De todos sus discos, Deforme (2023) es el más oscuro, menos sutil y más entregado a la épica, alejado de los minimalismos del indiefolk, aunque fiel a sus caprichos melódicos. Tal vez por eso, para balancear el cúmulo de imágenes escritas para su nueva música, Jhona Lemole se permite bromear con sus propias canciones: “Cuando terminé de escribir ‘Intoxicado’ se me ocurrió que quizás hable de alguien intoxicado de amor, como en ‘Sobredosis de amor’”, dice, sabedor de que su referencia al gran éxito de Gerardo Nieto y Karibe con K (“Sobredosis”, original del grupo colombiano Los Titanes, 1989) es una pieza que no encaja en el imaginario de los artistas de su tipo ni en el de sus consumidores, pero es un justo homenaje para el grupo uruguayo de música tropical y su cantante más célebre.

“Esa canción nace como un ejercicio compositivo”, cuenta el crooner uruguayo. “Quería escribir sobre la Navidad y el sentimiento encontrado que provocan ese tipo de celebraciones. Tomás alcohol y mirás en la tele Nochebuena con las estrellas; la familia está rota, pero ese día se junta, y uno, con relativas ganas de vivir, festeja, baja un poco la pelota y por ahí encuentra algo de felicidad en otra persona”, reflexiona.

Jhona Lemole nació en Paraguay y vivió un año en Colombia. Vivió su niñez en Montevideo y su adolescencia en Maldonado. Comenzó su carrera musical a los 15 como baterista en proyectos de bandas y tocó covers de The Doors. “Después dejé la batería y me puse a tocar el clarinete”, dice.

“Yo no sé música, soy lo que se dice orejero. Me llevó dos meses sacarle sonido. Empecé a ir a zapadas para tocar con otros músicos y me empezó a ir bien. Para mí era algo intuitivo. Después me enteré de que era el instrumento del diablo y que no tiene una afinación convencional, pero mi elección fue totalmente casual. En ese momento estaba curtiendo mucha cumbia colombiana y descubrí que uno de sus sonidos característicos venía del clarinete. Me interesa mucho el folclore latinoamericano”, añade.

En el rastreo de su discografía se puede llegar hasta 2015, cuando integraba el grupo Y Los Nombres Comunes, con su álbum Lo común (2016), en pleno apogeo de la escena indie uruguaya en la que brillaban Carmen Sandiego, Alucinaciones en Familia y Julen y la Gente Sola. De esa época Jhona rescata un concierto en un antro elegante de la Ciudad Vieja llamado Tractatus junto al uruguayo Pau O’Bianchi y la argentina Rosario Bléfari, en días algo propicios para los nuevos cantantes y las canciones sensibles. O, por lo menos, así lo recuerda, de vuelta afincado en Montevideo, envuelto en la obra de Nick Drake, Elliott Smith y Leonard Cohen y dispuesto a patear la noche montevideana para ganarse su lugar entre los músicos de moda.

Luego, como solista, grabó los discos Monstruo familiar (2017), En el bosque (2018), Amuleto (2019), Adoración (EP, 2020), Celebrar (2021) y Folclor (como Demoledor, 2022).

“Creo estar vacío”, canta en “Casa de los horrores”, el track 1 de Deforme, y también “estoy atrincherado, hace tiempo que no voy a ningún lado” y “mi casa se cae a pedazos”.

En “Escenario sin sentido”, con un arreglo relativamente alegre, dice: “Voy peleándole a la mente con castigos conocidos, levantarse en la mañana no es tan fácil como creen”. Jhona se reconoce noctámbulo. Sobre lo que da vueltas en estas nuevas canciones responde: “No se trata de hacer una apología de la depresión, pero sí de estar en esos lugares, poder hablar de esto, recuperarte y escribir sobre lo que te pasó”, dice. “Sería imposible para mí escribir una canción en ese estado”, reconoce.

“Cuando empecé a componer mis propias canciones me pasaba que era muy catártico, estaba muy arraigado a un tipo de poesía muy coloquial. Después me di cuenta de que lo mejor era escribir como vivía, pero sin descuidar la poesía, y empecé a corregir y pasar mucho tiempo con una letra”, agrega.

Para el artista, deforme es un adjetivo valioso que ubicó no por casualidad también en la última canción de su nuevo disco. “Para empezar, tenía que nombrar a esta orquesta con la que estamos tocando ahora. Cuando tenía 18 años vivía en Maldonado y estudiaba teatro. Con algunos de mis compañeros nos íbamos a la Torre del Vigía a pasar el rato y a inventar cosas. Había mucho alcohol, porro y hablábamos de Bertolt Brecht; nos creíamos muy cool aunque no lo éramos, porque éramos unos adolescentes. De ahí fue que salió la idea de una orquesta deforme, que era como un concepto muy libre con algo bufonesco”.

“Orquesta deforme”, la canción, está dedicada a Lalo, un amigo de aquel grupo que se suicidó hace unos años. “Me parece lindo pensar que él sigue vivo a través de esa canción”, comenta.

La voz propia

La orquesta vuelta realidad es desproporcionada y está fuera de la norma uruguaya: este sábado estará integrada por Micaela Artigas, Viviana Stagnaro, Lucía Caballero y Laura Gutman en voces, Santiago Pepe en teclados, Paulo Amorín en bajo, Ale Caper en batería, Federico Ravera, Facundo Bonilla y Santiago Peralta en guitarras, más el propio Lemole en guitarra y voz.

En vivo, además, cuenta con una puesta en escena especialmente esmerada. “Si alguien se va a poner medias rojas, que avise y nos ponemos todos medias rojas”, explica el músico. “Un concierto es parte de un artificio. Me importa mucho que todo pueda estar en sintonía con lo que queremos decir y mostrar”.

En un momento Lemole sintió que debía defender sus canciones al frente del escenario. “En un principio la voz no importaba tanto”, dice. “Ahora sí, me preocupo mucho por afinar y seguir estudiando. En algún momento encontré eso que le dicen la voz propia. En el comienzo hubo mucha adversidad. Me dijeron que lo que hacía era una mierda, incluso de colegas recibía: ‘Jhona, no está bueno, seguí por otro lado’. Pero me quedé. Por eso creo que no hay ninguna varita mágica. Hay un método, una construcción y una forma de trabajo. Después, claro, a mucha gente le puede gustar tu música y a otra no, pero de chico estás más inseguro y un comentario como los que yo recibí te puede dejar afuera. Mi mensaje para los músicos más jóvenes es ‘sigan adelante’”.

Jhona Lemole y la Orquesta Deforme. Sábado a las 20.00 en la sala Camacuá (Camacuá 575). Entradas a $ 480 en Redtickets.