–Cuando formaron Los Espíritus, Maxi [Prietto] venía de una banda bastante conocida en el underground. ¿Vos dónde estabas tocando?

-En mi casa; habíamos tenido alguna banda con Maxi a los veintipico, pero después me dediqué a otra cosa -a trabajar en cine-, y volví a la música cuando formamos Los Espíritus.

–¿Y cómo fue ese reencuentro con la música?

-Maravilloso. De hecho, el laburo en Los Espíritus significó que dejara mi otro trabajo y me dedicara a buscarme la vida como músico.

–Esa opción ya es bastante tocando en una banda independiente, pero hacía mucho tiempo que no se veía a una banda como ustedes llamar tanto la atención fuera de los circuitos under.

-Sí, a partir del disco Gratitud (2015) empezamos a llevar más gente y tuvimos que generar lugares fuera del circuito indie. Así llegamos a hacer esto que se llama “Hacele caso a tu espíritu”, una fiesta que venimos haciendo en Capital Federal (Buenos Aires) desde hace dos años, más o menos. La idea es hacer algo que no sea sólo un recital, sino que la gente se pueda quedar escabiando una birra, bailando, escuchando música. Este año sacamos a esa fiesta de gira. Los DJ somos nosotros, ponemos la compu al lado del escenario y nos vamos turnando. Queremos que la gente no tenga por qué irse a otro lado para seguir la noche.

–Sus discos suenan muy bien, a diferencia de lo que suele ser habitual en el indie, donde se prefiere un sonido más desproljo y menos cuidado.

-Es la idea, alejarse del low-fi. Ahora grabamos por primera vez en un estudio profesional, porque los dos discos anteriores los habíamos hecho en la sala de ensayo, y es un estudio que graba en cinta. Queríamos darle ese color; cuando grabás en cinta lo que queda ya tiene cierto master, esa cosa de que no podés manipular tanto el sonido. Nuestra búsqueda del sonido pasa por encontrar algo límpido y específico, que no sea tan azaroso. Me parece que en ese aspecto subimos un escalón con este nuevo disco. Por primera vez llegamos con todo ensayado; antes, en las tomas 1 y 2 todavía no sabíamos cómo era la canción, recién en la 3 empezábamos a darnos cuenta. Ensayamos mucho, todo enero, de lunes a domingos, de 15.00 a 19.00 fijo, y la verdad es que funcionó muy bien, hubo temas que quedaron de primera. Pero además teníamos que aprovechar el tiempo, porque estábamos alquilando el estudio y eso sale guita.

–¿Y a nivel de composición por dónde viene? El primer disco tenía un toque más funky y Gratitud era más blusero...

-Me parece que es todavía más blusero, nos hemos ido poniendo cada vez más bluseros con el paso del tiempo. Gracias a internet pudimos empezar a escuchar mucha música que estaba descatalogada y en la que nos vimos muy reflejados. En esa mezcla de blues, la voz porteña -en nuestro caso- o rioplatense, y lo rítmico. Acá en Uruguay hubo bandas pioneras, como El Kinto o Tótem, que para nosotros son una búsqueda parecida a la nuestra, pero las escuchamos ya de grandes, cuando ya estábamos produciendo música.

–En una entrevista ustedes decían estar muy interesados en sus raíces más locales. Eso es un poco lo opuesto a la tendencia habitual del under, que suele estar mirando más bien lo último que se produce afuera.

-Nosotros, un poco al revés; estamos tratando de ir a la raíz, de meter cosas autóctonas. A nuestra manera, ¿no? Tampoco es que nos pongamos a estudiar los ritmos de folclore, pero no le escapamos a eso para nada. Y no estamos viendo afuera cuál es el último grito de la modernidad; medio que nos chupa un huevo eso. Lo que nos mueve es más bien un viaje interno.

–A nivel tímbrico, entre el pedal de wah-wah y las acústicas de cuerdas de nailon, suenan bastante retro.

-Bueno, Maxi tiene una forma de tocar muy hendrixiana, y Miguel [Mactas], que es la otra guitarra eléctrica, se planta mucho en lo rítmico, le gusta mucho el reggae. Tiene una banda de reggae. El bajista, Martín [Fernández], en realidad es guitarrista y tiene otra banda en la que toca la guitarra. La parte rítmica tiene mucho que ver con él y con Pipe Correa, el baterista, que es colombiano y tiene un toque muy personal. Aprendió a tocar el tambor con el papá, saliendo a los ocho años a desfilar por el pueblo. Tiene incorporados muchos ritmos y conoce todos los caribeños, pero se vino a Buenos Aires a tocar rock. Nosotros fuimos el año pasado a tocar en un festival que se hace en el aeropuerto donde se murió Gardel.

–¿Es cierto que tuvieron un gran éxito en México con el tema “Lo echaron del bar”?

-Sí, cuando subimos a la red nuestro primer EP, que se llamaba Lo echaron del bar, no teníamos ningún aparato de prensa, ni mánager ni nada. De alguna manera llegó a una radio del DF, y ese año salió primera en el conteo de las canciones más escuchadas. Desde entonces tratamos de generar los medios para ir allá, y recién pudimos hacerlo el año pasado. Tardamos cinco años. Estuvo fantástico, y este año vamos a volver; ahora nos va a costar menos.

–¿Cómo fue el contacto acá? La primera vez que tocaron en Montevideo fue abriendo para Buenos Muchachos.

-Para nosotros fue un empujón que nos dieron los Buenos Muchachos con toda su generosidad, porque toda esa gente los fue a ver a ellos. A raíz de eso, a los dos meses hicimos un show en La Trastienda nosotros. El vínculo arrancó porque Pedro [Dalton] nos mandó un mail felicitándonos por el disco y tirando buena onda. A él le gusta escribir, así que manda mails largos y lindos de leer, es un tipo muy amoroso. Yo conozco a los Buenos Muchachos desde hace mucho tiempo y los había visto en vivo en 2004 en La Pedrera. Después los invitamos a tocar con nosotros allá, y había una primera fila del público que estaba a full con lo que hacían. No todo el mundo los conocía, pero los de adelante estaban extasiados.

–Me llamó la atención en su último disco la canción “Negro chico”: no es una expresión muy porteña.

-Es directamente una expresión uruguaya; es acá donde si tenés un Carlos mayor y te llamás Carlos sos “el Carlos chico”, y si estaba el Negro, sos “el Negro chico”. Allá no existe, pero mis padres y mi familia son de acá, y es un tipo de léxico que manejo. Hay una canción de [Eduardo] Mateo sobre un conventillo, que le escuché tocar a [Hugo] Fattoruso y dice “negro chico se enfermó, taca taca taca...” ¿Cómo carajo se llama?... ¡“Bien de bien”! [es una composición a medias con Ruben Rada] Nunca escuché la versión de Mateo, no sé si existe; cuando la escuché dije: “Ah, está también en una canción esto del ‘negro chico’”. Y está bueno, porque perfectamente el personaje podría ser el mismo.

–Dijiste que antes de Los Espíritus habías dejado de tocar en bandas y te habías dedicado a trabajar en el cine. ¿Te habías alejado del todo de la música?

-No, siempre había seguido tocando la guitarra y componiendo, pero mi economía iba por otro lado. La diferencia es que ahora la música, además de mi vocación, es mi fuente de ingresos. Eso cambia un montón el compromiso que uno tiene. Me comprometí mucho más conmigo mismo, y prefiero estar comprometido conmigo mismo que con el dueño de una productora para hacer la publicidad de Brahma, que me chupa bien un huevo y produce conflictos morales. De hecho, ahora ni siquiera tengo un aparato de televisión.