Es una práctica cada vez más común en el Río de la Plata que cantautores y bandas en algún momento de sus carreras dediquen un álbum a canciones admiradas. Lo hizo Jaime Roos en Contraseña, Fernando Cabrera con Canciones propias, Rossana Taddei en Semillas y Alejandro Ferradás –uno de los últimos ejemplos– desde Canciones Aferradas, de 2017, por nombrar algunas de las experiencias de este lado del estuario.

En esto de las versiones es cotidiano que artistas del palo del rock tomen piezas del cancionero popular de raíz folclórica para llevarlas al formato bajo, batería y guitarras. Lo que no es tan habitual es que un álbum se conforme de versiones folclóricas de clásicos del rock y el pop, y menos que abreve del cancionero de habla inglesa. En realidad, Jorge Drexler milongueó “High and dry” de Radiohead en 12 segundos de oscuridad, y ahora esto es lo que hizo Fabián Marquisio en una porción apreciable de su nuevo disco.

Décimas del interior incluye doce canciones –dos inéditas– que recorren en gran parte la música que Marquisio escuchaba con su hermana en la adolescencia. La idea surge como homenaje a su padre, quien era poco propenso al rock, pero ávido de cantarolas; por eso, el músico adaptaba canciones en formato zamba o milonga para que el hombre pudiera apreciar las bellas melodías que estaban dentro del ruidoso envase. Quién no ha candombeado algún rocanrol en las bacanales.

Sin embargo, el cantor aguascorrentino radicado en Maldonado no se queda en el ingenio fugaz. Décimas del interior es, sobre todas las cosas, una exposición magistral de folclorismos latinoamericanos, lo que queda expresado desde el bordoneo iniciático de “Sultanes del swing”, la milonga que abre y amolda “Sultans of swing” de Dire Straits al tradicional ensamble de guitarras criollas. A su vez, la lírica reconfigura la anécdota sucedida en un bar de Ipswich –Inglaterra– que inspiró a Mark Knopfler para homenajear a los guitarreros que forjaron el sonido que conocemos comúnmente como “las guitarras de Zitarrosa”. “Lo mirás tocar, Cobelli sabe todos los acordes / Toca el ritmo y la mira a Olga cantar / Te cuenta historias de Zitarrosa / Y la Centurión no para de sonar”.

Además de “Sultanes del swing”, hay otras tres versiones del repertorio anglosajón. “Bad moon rising” de Creedence Clearwater Revival es transformada junto al dúo Luceros en chamarrita bajo el título “La luz mala”. “Veo luz malas en el campo / veo problemas por venir”, cantan sobre la pegadiza melodía como si John Fogerty la hubiera compuesto luego de un asado con el Sabalero.

La otra chamarra del elepé es –nada más y nada menos– “Something” de The Beatles, en este caso en formato instrumental junto al fuelle de Pablo Ahmad y ahí el hit de George Harrison demuestra una vez más su universalidad.

Tal vez la más radical de todas las adaptaciones sea la zamba “Nada más importa”, que no es otra que “Nothing else matters”, de Metallica, junto a las voces armonizadas de grupo Matices, quienes aprovechan al máximo el arreglo original para llevarlo a su terreno. A diferencia de las anteriores traducciones, aquí Marquisio respeta el sentido de la letra. “Tan cerca, no importa dónde estás / el corazón te trae hasta acá / Siempre confiando en lo que sos / Nada más importa”.

También hay lugar para el cancionero latino. “Paisaje”, del italiano Franco Simone –con la participación de Malena Muyala–, “Para siempre”, de la puertorriqueña Kany García, e “Hijo de la luna”, del español José María Cano, dan cuenta de ese aire de fogón en que las canciones foráneas se adaptan con naturalidad a los géneros criollos: el popular arpegio milonguero de la guitarra española en la primera, la llevada candombeada de la segunda y el pulso de zamba en el hit popularizado por Mecano.

En estas versiones, como en todo el trabajo, hay otro destaque que puede quedar obnubilado por el curioso ejercicio de las versiones: el canto de Marquisio es cosa seria y despliega un arsenal de yeitos que domina en cada género –con especial tino cuando interpreta zambas que suenan con aires cordilleranos–.

Paisaje sureño

Como si estuviera organizado en caras, como un vinilo, en los últimos cinco tracks desembarca en canciones de la penillanura suavemente ondulada. “El gran pez” de Alejandro Balbis se convierte en un joropo venezolano con su estructura terciaria –tum pam pam, tum pam pam– que le calza muy bien a la aventura fantástica llevada al cine por Tim Burton. “Consumo cuidado”, por su parte, es una autoversión en la que Marquisio viste de milonga el funk incluido en su disco Música de mar y desquicio, de 2010; el nuevo formato beneficia una letra que tiene más de una lectura y vale la pena atender.

Antes del cierre, las dos composiciones inéditas. “Milonga azul”, unas décimas escritas por Javier Hernández, que cuenta de manera directa la experiencia de un padre de un niño autista, y “Alquimista de los deseos”, otra zamba, esta vez dedicada a su padre, con quien en aquellas cantarolas solía interpretar este ritmo con preferencia. De alguna manera sintetiza el leit motiv del proyecto discográfico. “Zamba de la soledad / Que ya no tiene tu voz / Que a medianoche pide perdón / buscando tu comprensión”.

El final es para el aire de vidala “El diablo en los carnavales”, de Eduardo Pitufo Lombardo, la que Marquisio, en vez de transformar, despoja a su mínima expresión, a pura voz y bombo legüero, como si el fogón ahora estuviera en Purmamarca, en la falda del cerro Siete Colores.

Décimas del interior es ante todo un respetuoso tributo a músicos y géneros con los que Fabián Marquisio ha dialogado en el periplo vital y artístico. Una colección de melodías extraordinarias que no sufren el cambio de vestuario; al contrario, el extrañamiento realza su belleza original. También es un interesante mapa de los sonidos del continente, como si el músico devolviera al público parte de lo recogido en sus años de mochilero.

Una oportunidad para entender la tradición, no cómo un fósil aislado e inamovible, sino como el ámbito vivo sobre el que estamos parados en esta torre de babel. En definitiva, desde la púa de carey de José María Aguilar al slide de George Harrison, el legado es inmenso y nos pertenece.

Décimas del interior, de Fabián Marquisio. Bizarro, 2023.