Alrededor de una pizza, en una mesa de bar, en el desconcierto de la crisis de 2002, una actriz, una música, una escritora y una productora dieron con un formato en el que volcar una serie de monólogos que permitieran el lucimiento de varios talentos femeninos. Ese esfuerzo cooperativo, donde fue tan importante lo literario como lo teatral y lo musical, resultó en El pozo de aire, que presentaron fundamentalmente, y durante una temporada de meses, como se estilaba antes, en Espacio Guambia, pero también hubo funciones en Mincho Bar, algunas privadas y eventos varios.

“Estábamos rodeadas de amigas artistas y parecía tonto no juntarnos y hacer algo”, recuerda Alicia Garateguy, que coordinó a esas 15 mujeres y dirigió aquella puesta, y hoy, veinte años después, estrena su regreso.

“A su vez, no teníamos un peso, tampoco lo tenemos ahora”, subraya, “por lo tanto, tenía que ser un formato posible, más o menos con la cabeza con la que pensamos durante la pandemia, solamente que la 'pandemia' en aquel momento eran la inexperiencia y la falta de dinero”.

Para la directora, volver a trabajar sobre esa estructura permite contrastar las realidades, las tecnologías, las formas de vivir dentro y fuera de un apartamento: “Esta nueva versión tiene entonces porteros virtuales, chateos eróticos, tiempos más breves, más apurados, tiene incursiones en la new age de un montón de gente, que hace 20 años no era tan frecuente, tiene inmigrantes venezolanas trabajando, tiene ciclistas 24 horas, que en ese momento éramos las menos”, resume.

Para llegar a eso, cinco escritoras escribieron para cinco actrices historias mínimas de cinco habitantes de un edificio que sutilmente van entrecruzándose. Parte del equipo repite; algunas, por distintas razones de disponibilidad, incluyendo viajes y mudanzas, siguen el proceso aunque no participen esta vez. Las incorporaciones son la actriz Adriana Trápani, la escritora Tamara Silva y Cecilia Sánchez, en doble rol de actriz y dramaturga. Actúan, además, Noelia Campo, Alejandra Cortazzo y Leonor Svarcas, mientras que la escritura corre por cuenta de Magdalena Helguera, Natalia Mardero y Daniela Speranza. La música original es de Samantha Navarro.

Salvo por una reunión inicial, en la que se barajaron algunos disparadores para comenzar a escribir y se pautó un tono de comedia, Garateguy no intervino hasta un mes después de que las actrices asignadas hubieran hecho una “edición conjunta” con las autoras. Entonces sí, se volvieron a ver, para comenzar la etapa de ensayos que terminarían de reformular los textos. “Hemos estado ensayando meses, así que de mayo hasta acá no hemos dejado de trabajar, con una apertura hermosísima de las escritoras, y también de una presencia, porque vienen a todos los ensayos que pueden”, cuenta sobre lo que define como una “idílica colaboración”. Dice que aprender a delegar, y al mismo tiempo lograr un compromiso incluso mayor que hace 20 años, “es un capital”.

La planta escenográfica consiste en una silla y una mesa, apenas, para acompañar a una sola actriz por turno. Pero climas y transiciones tienen que ver con las 33 pistas de sonido que corren a lo largo de una hora y diez minutos “levantando imágenes”, como les gusta decir a los creadores.

¿Dónde se imagina que podría estar ese edificio en el que transcurre todo? Garateguy se remonta al primer apartamento al que se mudó sola, entre La Aguada y Reducto, y donde fue, como estos personajes, una mujer independiente. “El mejor elogio de la temporada de hace 20 años, que nos encantaría volver a tener, fue de una señora que al terminar la obra se acercó y nos dijo que se había asombrado porque salieron a saludar sólo cinco actrices. Ella había pensado que era un elenco como de 30 personas”.

El pozo de aire va el sábado a las 20.00 y el domingo a las 18.00 en el Centro Cultural Goes (General Flores esquina Domingo Aramburú, teléfono 1950 7177). Función extra el sábado 9 de diciembre en el Centro Cultural Shangrilá. Entradas en Tickantel a $ 400.