La Asociación de Críticos de Cine del Uruguay (ACCU), en sintonía con varias generaciones de cinéfilos que, de una u otra forma, fueron influenciados por el auge de los videocasetes a mediados de los 80, organizó el ciclo Nostalgia en VHS: dale al tracking, en el que, en la sala 18 de Cinemateca, se proyectarán nueve películas emblemáticas de aquel formato. Con la idea de que “el VHS no mató al cine sino que, por el contrario, formó espectadores que desde entonces podían disponer de un mundo de posibilidades en base a extensas caminatas entre sus estantes”, se preguntan: “¿Por qué sentir nostalgia por un formato ya caduco y que, de hecho, ha sido sustituido por otros con similar adhesión por parte del público? ¿Esa enorme oferta no la brindan hoy y en alta definición las diferentes plataformas de streaming?”.

A partir de esas inquietudes, dado que la ACCU cumple 70 años en agosto, y considerando que este mes la nostalgia ocupa la primera plana, surgió el debate –cuentan integrantes de la Asociación– acerca de la posibilidad de albergar ese sentimiento por la “textura arbitraria de una película a la que accedíamos, según el estado de la copia”, por el “no olvidarnos de rebobinar antes de devolver”, o incluso por los pequeños dramas que se planteaban cuando, al llegar al videoclub con la esperanza de que la película de estreno estuviera disponible, era preciso conformarse con quedar anotado en una “lista de reservas”.

En todo caso, más allá de los imponderables y los rituales, fue determinante la convicción de que aquella fue una época “de muchas grandes películas que valían la peregrinación –incluso diaria– al videoclub del barrio. Ese videoclub que fue escuela para espectadores –entre ellos periodistas y futuros hacedores de cine– como si fuese el equivalente a una biblioteca para futuros escritores [...]. De eso sí tenemos una inocultable e incluso orgullosa nostalgia, que nos motivó a planear un fin de semana a puro espíritu VHS. No los vamos a conquistar con el argumento del clima (‘agosto, frío, ideal para el cine’), porque sabemos que el invierno –como el cine doméstico– no es lo que era, y de repente entre el 18 y el 20 de este mes tenemos clima subtropical. En cambio, armamos una selección de nueve títulos que en su tiempo seguramente habrán visto. Si no lo hicieron fue porque estaban alquiladas”. Esta vez, las proyecciones serán digitales.

Integrantes de la directiva de ACCU –compuesta por Guilherme de Alencar Pinto, Mariángel Solomita, Agustín Acevedo Kanopa, Christian Font y Gonzalo Palermo– explicaron que, en cuanto a la selección, consideraron que era necesario dotar al horror de un papel preponderante, sobre todo por lo que implicó aquel auge del VHS: “De pronto, cuando se veía la película, el horror estaba dentro de tu casa y no en el cine, y eso fue un cambio muy interesante”. En lo que tiene que ver con estas nuevas apuestas, la directiva hace hincapié en la necesidad de dar más visibilidad a los críticos, a la vez que estas exhibiciones se convierten en otro modo de recaudar fondos para pagar la cuota de afiliación a la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica, y buscan afianzar un mayor acercamiento entre los críticos y la comunidad.

El ciclo será inaugurado el viernes, a las 21.15, con la emblemática y taquillera Gremlins (Joe Dante, 1984) que, más que una película de horror y monstruos, se convirtió en un film sobre su época: presentada por Acevedo Kanopa, la historia comienza cuando Billy recibe como regalo un extraño animal al que decide llamar Gizmo, y le explican que, para mantenerlo, debe cumplir ciertos requisitos, hasta que un traspié doméstico le revelará por qué el nombre de su especie se traduce como “espíritu maligno”. Al día siguiente (a las 16.10), Flavio Lira será quien presente Matinée (1993), también de Dante, ese “entrañable homenaje a las películas clase B de los años 50”, con la Guerra Fría como marco, y con un magnífico John Goodman como un director de cine bizarro; dos horas después le llegará el turno a la única película uruguaya seleccionada, Una forma de bailar (Álvaro Buela, 1997), y Amílcar Nocetti presentará esa popular comedia del cine nacional –protagonizada por Leonardo Lorenzo, María Elena Pérez y Diego Wajner–, en la cual se retratan las inseguridades y los vaivenes amorosos de un grupo de amigos. A las 19.30, Miguel Blanco presentará la oscura They Live! (1988), del director de culto John Carpenter, que combina usurpadores de cuerpos, ciencia ficción, humor negro y un mundo conquistado por extraterrestres malvados.

Siempre el sábado, a las 21.15, Pablo Staricco volverá a recordarnos La mancha voraz (Chuck Russell, 1988), remake de un clásico de los años 50 –y con una de las primeras actuaciones de Steve McQueen– sobre un recordado depredador amorfo y gelatinoso que alarmaba a un pueblo entero y se convertía en “la encarnación definitiva del monstruo desubjetivizado, que sólo avanza en su afán de alimentarse y crecer. Si bien este film tuvo y tiene su respetuoso séquito de seguidores, nunca logró su debido respeto, aun con muertes creativas e hiperestilizadas que rivalizan con las de varios clásicos del género”. En la función de trasnoche, a las 23.00, Sergio Moreira introducirá a la ya clásica Chucky (Tom Holland, 1988), en la que una madre le regala a su hijo un muñeco maldito que carga con el espíritu de un cruel asesino en serie: un “efectivo film de terror que bucea en el profundo miedo de convivir con el enemigo menos pensado”, y cuyas líneas básicas probablemente conoce incluso mucha gente que nunca vio la película.

El domingo a las 17.20, Font presentará un clásico de todos los tiempos, Los intocables (Brian de Palma, 1987), en la que Kevin Costner, Sean Connery y Robert de Niro encabezan el elenco para contar una vez más, con música del maestro Ennio Morricone, la idealista persecución de Elliot Ness y sus federales del mafioso Al Capone en los años 30, mediante un frenético recorrido visual sin respiros. A las 19.30, Acevedo Kanopa estará detrás de Todo en un día (John Hughes, 1986), en la que el adolescente Ferris Bueller decide faltar a clase y construir, junto con su amigo y su novia, el mejor día de su vida. “Si parece una historia archiconocida, es justamente por lo icónica que fue la película, con un Matthew Broderick rompiendo constantemente la cuarta pared y con una serie de escenas que han sido homenajeadas y parodiadas no sólo en la mayoría de las películas para adolescentes que la sucedieron, sino en el cine en general”. Por último, a las 21.25 el ciclo se cerrará con Miracle Mile (Steve de Jarnatt, 1988), de la mano de Gustavo Iribarne. En esta película, un hombre se enfrenta a complicadas evidencias de que una guerra nuclear va a comenzar en apenas una hora. A partir de esa perturbadora revelación, comienza una carrera cada vez más demente “cómica y pesadillesca, y con un final inolvidable, inesperado y salvaje”.