Lo más urgente fue resuelto y está pronta casi la mitad de la obra de refacción y restauración de fachada del Palacio Salvo, explica el arquitecto Carlos Pascual. “No sólo se consiguió que no cayera más nada sino que se restauraron las molduras. Lo que no se reconstruyó fue nada de lo que se quitó hace 40 años”, aclara. Es difícil sustituir los faltantes, que eran decoración, pero también desagües, bordes de balcones, cornisas. “Se arregló todo, pero hay agujeros, porque falta información, porque no queda nada más que documentación fotográfica. No tenemos la tecnología para rehacer en 3D, a partir de una foto, unas molduras de la altura de una persona. No son pequeñas cornisas, son elementos historicistas, art nouveau, diría, con motivos vegetales y geométricos decorativos que se quitaron por temas de seguridad hace mucho tiempo. Hoy no hay posibilidades ni económicas ni técnicas de hacer eso. En el futuro supongo que sí”.

El Palacio lleva cerca de una década con una valla de protección por las tres calles que lo rodean; la idea es retirarlas ni bien terminen los arreglos, dentro de un mes, aproximadamente, señala Pascual. “Hoy estamos en condiciones de retirar lo de la calle Andes. Estamos en un poco menos de la mitad del trabajo. Nos falta entero la plaza Independencia y la torre, porque tenemos hecho del piso 11 hacia abajo. Es una hectárea de fachada, es muy grande. Hemos tenido que sacar pedazos de molduras, son muy artesanales, además, y había peligro en la vía pública... Es una cosa que hay que hacer con mucho cuidado, de a poco, y es carísimo, porque implica alquiler de balancín, los productos que estamos aplicando tampoco son baratos. Es volver a poner en valor, y además se han quitado las manchas de hollín y de suciedad, se ha ido limpiando, y el aspecto hoy es otro del que era cuando empezamos”, resume.

El edificio tiene salientes y en una etapa exploratoria les costó, recuerda, la intervención sobre 18 de Julio, donde armaron un andamio con tubulares. Los días ventosos o de lluvia pueden retrasar algo las operaciones; sin embargo, lo que marca los tiempos de avance es el presupuesto, señala, aunque están dentro de los plazos previstos. “El de este año lo estamos terminando, así que hay que esperar que la sociedad anónima Palacio Salvo pueda juntar fondos de la sobrecuota de obras, para arrancar el año que viene la segunda parte. Esto va a salir por arriba del millón de dólares. Es un deterioro de cuando hicieron las demoliciones aquellas, horribles, en los años 1970; habían quitado todo lo que estaba debajo de los balcones redondos, en los cuatro ángulos. Hay algunas fotos de cómo eran esos adornos, que se empezaron a desprender hace unos 40 años; caían pedazos a la calle, una cosa espantosa, y se decidió no repararlos y arrancarlos de cuajo. Quedaron todas estas molduras y salientes de las ventanas y mochetas y los guardapolvos, todo lo que son cornisas y demás, que se está desprendiendo, porque el hierro que tienen como estructura empezó a reventar”, explica.

Pascual fue quien asesoró a la Sociedad para hacer el pliego a licitación. Se trata de “una obra privada que se está haciendo con fondos propios, y con la renuncia que, por ser monumento histórico, hace la Intendencia a cobrar la contribución inmobiliaria mientras esté en obra”. Y se registra todo, para luego ser fiscalizado por las comisiones del Patrimonio Cultural y de la Ciudad Vieja.

Rascacielos acicalado

Si bien una zona del edificio fue concebido como hotel, se decidió hacer apartamentos en los años 30, antes de la ley de propiedad horizontal. “Entonces, para tener un apartamento o un local comercial o algún área en el Salvo, sos dueño de acciones que te permiten el uso de una unidad. Es una figura un poco extraña para un edificio, pero es una sociedad administrada mediante elección de autoridades y, en la vía de los hechos, es como si fuera un edificio de apartamentos: se pagan gastos comunes, mantenimiento, limpieza, azoteas, reparación de postigos metálicos, y el extra de obras. El edificio tuvo un momento de crisis complicado hará más de 20 años, en el que empezaron a tener problemas de todo tipo: de humedades, de deterioro de la fachada, de ascensores, de escaleras, de seguridad. Todo eso se ha revirtiendo de a poco y hoy está en una situación bastante buena”, apunta el arquitecto.

Más allá de que todavía subsisten problemas, el edificio va camino a cumplir 100 años y hay que comprender que algunas cosas fueron postergadas durante demasiado tiempo. Es que recién ahora tienen capacidad financiera para hacerlo, comenta el director de obra del proyecto. “Yo definí la maniobra y los aspectos técnicos”, detalla. “La ejecución va por cuenta de Movidor y de Francisco [Collet], que es un experto en este tipo de trabajo. Le ha dedicado los últimos diez años a perfeccionarse en estas maniobras de revoque”.

Juntos acuerdan el orden y el tipo de intervención. “Tenemos instalado un minilaboratorio donde preparan las fórmulas de revoque. Hay que ir haciéndolo en una balanza y lleva una serie de materiales según la capa de la cornisa. Tienen que tratar los hierros antes, eso lleva una arena especial, hay un color, se le agrega mica, que es un producto que le da pequeños brillos al revoque, y al final se le aplica un repelente de humedad, nanotecnología francesa, que consigue que la pared respire y le genera una especie de capa protectora contra el agua para frenar el ataque de las sudestadas, el salitre y todos los problemas que ha tenido el Salvo por estar en el lugar que está”.

Trabajo de altura

“Durante años el Salvo estuvo rodeado de protección hasta que en julio del año pasado empezaron verdaderamente los trabajos de refacción”, apunta Collet, director de Modilor, la empresa contratada, con base en un estudio previo realizado por la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. “Desde el piso hasta 38 metros se hizo toda la fachada de 18 de Julio y ahora se trabaja sobre la de Andes”, indica el también arquitecto, quien vive como “una apasionante aventura restaurar una construcción de 1928”. Collet percibe el interés de quienes pasan en el estado del Salvo, cómo los operarios son interceptados y les hacen preguntas sobre este símbolo de la ciudad.

“Nos hemos encontrado con muchas sorpresas: lo que aparentemente estaba ‘más o menos’ estaba realmente muy deteriorado, incluso sacamos piezas sueltas de entre 15 y 25 kilos, con peligro de caída. El objetivo principal es consolidar al edificio para que no haya más desprendimientos, pero no sólo; [también] aprovechar y restaurar las formas perdidas, lo que ya hay, sacar moldes de todo y volver a reconstruir las terminaciones. Demoramos un mes en lograr un revoque que es de la misma naturaleza que el original. Se nota un cambio de tonos en tanto que uno es antiguo y el otro nuevo. El gran trabajo es que esto requiere artesanía para el revoque a pie de obra, y por otro lado recomponer las formas en armonía, trabajando a 38 metros de altura. Requiere personal con mucho dominio de los elementos de albañilería, es decir, tomar contacto con los antiguos”.