexo en los casos de violencia evidencia una paridad relativa: 54% de las víctimas fueron niñas o adolescentes mujeres, y 46%, varones. 44% de los violentados tenía entre seis y 12 años; 32%, entre 13 y 17 años; 14% del nacimiento a los tres años; 8% entre cuatro y cinco años, y 2% eran mayores de 18 años.

En cuanto al sexo, si bien hay una paridad hasta los 12 años, a partir de la adolescencia aumenta el porcentaje de mujeres violentadas. El SIPIAV dice que la variable de género agrega vulnerabilidad en esa etapa.

En 2016, del total de las situaciones registradas, se pudo contar con información completa sobre las violencias sufridas por los niños, niñas y adolescentes en 2.375 casos, casi 90%. El texto asegura que las víctimas sufren más de un tipo de violencia a la vez. “Rara vez un tipo de maltrato se presenta en forma aislada, sino que por el contrario distintos tipos de violencia coexisten y son sufridos por NNA [niños, niñas y adolescentes] de manera simultánea”. Por otro lado, sólo una de cinco situaciones fue detectada en un único episodio: 80% de las situaciones de violencia se dieron en forma recurrente. Nueve de cada diez situaciones fueron detectadas en fase crónica (violencia reiterada y sostenida en el tiempo).

El informe aclara que las cifras no significan un aumento o disminución de un tipo de violencia en términos absolutos, sino del porcentaje de cada violencia respecto del total de las situaciones registradas en forma completa. Según lo relevado, 42% de los casos corresponde a maltrato emocional, 20% a abuso sexual, 20% a abuso físico y 18% a negligencia. En 2016 hubo un aumento porcentual de la negligencia como forma de violencia registrada y una disminución del maltrato emocional, respecto de 2015. Sobre la negligencia, el documento señala que hay dificultades para discriminar las situaciones de negligencia referidas a la responsabilidad parental de las de vulneración de los derechos de las familias. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) “la negligencia se refiere a la omisión de quien tiene responsabilidad de cuidar y velar por el desarrollo de los niños, niñas y adolescentes, estando en condiciones de hacerlo, en una o más de las siguientes áreas: salud, educación, desarrollo emocional, nutrición, vivienda y condiciones de vida seguras. La negligencia se distingue de las circunstancias de pobreza, pues la negligencia puede ocurrir únicamente en los casos donde los recursos razonables están disponibles para la familia o cuidador”.

En el caso del abuso sexual, las víctimas son mayoritariamente de sexo femenino: 74%. Hay una doble vulneración de niñas y adolescentes, y se evidencia una preeminencia de los varones como agresores. El abuso sexual aumenta con la edad y llega a su pico en el rango de mayores de 18 años.

De los niños, niñas y adolescentes que sufren violencia sólo 38% la visualiza, lo que muestra la naturalización de la violencia.

Agresores

93% de las personas que agreden son familiares directos o pertenecen al grupo de convivencia del agredido. En 36% de los casos el padre es el agresor, y en 35% es la madre; 11% corresponde a la pareja de la madre, 10% a otro familiar, y 7% a una persona que no es de la familia. En 1% de los casos el agresor es la pareja. 96% del abuso sexual es cometido por hombres, y el maltrato emocional también es ejercido mayormente por varones (67%), así como el maltrato físico (61%). De los casos de negligencia, en 78% (poco más de tres de cada cuatro) las madres son las principales agresoras. El informe señala que es necesario un estudio que relacione la negligencia atribuida a las madres con cargo exclusivo y el abandono por parte de los padres, incluyendo el incumplimiento de las obligaciones de alimento (violencia patrimonial, un aspecto que no fue incluido en el estudio). Además, “la violencia doméstica disminuye la capacidad de las mujeres para atender las necesidades básicas de los niños, niñas y adolescentes, por la situación física y emocional en la que se encuentran, lo que puede generar situaciones que podrían confundirse con negligencia y abandono”. En el caso de la negligencia, 81% de los agresores y agredidos conviven, mientras que en el abuso sexual la convivencia se da en 19% de los casos, una proporción que de todos modos parece demasiado alta. “La proporción menor de convivencia en situaciones de abuso sexual está marcando la condena social de esta práctica, así como reconociendo que la protección de NNA en esas circunstancias no es posible”.

El grupo de edad de entre 30 y 39 años concentra 36% (más de un tercio) de quienes agreden, seguido del grupo entre 18 y 29 años, con 24% (casi un cuarto del total).

Si bien es importante conocer las cifras de maltrato, es fundamental dar respuesta a los casos detectados. El informe señala que en tres de cada cuatro situaciones, las familias fueron incluidas en un proceso de protección y reparación de las niñas, niños y adolescentes. “La inclusión del núcleo familiar es un aspecto que se encuentra alineado con el Modelo de Atención SIPIAV de trabajar en los niveles individual, familiar y comunitario, que se sustenta en el principio de la necesaria integralidad en la respuesta”.

Irreparable

María Elena Mizrahi, coordinadora del SIPIAV, dijo a la diaria que en toda su carrera nunca vio un caso como el de Felipe Romero. Mizrahi dijo que cuando se detectó un cambio de comportamiento en la conducta del niño, se actuó, pero “la situación se precipitó de forma muy rápida”. La coordinadora recomendó consultar el “Mapa de ruta para las situaciones de maltrato y abuso sexual en niños, niñas y adolescentes detectadas en el ámbito escolar” (edición 2013), como una herramienta para las situaciones de amplia complejidad. La jerarca recomendó que las personas se dirijan a los centros de referencia (policlínicas, centros educativos, Centros de Atención a la Infancia y la Familia, escuelas, etcétera) cuando sospechen de casos de abuso. Si se trata de familias muy cerradas o de casos extremos, recurrir a la Línea Azul (0800 5050).