“Esto no es una obra”, aclara la actriz Valentina Pereyra, luego de su monólogo inicial, cuando se va de escena junto a otros tres jóvenes actores, en la promesa de un remolino de una brigada punk y grafitera.

La invitación impresa en el marcador para libros que te dan a la entrada dice “Hambrientos de infinito” y en su borde inferior lleva una cita firmada por el poeta uruguayo Julio Inverso (1966-1999): “Nuestra tarea es vestir al universo de belleza y lo demás importa un carajo a la vela. Lujuria y vigilia constantes”.

Inverso fue un poeta original que plasmó su falta de prejuicios en la teoría y la práctica de su obra. También fue -y sigue siendo- un impulsor-inspirador de muchos otros artistas que se vieron atraídos por su aura y su poesía punk. Investigadores/poetas como Luis Bravo lo supieron reconocer como uno de los mejores entre los suyos, fue confeso seguidor del Conde de Lautréamont, Gerard de Nerval, Rimbaud y Cesare Pavese, y en vida publicó cuatro libros: Falsas criaturas (1992), Agua salvaje (1995), Milibares de la tormenta (1996) y Más lecciones para caminar por Londres (1999). Antes de dedicarse a la literatura había estudiado medicina. Se suicidó y dejó material con el que ya se publicaron otros seis libros póstumos.

La historia de Hambrientos de infinito comienza en 1986 y llega hasta algún futuro que quizás nunca sucederá. Los cuatro amigos, en diferentes formas y atajos, escenifican a Inverso y los seres de sus palabras: Julián (Bernardo Scorzo) deambula el espacio con las pesadas cargas afectivas de cada etapa de la vida, las ilusiones, las culpas y los reproches, mientras que Clarisa, una pareja y musa de un poeta, y Valentina, la hija de un poeta dispuesta a rescatar la memoria de su padre (ambas interpretadas por Valentina Pereyra), tejen los hilos de una telaraña existencial desde cierto tipo de cuidado y afecto para habilitar una perspectiva imaginada que le da lugar al espectador dominguero, y permite que la luz de la poesía de Inverso vuelva a brillar en ese instante de ficción.

“Sus palabras son un viaje en taxi por el centro de Montevideo segundos antes de que amanezca con el cuerpo inyectado de cristales, ácido, vodka y quién sabe qué más, pero también son la sensación de tranquilidad de saber que en breve vas a llegar a casa después de una noche larga que querés que todavía no se vaya del cuerpo”, escribe Fede Martínez, responsable de la dirección y dramaturgia de la obra.

En acción, los personajes comparten escenas de un tono lento y apagado, a veces simplemente tristes, otras, de innegable vacío. Julián se cruza con su novia, o con su hija, en conversaciones incómodas, de las postergadas hasta el olvido de alguna de las partes, de las que sólo podemos ver en las ficciones de Hollywood, con mensajes reflexivos, aptas para todo público. Otros personajes, Shapiro (José Lamas) y Morgan (Matilde Nogueira) funcionan como respiros de fantasía y optimismo artificial, conjugando las virtudes de la poesía y las ventajas de la juventud.

El corte y pegue, una de las técnicas habituales de Inverso, está muy bien aprovechada para construir la dramaturgia, y su disección tridimensional le permite al espectador un acercamiento singular al taller en movimiento del multifacético artista y narrador. De esa forma, se entremezclan fragmentos de poemas y audios difíciles de reconocer con las voces de Gabriela Iribarren (Clarisa adulta) y el propio Inverso (Julián adulto), salidas desde algún lugar recóndito de la sala. Pasado, presente y futuro; historia real y ficción.

La obra también se propone “para todos los que aman la noche, los que alguna vez quisieron prender fuego todo, y los que se dejaron poseer por las drogas, por una emoción, por el amor, por el deseo, por la belleza de lo irrepetible”. Para otros, nacidos en los setentas, o aún más abajo, la obra puede disparar sus neuronas hacia cierta desesperanza calma, la de los apagones de los ochentas, la del documental Mamá era punk, la de una casa abandonada, de las muchas, que todavía habitan Montevideo.

Hambrientos de infinito. Últimas funciones este sábado 18 a las 21.00 y el domingo a las 19.00 en Espacio Palermo (Isla de Flores 1631). Entradas: $ 500. Comunidad la diaria 2x1. Reservas al 098133487.


Colectivos de artistas se suman a la campaña de Unicef

Para poner en evidencia el impacto de la violencia hacia la mujer en los niños y a partir de una alianza con la Comedia Nacional, hasta el 21 de noviembre la campaña No creas, de Unicef, estará en la previa de diversos espectáculos. Actores del elenco oficial interpretarán extractos de testimonios de personas que crecieron en hogares donde hubo violencia contra la mujer. Esta acción se enmarca en la campaña que busca visibilizar cómo la violencia contra las mujeres tiene las mismas consecuencias en niñeces y adolescencias que si esa violencia estuviera directamente dirigida hacia ellos.

Se suman a esta campaña, entonces, el show de Natalie Pérez en La Trastienda, la ópera Aída en el Sodre, Chacho Ramos en el teatro Solís, Zombie Manifiesto en sala Verdi y La canción sin fin en sala Zitarrosa.

Por otra parte, artistas gráficos del colectivo Casa Wang estarán terminando un mural montado alrededor de la Puerta de la Ciudadela. Esta intervención quedará inaugurada el lunes, con motivo del Día Internacional de los Derechos del Niño.

Toda la información de la campaña No creas está en la página de Unicef.