Ojalá fuera como dice Aníbal Sampayo y el Uruguay no fuera un río sino un cielo azul que viaja. Porque a diferencia de los ríos, aún no hemos encontrado forma de interrumpir el flujo del aire en el cielo. Pero el Uruguay sí es un río. Y su viaje de unos 1.800 kilómetros, desde que nace en Brasil hasta que desemboca en el Río de la Plata a la altura de Punta Gorda, en Colonia, es interrumpido por la cementicia presencia de cuatro represas hidroeléctricas.

Tres de estas obras, con sus respectivos embalses, se encuentran en lo que se denomina el alto río Uruguay, en Brasil. Se trata de las represas de Machadinho, Itá y Foz de Chapecó, ubicadas a unas pocas decenas de kilómetros una de otra. Luego sí el río Uruguay fluye libremente como un cielo azul que viaja por unos 1.000 kilómetros, hasta que de pronto debe atravesar una nueva barrera, esta vez en su tramo bajo. Se trata de la represa de Salto Grande, generadora de energía para Argentina y Uruguay y de controversias por la forma en que algunas personas acceden a trabajar en ella. Luego de esta barrera, correrá sin demasiadas interrupciones poco más de 400 kilómetros hasta encontrarse con el Río de la Plata y aportarle su gran caudal de agua dulce.

A diferencia de una cañería, los ríos son mucho más que un mero canal por el que el agua transita empujada por la gravedad desde la zona más alta a la más baja. Los ríos son ajetreados corredores de materia, energía y, por supuesto, vida. Los humanos lo sabemos de sobra, y desde tiempos inmemoriales hemos decidido vivir cerca de ellos. El asunto es que interrumpir el viaje de los ríos tiene no pocas consecuencias. Las represas afectan el tránsito de materia orgánica, sedimentos y diversas formas de vida que hay en ellos.

Una investigación, publicada recientemente, se propuso desentrañar cuánto afectaban estas cuatro represas la diversidad de peces del río Uruguay. Si bien los peces son importantes de por sí, estudiar su afectación es también una forma de observar los cambios ecológicos que se dan en los ríos a múltiples escalas por estas construcciones.

Titulado “Cambios longitudinales en la diversidad ecológica de peces neotropicales a lo largo de un gradiente fluvial de 1.700 km muestran disminuciones provocadas por las represas”, el artículo lleva la firma de Anahí López, Mariana Meerhoff y Franco Teixeira de Mello, del Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del Centro Universitario Regional del Este (CURE) de la Universidad de la República (Udelar); Alejandro D’Anatro, del Departamento de Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias de la Udelar; Ivana Silva, Joaquín Pais e Iván González, del Departamento de Ciencias Biológicas del Cenur Litoral Norte de la Udelar –también forma parte de allí Anahí López–; y los investigadores brasileños Sunshine de Ávila, David Reynalte y Evoy Zaniboni.

Se trata de un trabajo tan revelador como útil, ya que al cuantificar la afectación a la diversidad de peces por el represamiento del río, nos permite poner sobre la mesa más evidencia para la toma de decisiones y el manejo de nuestros cursos de agua. Así que sin represa que logre contener nuestro entusiasmo, salimos al encuentro de Anahí López, que nos espera en la tercera institución donde trabaja como investigadora honoraria: el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE).

Volviendo al río

Preguntas nuevas para un set de datos viejo. Algo así podría decirse que sucedió aquí: los muestreos de peces para este trabajo se realizaron entre mayo y junio de 2017 en 12 puntos del río Uruguay: tres en el tramo alto, cerca de sus nacientes en Brasil, cinco en el tramo medio y cuatro en el tramo bajo, cuando el curso es compartido por Argentina y Uruguay. Este mismo muestreo ya fue utilizado por Anahí y sus colegas para un trabajo publicado en 2019, en el que se estudió de qué se alimentan los peces que viven en todo el recorrido del río. Fue así que mediante el análisis de los contenidos estomacales se reportó, por primera vez para la ciencia, en qué consistía la dieta de 29 especies de peces. Ahora fueron por más.

Según distintos marcos conceptuales, la diversidad de los ríos, expresada en distintas métricas, aumenta desde las nacientes hacia las desembocaduras. Aquí se propusieron ver si ese gradiente de aumento de la diversidad se daba y, en caso de darse, cómo era afectado por las cuatro represas hidroeléctricas.

“La mayoría de las teorías ecológicas que ven estos fenómenos desde las nacientes hacia las desembocaduras se enfocan en sistemas que no tienen represas”, afirma Anahí. Con sus colegas de aquí y de universidades de Brasil volvieron sobre los datos que ya tenían sobre las comunidades de peces del río muestreadas en los 12 sitios, así como de sus contenidos estomacales y estudios de isótopos de sus músculos –que permiten ver de dónde viene la comida que ingieren y en qué lugar de la red trófica se ubica cada pez– para ver cómo este gradiente de diversidad creciente se comportaba en un río represado.

La diversidad de los peces fue medida de distintas formas. La más sencilla, ver la cantidad de especies presentes en cada uno de los 12 puntos de muestreo, así como comparar la diversidad entre distintos puntos (la primera se conoce como diversidad alfa y la segunda como beta).

En el trabajo anterior habían visto la dieta de las 100 especies que encontraron en el río. Lo que hallaron en sus estómagos ahora generaría otros datos: “a partir del análisis de los contenidos estomacales, calculamos una métrica de diversidad trófica, que consiste en calcular el número de conexiones tróficas que hay en toda la comunidad en cada uno de los sitios”, explica Anahí. Pero sumaron otra medición. “Además, teníamos las muestras de isótopos estables que también nos permiten analizar la diversidad ecológica, porque nos habla no sólo de lo que están consumiendo los peces, sino de la diversidad de ambientes que están usando. Es una métrica un poco más elevada, digamos, que la diversidad trófica en sí, porque incorpora también los hábitats que los peces pueden estar recorriendo en su vida para su alimentación”, señala.

Bien. 12 sitios de muestreo abarcando la totalidad del río. Varias métricas para estudiar la diversidad en la comunidad de peces. ¿Qué pudieron observar? Anahí nos comenta el resultado general: “Lo que vimos es que sí se da un patrón de aumento en la diversidad en ese gradiente longitudinal desde las nacientes hacia la desembocadura, tanto en la riqueza de especies como en la diversidad trófica y en la diversidad ecológica de los peces”. Pero atención que viene el pero para ese patrón. “Si bien la diversidad viene en aumento, cuando aparece una represa, la riqueza de especies disminuye muchísimo, y lo mismo sucede con la diversidad ecológica y trófica”, condensa Anahí. Con esto en mente, vayamos ahora a distintos aspectos del trabajo.

La mayor caída de diversidad

En el artículo reportan que “la mayor pérdida de especies ocurre aguas abajo de las represas entre los sitios 2 y 3, con una pérdida del 44% de las especies”. Ambos sitios se encuentran en Brasil y, para pesar de los peces, entre uno y otro no hay una sino dos represas. La segunda mayor caída, de 43,2%, se da luego de la represa de Salto Grande, entre el punto de muestreo 8, ubicado en Belén, y el punto 9, ubicado en Guaviyú.

Anahí López.

Anahí López.

Foto: Ernesto Ryan

“Las represas son como un filtro de especies. Si bien después se incorporan algunas nuevas, por los tributarios, lo más fuerte que se ve es esa pérdida de especies que son filtradas por las represas al no permitir el intercambio de especies libremente entre un sitio y otro”, comenta Anahí.

Sin embargo, en un mundo en el que la pérdida de cada especie debiera contar, los porcentajes disimulan algunos dramas.

Las represas de Brasil afectaron la diversidad de peces. En los muestreos pasaron de encontrar 18 especies en el sitio 2 a sólo diez en el sitio 3 luego de las represas “en cascada”. Se perdieron ocho especies. En Salto Grande, en cambio, pese a que el porcentaje de pérdida de especies es apenas menor, el impacto es mayor: el muestreo pasa de 37 especies en Belén a 21 en Guaviyú. Es decir, la represa aquí filtró 16 especies de peces.

“Sí, es cierto. Los porcentajes nos hablan en relación al número de especies del que partís. Y obviamente no es lo mismo partir de 18 especies que de 37. El porcentaje nos da una idea de que, si bien en el alto río Uruguay había pocas especies, el efecto de las represas implicó que disminuyeran muchísimo”, comenta Anahí.

Así que no nos descansemos pensando que el mayor daño lo hicieron las represas de Brasil. Primero porque, en porcentajes, entre 44,4% y 43,3% no hay tanta diferencia. Y segundo porque mientras allá las represas borraron del río ocho especies, la que administramos borró 16. “Sí, Salto Grande es una represa muy grande y se están perdiendo muchísimas especies”, asiente Anahí.

“Incluso Salto Grande tiene un ascensor para peces. Pero es un plan de mitigación que no está dando resultados positivos”, agrega. En el trabajo señalan que estos pasos para peces “a menudo fallan ya que permiten movimientos río arriba pero no permiten el regreso de los adultos y sus crías”. “Incluso informes de la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande muestran que no está sirviendo”, amplía Anahí, que dice que esto debería llevarnos a reflexionar. “Se están haciendo cosas para que las represas impacten lo menos posible, pero esas cosas que se están haciendo no están funcionando, o no como queremos. Entonces hay que abrir los ojos ante la construcción de nuevas represas y ver bien dónde se van a localizar, a qué distancia unas de otras, elegir los mejores sitios para que interrumpan lo menos posible estos gradientes que estamos observando”.

Su preocupación no es infundada. En el trabajo reportan que “en el río Uruguay, en el tramo medio de 1.000 km donde actualmente el río fluye libremente, están previstas dos represas hidroeléctricas consecutivas adicionales, Garabí y Panambí, coincidiendo con el pico de mayor diversidad ecológica de peces”. Ya volveremos sobre eso.

Uruguay le gana a Brasil (o el hotspot que nos condena)

Es cierto: los que estamos aguas abajo no tenemos más remedio que sumar nuestros problemas a los problemas que se ocasionan aguas arriba. Pero que el río Uruguay nazca en Brasil no debiera servirnos de excusa para no actuar en nuestro territorio. En este sentido, este trabajo tiene dos cosas interesantes para decirnos.

Para empezar, el hotspot o punto más caliente de biodiversidad en cuanto a especies del río Uruguay está en el sitio de muestreo número 7, que corresponde a la Isla del Zapallo, a poco más de 30 kilómetros aguas abajo de Bella Unión, en Artigas. Allí se registraron 43 especies.

Tal vez si los brasileños no hubieran puesto tres represas tan próximas, allí tendría que haber más de 100 especies. Eso no podemos saberlo. Pero lo que sí sabemos gracias a este muestreo de 2017 que establece una línea de base es que la mayor diversidad de peces está en aguas que forman parte de nuestro territorio y del argentino. Tenemos que protegerla.

Pero además, es un sitio ideal para ver cómo estas posibles represas a construirse en Brasil podrían afectar la diversidad porque es allí donde la fauna piscícola del río Uruguay parece mostrarse en su mayor esplendor.

“Sí, pero a veces la foto de un sitio te puede estar haciendo perder de vista lo que está pasando alrededor. Por más que en este sitio tengamos muchas especies, ¿por qué no están esas especies aguas arriba? Poder ver todo el gradiente, como hicimos en este trabajo, nos da un conocimiento más amplio de lo que está pasando, ya que es muy difícil con un solo sitio poder establecer el funcionamiento de todo el río”, comenta Anahí.

Lo que dice es relevante: el río, junto a sus tributarios y su cuenca, es un sistema. Y para que ese sistema funcione, tiene que haber una libre circulación de bienes, servicios, energía y organismos. Las represas, justamente, interrumpen ese libre flujo. Las 43 especies no están allí porque sea un lugar idílico desconectado de todo lo demás. “Puede que les esté sirviendo de zona de refugio, que vayan a comer un poquito aguas más arriba o más abajo y vuelvan a esa zona. Es todo un sistema conectado. Lo lindo y lo importante que tienen los ríos es justamente mantener esa conexión”, sostiene.

El hotspot de Isla del Zapallo es un punto que como uruguayos debiéramos mirar y proteger. Pero luego hay otro que es un tanto más alarmante.

Salto Grande, efecto mayor

Luego de Isla del Zapallo, aguas abajo de ese punto donde se encontró la mayor cantidad de especies de peces, el siguiente punto de muestreo es Belén.

Según el trabajo, allí el río deja de ser lótico, es decir, de correr en una dirección marcada, y pasa a ser léntico, es decir que el agua casi deja de fluir. Es que allí comienza el embalse de Salto Grande, donde el agua se acumula para poder administrar la generación de energía. Y entonces, si bien el trabajo dice que la pérdida de biodiversidad aguas abajo de la represa de Salto Grande es la segunda más importante, si entendemos que el embalse es ya de por sí un efecto de la represa, uno piensa que lo que deberíamos hacer es comparar la cantidad de especies entre la Isla del Zapallo, último punto muestreado aguas arribas del embalse, y Guaviyú, primer punto muestreado luego de la represa propiamente de Salto Grande.

Le pregunto a Anahí si hago bien en pensar que donde comienza el embalse comenzarían los efectos del represamiento. Ella asiente, así que prosigo.

La lectura del trabajo en esa clave, entonces, nos arroja que pasamos de 43 especies en Isla del Zapallo a 21 especies en Guaviyú. Se perdieron, pues, 22 especies de peces por efecto de la represa. Y en porcentajes eso implica una merma de la biodiversidad de 51,16%. Así las cosas, la mayor pérdida de biodiversidad, tanto neta como en porcentajes, no se dio por las represas en cascada en el alto río Uruguay, en Brasil, sino por la colosal Salto Grande ya en zona de Uruguay y Argentina.

“Sí, ahí ya estás viendo de antemano el efecto del represamiento. No es el dique solamente que no permite el pasaje, sino el cambio en el funcionamiento del ecosistema que produce el embalse”, sostiene Anahí.

Supongo que para un pez no es lo mismo estar en un río que corre que en un embalse de agua estancada, con una temperatura más elevada por el tiempo de residencia del agua, tal vez lleno de cianobacterias y demás. “Sí. Además uno de los efectos de la construcción de represas es que disminuye la heterogeneidad de hábitats. El río en otras regiones tiene más heterogeneidad y esa pérdida ya se empieza a ver en ese punto de muestreo, en Belén, que ya es parte del embalse”, comenta.

Los que ya no vamos a ver en el río

En los materiales suplementarios del trabajo, donde aparecen las 98 especies muestreadas y los sitios en donde estuvieron presentes, puede verse que luego de Salto Grande hay muchas que ya no vuelven a registrarse en el río Uruguay.

En Belén, último sitio de muestreo antes de la represa de Salto Grande, encontraron 37 especies de peces. La cifra, tras la represa, baja a 21. En Punta Gorda, último lugar de muestreo que ya es la desembocadura del río, se registraron 35. Podría pensarse que entonces sólo se perdieron dos por el camino. Pero no es así. 13 especies de peces que estaban en Isla del Zapallo ya no volvieron encontrarse aguas abajo del río. Lo que se da allí es entonces un efecto denominado turnover o reemplazo.

“El turnover o reemplazo de especies establece, al comparar dos sitios, qué tantas especies se comparten y cuántas nuevas hay en un sitio en comparación con el otro. Lo que vemos en este trabajo es una gran tasa de recambio de especies. Eso nos indica que tras las represas se están perdiendo muchas especies, si bien pueden aparecer algunas nuevas”, afirma Anahí.

Entre las 13 especies que luego de Salto Grande ya no se encontraron en este muestreo en el río Uruguay están la boga rayada (Leporinus striatus), la boga lisa (Schizodon nasutus), la mojarra de lomo azul (Bryconamericus stramineus), el dientudo jorobado (Roeboides microlepis), el sabalito (Steindachnerina brevipinna), el chafalote (Raphiodon vulpinus), la piraña o palometa (Serrasalmus maculatus), el mandubé (Auchenipterus osteomystax), la vieja de agua de la especie Hypostomus luteomaculatus, el bagre amarillo (Pimelodus maculatus) y el cabeza amarga (Crenicichla vitatta). Entre ellas hay varias carismáticas y otras que, sin ser carismáticas, tienen tanto derecho a andar libremente por el río como cualquiera.

Para estos muestreos se colocaron redes durante 12 horas en los distintos sitios. Hay especies que pueden no haber caído en ellas y que tal vez aún estén en el río. El trabajo aquí publicado tiene entonces otro valor: si bien no es evidencia de que todas estas especies de peces no estén aún en el bajo río Uruguay –por aquello de que ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia–, esta investigación nos marca especies de especial interés para muestrear.

Muestreo de peces en el río Uruguay en 2017.

Muestreo de peces en el río Uruguay en 2017.

Foto: Iván González

“El trabajo nos lleva a prestar atención a estas especies que parece que están desapareciendo para que vayamos a buscarlas”, señala Anahí. “Es posible que haya disminuido mucho la abundancia en varias de ellas y por eso no las estamos encontrando nosotros en este muestreo particular. Tal vez si se hace un esfuerzo de muestreo más intenso en determinados puntos, enfocado en determinadas especies, podríamos llegar a encontrarlas”, agrega.

No nos descansemos en que el río se recupera

En ocasiones se piensa, con no poca ingenuidad, que la naturaleza, si se la deja quieta, se recupera y vuelve en todo su esplendor. Pero eso no sucede. Una vez que alteramos el estado de un ecosistema, volver al estado anterior es casi imposible. Lo vimos respecto del pastizal suplantado por forestación que, a siete años de haber terminado la plantación de árboles, seguía sin recuperarse. Corolario: si querés preservar lo que tenés, no lo modifiques, porque después de modificado volver al punto inicial es una utopía de la que ya nos advertía Heráclito con aquello de que no nos podemos bañar dos veces en las mismas aguas de un río. Y hablando de río, ojo con malinterpretar lo que dice este trabajo.

“Las dimensiones de nuestro río (cerca de 1.800 km de largo, con un caudal promedio superior a 4000 m³/s) y la escala de nuestro estudio nos permitieron detectar la recuperación del sistema después de los impactos negativos de las represas”, dice el artículo.

Es cierto: en la desembocadura se registraron 35 especies, mientras que en el punto más cercano a la naciente se registraron sólo 15. El gradiente de aumento de la biodiversidad a lo largo del río se dio a pesar de las represas. Pero siendo que en el tramo del río medio se registraron 43 especies –¡en Isla del Zapallo!–, la regla indica que en Punta Gorda deberían haber sido bastante más que media centena.

El río al final no se arregla. “Ese aumento de especies, al analizar el componente de reemplazo, que era muy alto después de los embalses, nos indica que si bien se están agregando nuevas especies, se perdieron muchas más”, comenta Anahí.

“Entonces, hablamos de una recuperación porque el río intenta volver a ese patrón de aumento de especies. Pero las que perdiste por las represas ya no van a volver, por lo que esa es una recuperación entre comillas”, acota Anahí. “Vemos un aumento de especies luego de Salto Grande, pero no son las mismas especies que tenías antes de la represa”, agrega.

Leyendo los materiales suplementarios, de las 35 especies registradas en Punta Gorda, 16 son nuevas, es decir, no se encontraron en las redes aguas arriba de Salto Grande. Haciendo números groseros, si en Isla del Zapallo teníamos 43 especies y hasta Punta Gorda se registran 16 especies nuevas, sin contar el efecto de las represas de Brasil, en la desembocadura del río Uruguay deberíamos haber encontrado unas 59 especies de peces. Salto Grande, siguiendo esa línea, habría ocasionado una pérdida de biodiversidad en Punta Gorda cercana al 59%. (Aclaración: este es un razonamiento meramente ilustrativo. No podemos establecer en estas pocas líneas si la suma de especies se daría en la naturaleza, si algunas de las nuevas no ocupan nichos dejados por las que ya no están, etcétera). Aun así es claro: no debemos confiar en que el río se va a arreglar solo.

“No. Porque le estás cambiando la configuración. Además, muchas de las especies que permanecen luego de las represas –se ha visto en otros trabajos y no sólo en este– son especies generalistas. Al limitarles la fuente de alimento, perdés a las especies especialistas y ese nicho es ocupado por las especies generalistas. Pero cada especie cumple un rol ecológico en el ecosistema, y entonces podés estar perdiendo diferentes roles con las represas”, agrega.

Un horizonte represado

Con sus 1.890 megawatts por hora de generación potencial, la represa de Salto Grande es la que más energía puede generar de todas las que hay hoy en el río Uruguay. El asunto es que de las dos represas que se planea construir en Brasil, en la zona media del río, según el trabajo, una, la de Garabí, tendrá mayor capacidad de generación que Salto Grande. ¿Tendrá un embalse igual o mayor al de Salto Grande?

“Probablemente tenga un gran embalse. Con todo esto que estamos viendo, ojalá no se haga. Pero bueno, si se hace, esperemos que al menos toda esta información sirva para pensarla un poquito mejor. Que no sea hacer una represa en cualquier lado, sino pensar en la mejor ubicación al incluir también la dimensión ecológica y no sólo la energética o económica”, dice Anahí.

“Otra cosa que recalcamos en el trabajo es que nos parece que esto no deber ser una cosa sólo de políticas del país donde se está poniendo la represa, sino que como es un sistema conectado, tiene que haber un diálogo entre los tres países para poder encontrar mejores soluciones y mejores planes de monitoreo y mitigación”, agrega. Para ello es fundamental no sólo ponerse de acuerdo, sino también estandarizar los monitoreos que hacen los tres países. “En el trabajo marcamos como algo fundamental que se realicen planes de monitoreo estandarizados en todo el río Uruguay”, enfatiza Anahí.

Pero además no debieran preocuparnos sólo las dos posibles represas que Brasil planifica para el río compartido. “La idea es que este estudio sirva para pensar otros similares. Tenemos ganas de hacer uno igual en el río Negro, para ver si sucede lo mismo o no. Queremos ir a probar estas cosas que vimos en el río Uruguay en otros sistemas, incluso en cursos de agua con embalses más chicos”, adelanta.

“Ayer justo, con mi tutora Mariana Meerhoff, vimos un trabajo que salió el año pasado, que localiza las represas de todo el mundo mayores a dos metros de dique. Uno de los resultados más impactantes que tiene es que Uruguay es el segundo país en número absoluto de represas en América del Sur después de Brasil. Según la base de datos que manejan, hay 878 embalses de este tamaño en Uruguay, de los que hay información precisa sólo de cuatro, que son las cuatro grandes represas hidroeléctricas, las tres del río Negro y Salto Grande. Entonces tenemos que abrir los ojos y tratar de expandir este tipo de estudios a otros sistemas, porque por lo que vemos, y que también se ve a escala mundial, estamos llenos de embalses”, comenta.

Algunos de esos embalses sin mucha información son los del Santa Lucía. Tal vez esté bueno entender que para que un río nos dé una buena calidad de agua para potabilizar tiene que tener una diversidad de peces tal que las cosas funcionen más o menos bien dentro del sistema. “Si ese río lo estás cortando por todos lados, eso seguramente no suceda”, dice entonces Anahí.

Hay quien pueda pensar que no es necesario saber qué especies de peces están en el Santa Lucía si lo que se quiere es simplemente usar el agua como materia prima para potabilizar. “Ese conocimiento de la diversidad te habla de la calidad ecológica del río”.

Medimos muchos parámetros del Santa Lucía –turbidez, pH, temperatura, nutrientes, etcétera–, pero ¿hay estudios de cómo varía la diversidad de peces y otros organismos a lo largo de todo su gradiente? “Que yo sepa, no”, dice levantando los hombros Anahí. “Por eso me parece importante poder expandir estos estudios a otros sistemas”.

La represa de Salto Grande ya está hecha. Dado el aporte energético que hace, por el momento eso no es algo que podamos cambiar. Pero volviendo a Heráclito, y este tal vez sea el mayor poder de la ciencia, luego de conocer algo no podemos volver plácidamente al río siendo los mismos. Represar y hacer embalses trastoca negativamente la biodiversidad y deteriora nuestros ecosistemas. El asunto es qué hacemos con eso que gracias a la ciencia fantástica como la de este artículo sabemos.

Artículo: Longitudinal changes on ecological diversity of Neotropical fish along a 1700 km river gradient show declines induced by dams
Publicación: Perspectives in Ecology and Conservation (abril de 2024)
Autores: Anahí López, Mariana Meerhoff, Alejandro D’Anatro, Sunshine de Ávila, Ivana Silva, Joaquín Pais, Franco Teixeira de Mello, David Reynalte, Evoy Zaniboni e Iván González.