El Teatro de Verano es un volcán. Viernes a última hora, La Nueva Milonga hace su tercera pasada por el Templo de Momo y cuando llega el corte de la retirada, más de 4.000 personas ovacionan a la murga murga. En las dos plateas se puede ver a unas cuantas personas bailando, aplaudiendo y coreando la letra de la bajada.

Al pie de la escalera esperan decenas de hinchas, muchos de ellos veteranos afines al “estilo Unión”. Pero la despedida de La Nueva Milonga, se metió definitivamente en el sentir de todos los seguidores de la categoría, más allá de generaciones y paladares murgueros.

El “abran el pasillo, que se va una murga”, uno de los últimos versos que deja el conjunto sobre el escenario, es una suerte de hit de este carnaval, reproducido en las redes y en las charlas de cada final de jornada.

Para ahondar en la gestación de esta retirada, la diaria conversó con Eduardo Rigaud, el responsable de escribir las puntas del conjunto, uno de los favoritos a pelear por el primer premio de la categoría.

Rigaud, de 67 años, cumple 40 libretando en carnaval en este 2024. Con el recuerdo para Carlos Soto y Carlitos Modernell, quienes fueron sus “ídolos y grandes maestros a nivel de letra”, el artista celebra su llegada a La Nueva Milonga, después de una larga historia que en su mayoría fue de la mano con otras murgas del barrio como Los Pierrots, Los Arlequines, Colombina Che, Saltimbanquis y Patos Cabreros.

¿Cómo se encaró la temática de la despedida? ¿Por dónde vino la inspiración?

Escribir una despedida de murga, un género tan maravilloso, después de cien años de murgas, donde se le ha cantado a todo, siempre es difícil. Este año yo sentía especialmente la necesidad de trasladar una cosa que me pasa, quería enarbolar la bandera de las despedidas que a mí me gustan. No puedo concebir el carnaval sin la emoción de una murga trasladada a la gente. Más en la despedida, que es el momento culminante.

Yo respeto todas las despedidas, pero a mí me gustan las que me hacen emocionar. Y lo primero que quería decir era eso. Que hablen de cosas que uno conoce. Y las despedidas son adioses en definitiva, entonces ahí se empezaron a aunar todos los adioses que vamos dando en la vida. Algunos que me ha tocado vivir. Yo soy una persona de barrio, que ando todo el día en la calle escuchando gente, nutriéndome de la realidad. Estaba convencido de que la gente y el carnaval necesitaban reencontrarse con esas despedidas que te sacuden. No sensibleras, pero que emocionan a través de las realidades.

A medida que te volvés más viejo hay cosas que te empiezan a pegar de otra manera. Empezás a querer más al barrio tuyo, a recordar más cosas de tu niñez, la música que te hizo vibrar cuando eras joven. Cuando perdés a tu gran amigo del alma… ese adiós es inolvidable. Como el de cualquier ser querido. Hay infinidad de cosas que me fueron apareciendo casi sin darme cuenta. Y a medida que la fui armando sentí que podía ser abrazada por mucha gente.

Y en esa despedida aparece una frase que pegó y parece que va a quedar por mucho tiempo. ¿Cómo nació y qué te pareció ese impacto?

El abran el pasillo es un latiguillo que toda mi vida me quedó. Hay una realidad, el abrir el pasillo implica dejar lugar para los que vienen cargados. Y así bajan las murgas, cargadas de adrenalina, dejaron pedazos de garganta, lágrimas, sudor, todo. Hay pocas cosas que tengan más ardor que una bajada de murga. Y me pareció que esa frase que sigue “mejor que ninguna, sólo es una más”, refiere a que ahí está lo que sucede en el latir de todas las murgas, no específicamente La Nueva Milonga.

Es una identidad de los que amamos el carnaval, abrir el pasillo porque vienen a buscar a su gente, a abrazarse. Cuando me salieron esas palabras sentí que estaba bueno, que tenía una globalidad mucho más importante. La verdad este año ha sido sumamente movilizador, por todos los conjuntos [Rigaud también escribió para Zíngaros y La Compañía], pero específicamente con la despedida de La Nueva Milonga me han pasado cosas increíbles. Yo ya estoy viejo, ya sé cuáles son los premios más importantes. Premio importante es que los gurises jóvenes canten esta despedida. Que un gurí me haya agarrado del brazo el otro día en el Teatro de Verano y me dijera: Eduardo, hoy escuché 11 veces la despedida. Que viejos y grandes murguistas me abracen y me digan: “Muchas gracias, hace tiempo estaba esperando una despedida así”. Me siento sumamente feliz con lo que me ha pasado. Que murgas jóvenes me hayan pedido la letra para aprenderla y cantarla. Esos son los verdaderos premios que nos da este maravilloso carnaval.

¿Cómo fue disfrutarla en vivo en el Concurso?

Era obvio que a La Nueva Milonga le calzaba justo este tipo de despedida. Aparte tiene tremendo coro, de potencia y de corazón, que te maximiza las cosas. Si algo está bien, ellos te lo hacen muy bien. Rítmicamente por suerte logramos que fuera in crescendo, hasta un punto tal que la gente se para conquistada. Subyugada, no sólo por el texto, sino por un montón de situaciones. Las tres ruedas del Teatro de Verano, faltando mucho para bajar la murga, la gente se paró a cantar la despedida. Y yo me emociono y me pongo a cantar con ellos. Yo sabía que muchos viejos como yo nos íbamos a prender en estas cosas. Pero me enamoró ver mucha juventud enganchada. He recibido mucho mimo. Ha sido un carnaval en el que no dieron los premios todavía, y yo ya me siento satisfecho.

Es mentira que caducaron las murgas de estilo viejo. Y también es mentira que todo lo de antes fue mejor. Uno tiene una forma de ver y de amar a la murga. Yo disfruto mucho los espectáculos con humor y con ironía. Un montón de cosas que los jóvenes le han impreso al carnaval. Pero en la despedida dejame morir con la mía. Y la mía es esto, una despedida que te sacude el alma.

¿Qué es lo que te genera el carnaval después de tantos años?

Lo que se hereda no se roba. Mi padre salía en murgas y yo con cuatro años iba a todos los ensayos, me aprendía la letra antes que él. De ahí que mi pasión por el carnaval es enorme. Además me abrió ya de grande la puerta para escribir en televisión, en radio, en teatro, para hacer diez millones de cosas. Yo empecé en La Teja, escribiendo para Momolandia en 1984. Después estuve en La Censurada. En 1986 volví a Momolandia y luego ya sí, empecé con las murgas de La Unión, incluyendo a la que es como mi hija, a la Colombina, que la saqué con mis dos grandes amigos. Tuve la suerte de escribir en las cinco categorías del carnaval, y ganar en cuatro. Yo creo que sigo escribiendo porque tengo el mismo fuego pasional cuando era niño y me subía a los tablados con mi viejo, o cuando me subí por primera vez al Teatro de Verano a concursar. El día que no tenga más ese fuego, capaz que ahí largo la esponja. Pero lo hago con mucho amor.