Una máquina de contar chistes

Un grupo de guionistas de comedia, tal vez con ganas de fomentar la eliminación de su fuente de trabajo, se reunieron para hacer un experimento mediante el cual alimentaron al programa de textos predictivos –como los que utilizan los celulares para completar frases de sus usuarios– de una computadora con esquemas de guiones de la serie Seinfeld, estructuras de los monólogos y modismos verbales de los cuatro personajes principales, los guiones de la tercera temporada y textos propios, en lo que sería una versión extrema de los conocidos generadores de nombres que abundan en la web, pero con la intención de hacer un guion de tres páginas de aquella comedia de los neuróticos neoyorquinos. El resultado, que puede leerse en inglés en http://ladiaria.com.uy/UPW, no se diferencia mucho, a primera vista, de cualquier guion de Seinfeld, aunque la continuidad temática es nula y los chistes son más bien surrealistas y de un grado de absurdo excesivo para la serie creada por Larry David y Jerry Seinfeld. En todo caso, los guionistas autores del experimento no aclararon si pretendían demostrar que su trabajo es indispensable o todo lo contrario.

Las abejitas, las florcitas y semejante pene

Netflix levantó de su programación un episodio de la serie infantil animada belga Maya la abeja, que trata de una pequeña abeja y su relación con la naturaleza, luego de que una madre estadounidense llamada Chey Robinson se indignó e incluyó en su muro de Facebook un pequeño clip en el que (supuestamente) se veía, garabateado sobre un tronco del fondo de una escena, un tosco pero inconfundible dibujo de un miembro sexual masculino. “Por favor, ¡sean conscientes de lo que sus chicos están mirando! Yo no edité las imágenes ni nada por el estilo, esto es Maya la abeja, Temporada 1, Episodio 35 ”, escribió Robinson, quien luego agregó: “Yo sé que no me estoy volviendo loca y sé que algo así no debería estar en un programa para niños o lo que sea”.

La serie fue creada en 2012 por el estudio belga, radicado en París, Studio 100 Animation –que no ha hecho ninguna declaración pública al respecto– y ya había generado cierto disgusto debido a que se basa en una serie alemana de libros para niños del autor Waldemar Bonsels, quien en los años 30 del siglo pasado habría adherido con entusiasmo al nazismo.

Los fotogramas que han aparecido en medios como Variety no dejan muchas dudas de que no se trata de la febril imaginación de una madre adepta a las interpretaciones fálicas, sino realmente de un dibujo guarango filtrado con picardía en el fondo de la escena. Aunque la cadena de streaming tampoco hizo comentarios, levantó rápidamente el episodio en cuestión, que se llamaba paradójicamente –o no– “Rey Willi” (“willy” es una de las tantas formas en el slang inglés de referirse, de manera coloquial y algo infantil, al pene).

Ser funk no es delito

La Comisión de Derechos Humanos (CDH) del Senado Federal de Brasil rechazó una iniciativa popular lanzada en San Pablo y acompañada por 20.000 firmas, que proponía la criminalización de los bailes “funk” –las fiestas en las que se toca y baila la versión brasileña de dicho ritmo (más próxima al hip hop) creada en las favelas de Río de Janeiro–. La propuesta pretendía que el funk fuera considerado algo que atenta contra la “salud pública de niños y adolescentes, y [contra] la familia”.

La comisión del Senado entendió que aprobar una norma así habría sido contrario a la libre expresión y a las manifestaciones culturales. De esta manera frustró las intenciones de quienes afirmaban, en el texto, que los llamados bailes funk son solamente una forma de reclutamiento organizado en las redes sociales para ayudar a criminales que pretenden conducir a los menores al “uso, venta y consumo de alcohol y drogas, solicitud, intermediación, orgía y explotación sexual, estupro y sexo grupal entre niños y adolescentes, pornografía, pedofilia, motín, secuestro, robo y etcétera”. El “etcétera” parece un poco excesivo.