Diego Traverso –ex Santé Les Amis– y Leonard Mattioli –latejapride– compartieron, además del gusto por las corcheas y los samples, reducto laboral por casi una década. Durante esas jornadas, entre la economía creativa y los expedientes, fueron modelando una amistad y la idea de un proyecto artístico en común, una comunión alrededor de la música y también del activismo en torno a la tensión entre ciudad y el medioambiente, otros de los tópicos compartidos. En 2019 oficializaron el dúo de electrofolk con la publicación del EP Con qué sueñan los bosques, y tres años y una pandemia después editaron Monte nativo, su estreno en el larga duración, un trabajo ambiental enfocado en el concepto lo-fi y lleno de referencias locales en su repertorio (por nombrar algunas de las canciones: “Rambla Sur”, “Laguna del Sauce”, “La Blanqueada” y “Tambores en la feria”, que samplea el paisaje sonoro del popular mercado callejero de la calle Salto y que reaparecerá en el universo bosqueño).

Ni estáticos ni perezosos, Los Bosques acaban de editar su segundo elepé, Ecos del río. A diferencia de su antecesor, parece reflejar la performance del dúo en el vivo, suena orgánico y con espíritu de banda. De todas maneras, definir el trabajo es tan difícil como querer organizar un monte en un escaparate. El periodista argentino Gabriel Plaza ensayó un “texturas sintetizadas, candombe trip, canción loop y psicodelia uruguaya”. En esa línea Traverso lo presentó como “¿electrocandombe sintetizado?”, así, en clave pregunta. Mientras tanto, Mattioli lo llamó “electrofolk local, a fuerza de corazón y enchufes”. En cualquier caso, la clave está en los localismos. Esta música tiene visa universal, pero pasaporte uruguayo.

El cruce de la música electrónica con los folclorismos latinoamericanos tiene un largo recorrido. Aquí nomás, en Argentina, ya ha echado raíces profundas y existe toda una escena del género; artistas como Chancha Vía Circuito o Nación Ekeko dan cuenta de la frondosidad. Los Bosques son parte del fenómeno y siguen la huella global. Prueba de esto es que sus discos son editados por el sello californiano Acrylic Label y algunas de sus obras ya acumulan cientos de miles de escuchas en Spotify. Más allá de la cantidad de condimento folclórico que lleve la propuesta, hay algo primal siempre en el sonido de estas propuestas, como una voz ancestral surgida desde las entrañas, como las bagualas andinas o los tambores que percuten el lamento de los esclavos africanos. Si la electrónica ortodoxa tiene sabor a futuro, el electrofolk, o la folktrónica, también sabe a pasado, pero no el pasado romántico y costumbrista de, por ejemplo, la tanguez, sino uno mucho más remoto y cósmico.

Como su nombre lo sugiere –y a tono con la actual crisis del agua potable–, el eje vertebrador de Ecos del río es ese líquido insípido, inodoro e incoloro al cual le debemos gran parte de la vida, “como homenaje y como advertencia de un mundo que podemos perder”, afirman. “El río” y “Soy la lluvia”, las canciones que abren este trabajo, dan cuenta de la temática y no son las únicas. Este potente par de apertura comparte, además, una bienvenida novedad, la incorporación de voces invitadas. La siempre sugerente Laura Chinelli en primer lugar y Vicky Ripa –para seguir a tono acuoso: un torrente de energía– en el segundo track, esa especie de carnavalito galáctico. “Soy la lluvia que cae sobre la ciudad / Esa misma que cruza los bosques / Soy la lluvia que lava tu alma / Moja sin parar”. Además, ambos cortes fueron presentados como adelantos y cuentan con clips grabados durante lo que llamaron Sesiones botánicas, en el invernáculo tropical del Jardín Botánico de Montevideo; una buena manera de adentrarse en la espesura.

“El mar es algo inmenso, inconmensurable. Es vida”, dice María Quiñones, una pobladora de Cabo Polonio. Su relato atraviesa “María y la mar”, el tercer tema del álbum, acompañada por los tambores de Ferna Núñez, quien también aporta el llamado lubolo en “Chirca” y “Caos y paz”. La lista de participaciones es ancha, desde el bajo de Giani Giamo en “Consuelo” –encargado también de la mezcla, junto a Traverso, y la masterización–, los samples y programaciones de Edgardo Mattioli en “Soy la lluvia” y “Chirca”, y el saxo de Rodrigo Baeza en “Raíces” y “Caos y paz”. Destaca como un claro hiphopero en el medio de la floresta la canción “Trama urbana”, que cuenta con la voz de EL KB de AliemRap.

Pasa de todo en los 38 minutos que lleva atravesar este bosque. El sendero está en el groove y las melodías, pero los samples de Eduardo Mateo, el desastre nuclear de Fukushima, el mar, la tormenta, la feria de Salto, entre otros detalles, son parte de la maleza. Cuando queremos acordar, ya estamos en “Consuelo”, el último surco, escuchando a Martín Fierro advertir: “Aquí me pongo a cantar / Al compás de la vigüela”.

Los duetos compositivos tienen una larga tradición en nuestro país, en múltiples formatos. El clásico dos guitarras, como Los Zucará o Larbanois & Carrero; guitarra y bombo, como Los Olimareños en sus inicios; viola y voz, en el caso de Spuntone y Mendaro o Nattero y Casanova de Los Traidores; piano y cantante, como Hugo Fattoruso y Laura Canoura, o en la actualidad el dúo Mira la Rama. No es infundado ubicar a Traverso y Mattioli en esa senda, con sus cuerdas, scratches, programaciones y teclados. La forma también hace a eso que llaman “a la uruguaya”, tanto como que aparezca la voz de Mateo, una cita de Zitarrosa, la clave del candombe o los acentos de una feria. El cancionero popular también se forja con beats bailables. Ya lo sentenció El KB: “Buscalo, que está en los bosques el swing”.

Ecos del río, de Los Bosques. Acrylic Label, 2023. Disponible en plataformas.