Este miércoles en el local Tatú 3.14 (en la calle Buenos Aires 314) habrá oportunidad de encontrarse con la obra de Francisco Ferreras, el artista argentino conocido como Panchopepe. Desde las 19.00 habrá una muestra de su obra, junto con bebida, música en vivo, tatuajes y medias. Al menos, así lo publicita en sus redes sociales.

Es justamente allí donde el resto de los días podemos disfrutar de la obra de Ferreras, nacido en Puerto Madryn en 1989, quien intercala bocetos que parecen haber tomado un minuto de realización con pinturas coloridas y detalladas. En ambos estilos no suelen faltar sus rostros definidos apenas con dos puntos para los ojos, una raya para la boca y un cabello mezcla de Charlie Brown y Bart Simpson.

“Dibujé toda mi vida y nunca lo abandoné”, recuerda Panchopepe en conversación con la diaria. “Desde mis 18 años profundicé fuerte en el dibujo y en la pintura; después sucedieron cosas, pero siempre me lo tomé muy en serio. Fue más que nada un impulso interior de autoconocimiento, una cosa brutal para mi vida. Tomarme muy en serio esto y darme cuenta de que era mucho más grande que una hoja pintada. Con el dibujo y la pintura tuve momentos místicos, directamente, que me transformaron como ser humano y me hicieron alguien mejor”, dice.

“Este dibujo megasintético que encontré en los últimos años fue a partir de un desarrollo, de una evolución descomunal. Me interesaba la idea de la observación, creo que hay algo gigante en ese momento de observación. Que después se haya sintetizado ridículamente fue raro, porque yo no quería tener un Gaturro, no me interesaba. Yo quería dibujar todo”, acota.

Foto del artículo 'El artista argentino Panchopepe expone su obra este miércoles en Ciudad Vieja'

“Hasta que apareció este guacho y no me dejó opción. Pensé que podía usarlo para decir cualquier cosa: cosas profundas, cosas absurdas, cosas necias... Me gustó lo amorfo, la sencillez total de esa cabecita, y abracé eso que no había visto en ningún lado. Me pareció bueno porque estaba en una época existencial y de introspección, entonces bajaba esas frases y hacía que las dijeran estos tipos”, agrega.

¿Y la pintura? “Me voló la cabeza y me vuela la cabeza todavía. Y hoy estoy pensando que quizás tardo más en hacer los dibujitos que en hacer una pintura. Pintar es lo máximo, es espectacular. Es meditación en acción. Estás solo frente a un cacho de papel y no existe nada más; es un gran momento para despejar dudas, para involucrarse. Pinto desde hace como 16 años sostenidamente, casi todos los días de mi vida, y sigo encontrando cosas. Hay algo bastante mágico y raro, es un momento muy hermoso de descubrimiento más allá del papel”, contesta.

Lo cierto es que ese guacho tan característico de sus dibujos, que podríamos llamar Panchurro, empezó a colarse en la pintura. “Me gusta mezclar esos dos mundos y me divierte que este personaje tan sintético ahora pertenezca a un mundo de claroscuros”, confiesa el artista.

Como creador independiente, está en Instagram como @panchopepe2000, pero no se obsesiona con las redes sociales: “Sirvió mucho para difundir la obra y para que a través de esa difusión venga trabajo, que lleguen alumnos, que se venda pintura, pero no me vuelvo loco con el algoritmo. Si tengo ganas de subir algo, lo subo. Si tengo cosas nuevas, las subo, pero no estoy haciendo obra pensando en la red social. Quizás en la pandemia dibujaba y pintaba mucho y me divertía el hecho de subirlo e interactuar con la humanidad por ahí, pero la verdad es que me quema la gorra pensar en eso”.

Este pensamiento también se refleja en su modo de pensar sobre el mercado laboral y la economía: “Durante muchos años me morí de hambre, pero no me importaba. Prefería comer papas y arroz y pintar todos los días, a tener un trabajo del horror que me permitiera comprar zapatillas o pantalones buenos. Siempre me adapté a esa línea de la pobreza y no me molestó tanto, aunque es un poco triste. En un momento se empezaron a vender más pinturas y el taller anduvo bien, pero el dinero nunca fue el motor; si no, me dedicaría a otra cosa”.

Panchopepe quería venir a Uruguay porque “necesitaba escapar un poco del caos” de la actualidad argentina, pero no tenía un plan. “Me escribieron los chicos de Tatú, me cayeron muy bien; yo me vine con una amiga tatuadora y se nos ocurrió esta idea de que ella tatúe mis dibujos; me pareció que todo cerraba por algún lado”, dice en referencia a Mora Langer, conocida como @moraangel_ en Instagram.

“También uso el arte para generar esta clase de encuentros que me parecen súper valiosos a nivel humano. Se genera siempre algo muy hermoso. Y sacarnos a todos de la pantallita y ponernos a mirar una pared llena de pintura me parece un buen gesto para este mundo”, remata.