El Festival Sala de Parto, que se hace en Perú y que en 2016 recibió a personalidades de la escena como Sergio Blanco, Claudio Tolcachir y Sergi Belbel, será inaugurado este año por una directora uruguaya: el 13 de setiembre, la que dará inicio a este encuentro internacional de teatro será Marianella Morena, con un espectáculo de gran porte: en el Parque Próceres de la Independencia de Lima, que abarca unos 4.800 metros cuadrados, se estrenará Bicentenaria, una obra de las peruanas Mariana Silva y Claudia Tangoa, con dirección de Morena, que contará con 200 mujeres en escena, entre ellas las reconocidas actrices Magaly Solier –protagonista de la película La teta asustada (Claudia Llosa, 2009)– Evelyn Ortiz, Michela Chale, la rapera y conductora de televisión Mera de la Rosa y Katerina D’Onofrio. Así, artistas, periodistas, abogadas, deportistas, amas de casa, famosas y anónimas, feministas y no feministas, se reunirán en una puesta que intenta revisitar la figura de la mujer a lo largo de dos siglos. Y según adelantó Morena a la diaria, la selección de las participantes no respondió a ninguna condición artística, ya que se trata de una obra que “no sólo se crea a través de lo visual, y de una puesta masiva, sino también a través del contenido, de lo que se dice, y eso sí es muy poco usual”.

Para la dramaturga, este encuentro peruano presenta una singularidad en lo que tiene que ver con la habitual ingeniería de los festivales latinoamericanos: el teatro La Plaza es un espacio privado que se guía por la lógica comercial, y a su vez gestiona el festival Sala de Parto, que es un proyecto exclusivamente artístico, centrado en la apuesta por nuevos lenguajes y por el fortalecimiento de la dramaturgia peruana, que vendría a ser “lo que no genera ingresos” en la dinámica de los responsables de ambos. “Esto me parece muy interesante porque se piensa un proyecto exclusivamente artístico, que no tiene el peso ni la presión económica”, y eso se traduce en los riesgos y apuestas de la programación, destacó Morena.

El director artístico de Sala de Parto, Alejandro Clavier, conocía el trabajo de la directora por distintos festivales (como el brasileño Miradas o el chileno Santiago a mil), donde vio No daré hijos, daré versos (2014) y Rabiosa melancolía (2017). Al poco tiempo, contactó a la directora para comentarle su nuevo proyecto y su concepción del festival, al que entiende no solamente como una vidriera de exposición, sino como algo que acopla a la tendencia de cocreaciones, en la medida en que se invita a directores de otros países para que trabajen junto a artistas peruanos, no sólo a nivel artístico sino también en lo que tiene que ver con la curaduría. “Eso me pareció muy interesante. En ese entonces dijo que le interesaba mi trabajo como mujer dentro del contexto latinoamericano, y me planteó que, a partir de mi mirada poética, artística y política, hiciera una dirección con dramaturgias peruanas”, recuerda Morena.

A priori, lo que le interesaba a Clavier era pensar las conmemoraciones latinoamericanas del bicentenario de los procesos de independencia con la figura de la mujer como centro, “con todo lo que implica el silencio, el abandono, y esa extensa franja de lo histórico a lo contemporáneo. Por eso, la primera pregunta que les planteé fue dónde estaba la independencia, que es la pregunta clave del bicentenario, y, en paralelo, dónde estaba la independencia de las mujeres. Así comenzamos a trabajar con el grupo de dramaturgas, pensando desde qué lugar escribimos y cómo Latinoamérica está muy determinada por la estética, ya que nuestra identidad también responde al modelo de producción, que siempre condiciona, al por qué producimos desde determinados lugares. No podés escribir para 25 actores ni pretender que haya una piscina en un escenario. Aunque después también se logre ser libre a partir de las limitaciones, eso es un aprendizaje de experiencia”, advierte.

Pensar a la mujer en la historia, en el contexto peruano, remite de inmediato a la heroína de la emancipación Micaela Bastidas, esposa y consejera de Túpac Amaru II (José Gabriel Condorcanqui, descendiente del inca Túpac Amaru y líder de la mayor insurrección anticolonial hispanoamericana del siglo XVII). A partir de esta primera referencia, la dramaturgia dialoga con lo real y lo testimonial, la ficción y “esta nueva concepción en la que la forma no se diferencia del contenido. En ese sentido, Bertolt Brecht ya no es teatro político, porque pertenece a un tiempo histórico, y no es denuncia. De modo que así fue como se comenzó a pensar en la incorporación de la ciudadanía como motor real, y en cómo lo real acorrala a la ficción, a la problematización de quién define la fronteras. Lo ambicioso del proyecto y la ruptura de las formas tiene que ver con esa inclusión de la ciudadanía como sujeto de discurso: el cuerpo que habla, el cuerpo que relata”, explica la directora.

Morena ha asumido distintos proyectos explícitamente políticos en su trayectoria. El primero de ellos fue, en 2003, Elena Quinteros, presente, acerca de la maestra y militante uruguaya secuestrada y desaparecida en 1976, y uno de los últimos fue Antígona oriental (2012), en el que, junto al director alemán Volker Lösch, combinó el clásico de Sófocles con la participación y el testimonio de mujeres que fueron presas políticas y exiliadas durante la última dictadura militar en Uruguay. Ahora admite que si bien esos proyectos han sido varios, e incluso después de pensar que en esa línea nada que hiciera iba a superar la experiencia de Antígona..., Bicentenaria “es el proyecto político más grande que he asumido, e incluso el más político. Porque acá el teatro se trasciende a sí mismo, con una gran ruptura, como es este abrazo entre lo real y la ficción en un solo cuerpo”.

Ensayando posibles intentos de definición, para ella Bicentenaria tiene su centro en un juego histórico relacionado con “la Micaela” Bastidas, que viene a exigir que le devuelvan la voz, después de que los españoles le cortaron la lengua. “Es como si cruzara el tiempo y la historia para hablar y participara en esta celebración. Porque si bien hay denuncias sobre determinados relatos, y se levantan muchos textos de la prensa, con declaraciones de políticos y de representantes de la iglesia católica, también incluye humor, y en algunos momentos apunta a los hombres y las mujeres que terminaron presos por determinadas circunstancias, se suman testimonios y pasajes musicales, y se cruza la dramaturgia de la convivencia, de los ritmos y los tiempos, con la intervención rapera. La idea es cerrar con una fiesta, en la que todos celebremos y festejemos el encuentro y la diversidad desde el arte, que es la propuesta más integradora y real”, dice Morena, y puntualiza que el grupo de trabajo asumió la puesta desde un espíritu combativo, “desde la fuerza y la alegría de la recuperación de una voz y de la apropiación. Es decir, sin pedir permiso”.