“¿Y ahora qué hacemos?” se preguntó Gerardo Martínez, arquitecto y docente de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la Universidad de la República, cuando cerró la empresa Fanapel de Juan Lacaze, en 2016. Martínez, oriundo de esa localidad, trasladó esa interrogante al Taller Apolo de la FADU, y logró generar numerosas y nuevas preguntas al respecto.

“Comenzaron a surgir un montón de preguntas sobre el futuro de Juan Lacaze, porque ya no estaban las dos fuentes laborales -papelera y textil- que le dieron origen y sustento al pueblo en un hecho muy potente e inusual”, recuerda el docente en diálogo con la diaria.

¿Y qué pueden hacer los arquitectos y los estudiantes de esa disciplina ante el cierre de las principales fuentes de trabajo de una localidad? “La falta de fuentes de trabajo conlleva deterioro social y eso conduce a un deterioro de la ciudad”, apunta Martínez. El arquitecto agrega que si bien “la urgencia pasa por resolver cuestiones laborales”, las ciudades que se ven afectadas con esa problemática “también comienzan a perder calidad espacial, de equipamiento, y el patrimonio edilicio comienza a pasar a un segundo plano”.

Planta Industrial de Fanapel, en Juan Lacaze. (archivo, febrero de 2017)

Planta Industrial de Fanapel, en Juan Lacaze. (archivo, febrero de 2017)

Foto: Sandro Pereyra

La transformación de la matriz productiva de Juan Lacaze también obliga a realizar el ejercicio de imaginar nuevas espacialidades. “Hasta el momento, Juan Lacaze ha sido una ciudad ensimismada, que estuvo de espaldas al río y que está de espaldas al campo. Está en la actitud de mirar hacia el centro, hacia las fábricas, porque todo estaba armado y resuelto allí adentro y la ciudad también es una respuesta a esa situación”, observa Martínez.

La propuesta generada por el Taller Apolo para trabajar sobre los diferentes espacios de la localidad sabalera se denominó Juan Lacaze extrovertido, y derivó en la publicación de un libro que contiene detalles de la investigación que llevaron adelante estudiantes y docentes, al cual se sumaron artículos de profesionales de diversas disciplinas que también han colocado sus miradas en esa ciudad.

“Juan Lacaze extrovertido significó dar vuelta y ver las potencialidades que tenía la ciudad para reconvertirse y, a partir de ello, generar un espiral ascendente y empezar a armar una serie de líneas de investigación para ver las potencialidades de cada una de ellas”, dijo el arquitecto sabalero. Esas líneas de trabajo fueron: grandes predios, puerto, vivienda, espacios públicos, nuevos emprendimientos industriales, costa, y el monumental edificio de la ex Campomar.

Los estudiantes, antes de aterrizar en Juan Lacaze, estudiaron el proceso de decadencia de las industrias locales y sus efectos. Cuando empezaron el trabajo de campo, para investigar en cada uno de los ejes de trabajo propuestos, varios de ellos quedaron sorprendidos al encontrar la infraestructura generada por aquellas dos grandes fábricas. “Los estudiantes mostraron un asombro generalizado frente a la imponencia y al porte del edificio Campomar: su estructura entra 27 veces en la planta urbana de Juan Lacaze”, señala Martínez.

También los estudiantes quedaron atrapados con las playas sabaleras y se animaron a preguntar: “'¿Por qué no explotan esto? ¿Qué pasa?'”. “Y la pregunta que debemos hacernos es esa: ¿qué pasa?”, reflexiona el docente. Por ello, los fenómenos que se reflejan en los edificios y en los espacios públicos jamás pueden verse separados del contexto económico social ni tampoco de “las memorias” de sus ocupantes.

En ese sentido, a los estudiantes que participaron del proyecto “les llamó mucho la atención el nivel de organización que tenían algunos sectores de la sociedad local”, porque “si bien había una suerte de sumisión a las empresas, también hubo una capacidad de organización que era muy curiosa, con actores sociales fuertes”.

“El vínculo entre la izquierda, las memorias sobre la dictadura y la historia sindical también hizo carne en la conformación de los espacios, porque la ciudad también es un artefacto”, opinó Martínez. El espacio público, según dijo, es el “reflejo del estado de una ciudad, y su deterioro está revelando ciertos aspectos vinculados a lo social”. Debido a ello, las estrategias a la hora de realizar proyectos arquitectónicos “pasan por decisiones sociales, económicas, culturales, que deben ser complementarias a ese proyecto”, concluye Martínez.

El equipo y la publicación

El equipo docente del taller Apolo, de la FADU, que participó en esta investigación junto a los estudiantes está integrado por Juan Carlos Apolo, Francisco Firpo, Paula Preziosi, Carolinia Tobler, Gerardo Martínez y Camila Cabrera. La publicación cuenta, además, con artículos del ingeniero Edy Juri, la arqueóloga Maira Malán, el arquitecto Diego Capandeguy, el especialista en Turismo Cristian Pos, y el antropólogo Francisco Abella.