El aroma a café y a vainilla, provenientes del almacén Manzanares, la fábrica Sorocabana y del Maestro Cubano, que identificó por años a Larrañaga, sigue aún presente en la memoria de sus vecinos.

Algunos de los integrantes más antiguos de Larrañaga reconstruyeron juntos el año pasado la historia del lugar, en el marco del proyecto “Cuenta la ciudad desde tu barrio” que se lleva adelante en conmemoración de los 300 años de la capital uruguaya.

Los vecinos Rosana Bachini, Ana Pehar, Félix Quintana, Rosa González, Diana Acevedo y Cristina Urrutia, integrantes de la Comisión de Fomento Larrañaga, recordaron, en diálogo con la diaria, la historia del barrio, señalando su rápido crecimiento en el último siglo.

“Al comienzo del siglo XX era una vasta zona descampada, con arroyos y cañadas, muy arbolada y pocas casas quinta, algunas de muy buena construcción, pero la mayoría eran ranchos de madera o lata con techo de paja o chapa. Aún hoy podemos ver algunas. Las calles delineadas estaban en las partes altas de la zona. El acceso a las viviendas se hacía a través de caminos vecinales creados por el propio paso de los habitantes y sus carros. Se comienzan los remates de terrenos y se da paso a la urbanización y a la construcción de viviendas populares a partir de la promulgación de la Ley Serrato”, indicaron los vecinos en un texto enviado a este diario.

La ley de 1921, también conocida por el nombre de Ley Serrato, en homenaje al ingeniero y entonces presidente del Banco Hipotecario, José Serrato, brindó fincas de propiedad del Banco y préstamos para construir viviendas a los obreros y funcionarios del sector público y privado.

“Más adelante comienzan a instalarse cooperativas de vivienda con el régimen de ahorro previo o de mano de obra de los cooperativistas en su construcción. Y en estos últimos años las casas de planta baja dieron paso a muchos edificios en altura aumentando significativamente la población en esta zona. Los molinos, los tambos, los pasos de servidumbre, los vendedores de pan, leche, hielo, frutas y verduras con sus carros tirados por caballos, quedaron en el olvido. Y las grandes superficies se instalaron en nuestra área dejando morir el almacén de barrio que era centro de compras y encuentro de vecinos y vecinas. Nuevas realidades y nuevas exigencias para este entramado social diferente al que dio origen a este barrio”, indicaron los vecinos.

En la misma sintonía, las estudiantes universitarias Eliana Crusi y Lorena Rodríguez dijeron a la diaria que a medida que avanzaba el siglo, el barrio Larrañaga atravesó un “crecimiento constante”, especialmente en la segunda década, con la subdivisión y venta de terrenos.

Además de la Ley Serrato, en 1934 se creó otra normativa que propició aún más la construcción de viviendas y la creación de nuevos barrios, indicó Crusi, estudiante de Historia.

“Ya avanzado el siglo XX, más precisamente en 1975, el barrio experimentó un gran crecimiento demográfico con la construcción y ocupación del Complejo Bulevar. Este proyecto cooperativo se convirtió en un punto clave para la comunidad, promoviendo una política de vida familiar y apertura al barrio. De hecho, en 2016 fue declarado Bien de Interés Departamental, destacando su contribución al embellecimiento del paisaje y la urbanización del área”, agregó.

Aromas y Centro Euskaro

Bachini destacó en diálogo con la diaria que un lugar clave del barrio para los vecinos fue el Centro Euskaro Español, que se encontraba en Luis Alberto Herrera, entre Setembrino Pereda y Sancho Panza.

“Durante los años 50, 60, 70 y hasta los 90, los bailes eran muy familiares. Las madres entraban a los lugares, se sentaban a ver bailar a sus hijas y algunas veces los padres las esperaban afuera. Muchas familias, parejas, se gestaron en esos bailes y esos fueron los recuerdos de varias vecinas y vecinos. El Centro Euskaro Español no existe actualmente, pero dejó su huella”, afirmó Bachini.

“Pasar por la puerta de la fábrica del Maestro Cubano era impresionante, el aroma a vainilla te daba ganas de comer algo, y los árboles de tilo, que hay muchísimos, hacen que cuando llega noviembre, diciembre, sea un placer caminar por el barrio”. Rosana Bachini, vecina de Larrañaga

Relató que en el barrio había “muchos aromas” y destacó el del almacén Manzanares, especialmente por el café molido.

“También estaba la fábrica Sorocabana y ese olor al café se sentía en varias cuadras a la redonda, la influencia del Mercado Modelo hizo que hubiera casas que se habían convertido en lugares para secar bananas, entonces había un aroma dulce en el aire que se identificaba perfectamente. Pasar por la puerta de la fábrica del Maestro Cubano era impresionante, el aroma a vainilla te daba ganas de comer algo, y los árboles de tilo, que hay muchísimos, hacen que cuando llega noviembre, diciembre, sea un placer caminar por el barrio”, afirmó.

Ubicación

El barrio Larrañaga está delimitado por cuatro avenidas prominentes en la ciudad de Montevideo: Luis Alberto de Herrera, Bulevar Artigas, 8 de Octubre y General José Garibaldi.

Sin embargo, el barrio posee un “consenso general difuso” en cuanto al nombre: identificado con la denominación Las Palmas o La Blanqueada, genera “discrepancias y falta de unanimidad”, dijo Rodríguez, estudiante de la Licenciatura en Letras.

El barrio Larrañaga estuvo durante mucho tiempo asociado a La Blanqueada, por lo que muchos vecinos todavía piensan que se llama de otra manera, agregó Crusi.

“Muchos preguntan en qué momento dejamos de ser La Blanqueada, por eso creo que este tipo de actividad es muy positiva, porque interpela ese sentido de pertenencia [...] muchas de las personas que entrevistamos tampoco tenían incorporado el tema del barrio Cervantino, que es un proyecto dentro de Larrañaga, sobre todo de la Comisión de Fomento que mucha gente está empezando a incorporar ahora”, agregó.

El barrio Larrañaga también se distingue por su “nomenclatura cervantina”, con cuatro calles nombradas en honor a personajes de la obra de Cervantes, convergiendo en la plaza Alcalá de Henares, indicaron las estudiantes.

“En conclusión, el barrio Larrañaga es mucho más que un conjunto de calles y edificios; es un reflejo vivo de la historia y la identidad de la ciudad. Con su encanto cervantino y su vibrante vida comunitaria, este vecindario continúa siendo un punto de encuentro para vecinos y visitantes, que encuentran en sus calles un pedazo de historia y tradición”, dijo Crusi.

Comisión de Fomento Larrañaga

Crusi, Rodríguez y los vecinos destacaron el rol de la Comisión de Fomento Larrañaga, establecida en 1948 y oficialmente reconocida en 1950 por la Intendencia de Montevideo, a la que definieron como un “pilar fundamental en el desarrollo y embellecimiento continuo del barrio”.

Los vecinos dijeron que la Comisión de Fomento Larrañaga impulsó el acceso a la luz en vía pública y los refugios en las paradas de los ómnibus.

“Hoy la propia comisión, con una realidad diferente, fomenta otro tipo de acciones: una biblioteca de gestión vecinal, el desarrollo del Barrio Cervantino en las calles cuyos nombres están referenciados al Quijote y a Cervantes, el desfile de comparsas del barrio y zonas cercanas -'las Llamadas del barrio Larrañaga'-, y con compromiso vecinal y de los comerciantes del barrio que da valor a la actividad”, indicaron.

Mural de Mario Alonso y Lali Cuenca con apoyo de Comisión de Fomento Larrañaga, en la esquina de las calles Quijote y Lucas Píriz.

Mural de Mario Alonso y Lali Cuenca con apoyo de Comisión de Fomento Larrañaga, en la esquina de las calles Quijote y Lucas Píriz.

Foto: Lorena Rodríguez

También impulsa acciones de cuidado del ambiente, fomentando la clasificación de residuos y una huerta que enseña cómo lograr cultivos orgánicos y “dar mayor valor nutricional efectuando un cambio cultural en el consumo cotidiano”, agregaron.

Clubes

Por otro lado, Larrañaga tiene una “gran presencia” de clubes sociales y deportivos, indicaron Rodríguez y Crusi. En él se ubica el famoso club de baby fútbol Urreta, del cual formó parte Luis Suárez y que capacita a las categorías infantiles que luego pasan a formar parte de otros clubes de categorías juveniles, dijo Rodríguez.

“La sede cuenta con una agradable y familiar cantina que también suele alquilarse para festejos y reuniones. Por su parte, el Club Paysandú, ubicado en la calle Emilio Raña, forma a jóvenes de ambos géneros destacando en básquetbol y fútbol, además de ser un lugar de encuentro para toda la familia durante los meses de verano”, agregó.

“La realidad es que no existe una identidad clara de qué es ser montevideano, quizá sí existe una identidad en cuanto a la clase social o a la cultura adquirida en el medio ambiente en el cual uno va creciendo, pero una identificación de qué es ser montevideano o montevideana creo que no está para nada definida”. Lorena Rodríguez, estudiante universitaria

Los vecinos destacan el Club Social Modelo que funcionó como centro de encuentro y lugar donde se conformó la primera Comisión de Fomento hasta el año 1990, cuando pasó a tener la sede en la calle Altamirano y Luis Alberto de Herrera.

Gentrificación

Algunos vecinos reciben con “asombro” y otros con “rechazo” la “gentrificación” que hay en el barrio con la construcción de nuevas torres cada año, indicó Rodríguez.

“Ellos lo ven con asombro, e incluso te diría que también lo ven con cierto rechazo. Porque si bien esa gentrificación se concentra sobre Luis Alberto de Herrera y Garibaldi, que son dos de las avenidas limítrofes del barrio, se lo percibe como una amenaza porque rompe con la armonía que hay en la interna de las calles del barrio. No solamente por el tránsito, sino por la gente nueva que no tiene ese apego y ese cariño por el lugar”, agregó.

Sostuvo que la mayoría de los vecinos entrevistados vive hace muchos años en el barrio e incluso algunos están en el lugar desde que eran niños. “Son varias generaciones que están allí. [...] La mayoría de los vecinos aman su barrio y no lo cambian por otro”, agregó.

Otra particularidad de Larrañaga es que muchos de los vecinos que fueron exiliados por la dictadura, cuando volvieron al país, regresaron a su mismo barrio, indicó la estudiante.

“A ese grupo de personas, de jóvenes que son hijos de padres exiliados, se les denomina los retornados, porque justamente son grupos de familias que retornaron al lugar donde nacieron, eligen estar en el complejo por sobre otro barrio o tipo de vivienda. Y allí ellos consideran que es un lugar súper privilegiado y acorde a sus necesidades y también para la crianza de sus hijos”, indicó.

Por otro lado, los vecinos suelen denunciar que existe falta de instituciones educativas públicas en el barrio y de lugares de encuentro para que puedan relacionarse entre sí, agregó.

Conclusiones de los vecinos

Por otro lado, los vecinos dijeron en el documento que descubrieron la “heterogeneidad” que existe en el área geográfica del barrio.

“Larrañaga: organizaciones de larga data, viviendas de una planta, casas quinta que aún encontramos y nuevos emprendimientos comerciales, cooperativas de vivienda y edificios en altura, con nueva población que se afinca en un barrio del que poco conoce y en el que aún no ha generado apego. Generar sentido de pertenencia y así poder crear juntos el barrio de este siglo es el desafío”, reflexionaron.

Entre las actividades realizadas, los vecinos destacaron entrevistas a referentes del barrio, “vecinos memoriosos”, organizaciones sociales, deportivas y religiosas, estudio de materiales aportados y tres talleres.

“Este trabajo integrado nos permitió contar con recursos técnicos, facilitó la planificación y desarrollo de las actividades definidas y la síntesis de la riqueza expresada en las entrevistas y talleres además de la documentación obtenida jerarquizando su contenido. Viabilizó el intercambio de historias y vivencias entre vecinos que no formaban parte del recuerdo colectivo, por pertenecer a ámbitos más privados o que se desarrollaron en otras etapas”, señalaron.

“Los vecinos también muchas veces nos tienen que hacer llegar su conocimiento y termina pasando que nos vamos adaptando unos a los otros y buscando distintas habilidades para tener una comunicación asertiva [...] en esas instancias muchas veces terminamos como en una charla de amigos y salieron cosas muy positivas, lejos de la estructura académica”. Eliana Crusi, estudiante universitaria

Además, “permitió que los más jóvenes y los nuevos habitantes del barrio se acercaran a procesos vividos y desconocidos. Este desarrollo fomenta la interrelación social y da valor a lugares, personajes, organizaciones sociales y sus roles variados según la realidad de la comunidad”, agregaron.

Una nueva forma de investigar

Por su parte, Crusi afirmó que este proyecto es “interesantísimo” para la academia, ya que los investigadores están acostumbrados a “algo bastante cuadrado”, dentro de marcos metodológicos, mientras que este tipo de actividades “obliga a desarrollarnos a nivel interpersonal”.

“Los vecinos también muchas veces nos tienen que hacer llegar su conocimiento y termina pasando que tanto ellos como nosotros nos vamos adaptando unos a los otros y buscando distintas habilidades para tener una comunicación asertiva [...] en esas instancias muchas veces terminamos como en una charla de amigos y salieron cosas muy positivas, lejos de la estructura académica”, indicó.

Consideró que este tipo de interacción les amplió sus “perspectivas académicas”. “Salimos un poco de los corsés y a los vecinos los ayuda a entender que la historia no es inaccesible. Todas estas actividades fomentan un beneficio para todos. Desde nuestra parte académica está muy interesante salir un poco del polvo de archivo”, afirmó.

Asimismo, Rodríguez consideró que con esta actividad se dejó de lado esa mirada “prejuiciosa sobre la academia”.

“La realidad es que no existe una identidad clara de qué es ser montevideano, quizá sí existe una identidad en cuanto a la clase social o a la cultura adquirida en el medio ambiente en el cual uno va creciendo, pero una identificación de qué es ser montevideano o montevideana creo que no está para nada definida, porque la verdad es que la mezcla racial es impresionante a pesar de que Montevideo es muy chiquito [...] hay una polifonía de narraciones”, reflexionó.