Néstor Moreno y Alejandro Silvera nacieron y se criaron en Santa Clara de Olimar. La localidad, de 2.300 habitantes, está ubicada en la frontera noroeste de Treinta y Tres, sobre la ruta 7 y en la loma de la Cuchilla Grande, a 320 metros sobre el nivel del mar, el punto más alto del departamento, razón por la cual se la conoce como “la república del viento”. Por obvias razones de escala, se conocen de toda la vida, pero desde hace 18 años desandan caminos en yunta, llevando en sus guitarras el legado de la canción olimareña, el sonido armonizado de montes, ríos y pedregales, ese que es tan natural para los serranos y tan arisco para los foráneos.

Como tantos colegas, los Copla Alta recorrieron el espinel de la profesión anzuelo por anzuelo, desde los habituales concursos de primera hora hasta asentarse en las grillas festivaleras donde desde hace varias temporadas ocupan los horarios centrales. En este periplo ya pescaron varios reconocimientos, entre ellos el Charrúa de Oro y la Guitarra Olimareña. Su propuesta de música campesina, como la definen –porque “en Santa Clara hacés tres cuadras y te caés en el campo”–, se inspira en la histórica escuela de dúos del canto popular uruguayo, pero con los pies en el siglo XXI y la mirada en la lontananza. En definitiva: tradición e innovación, los leños que alimentan desde siempre el fogón donde arde el fuego nuestro.

2023 los encuentra dándole los últimos lustres a En plural, su séptimo disco de estudio, que, como su nombre lo indica, viene de colaboraciones. “Es especial para nosotros porque hay un montón de artistas invitados que forman parte de la vida nuestra, en muchos casos antes de conocerlos como personas”, confiesan. El álbum mezcla canciones inéditas con versiones del repertorio del grupo y se puede orejear en las plataformas digitales, donde desde hace más de un año y a tono con los tiempos discográficos que corren vienen compartiendo el trabajo en modo adelantos.

Agotaron las localidades del Auditorio Nacional del Sodre, donde este miércoles presentan el disco con parte de la cofradía que le da sentido al título. Entre otros, dirán presente: Pepe Guerra, Larbanois & Carrero, Chacho Ramos, Florencia Núñez, Juan Pablo Silva (Puro Chamuyo), Tantomán, Óscar Massitta, Emiliano Muñoz y el Zurdo Bessio, Gerardo Dorado (El Alemán), Carlos Alberto Rodríguez, Luis Pedro Larrechea (Cerno) y Jorge Nasser. Antes de la velada, que promete ser especial, los olimareños conversaron con la diaria, alrededor de un estofado humeante y caldoso que le puso calor a un mediodía invernal.

¿La idea de un disco colectivo está desde el inicio del proyecto o se fue dando?

Néstor Moreno: No sé si fue planificado. La intención era, sí, cuando arrancamos a ver las canciones y demás, hacer un disco con algunos invitados. Después empezamos a ver que tenemos tanta gente amiga, tanta gente de referencia, que de alguna manera nos dimos cuenta de que era muy rico hacerlo con toda esa gente. Y con algunos que tenemos vínculo con su música, pero de repente no teníamos un vínculo muy cercano. El caso de Florencia Núñez: nos conocíamos de encontrarnos detrás de algún escenario, pero no teníamos un vínculo de cercanía. Todo eso se fue generando después.

Florencia Núñez, Chacho Ramos, Emiliano y el Zurdo. Además de generaciones cruzan varios géneros.

Alejandro Silvera: Fue de las cosas más lindas, que las canciones tomaran colores inesperados con la impronta y el color de cada uno. Además, yo creo que de algún modo la canción, siendo la misma, revive de otra manera. Es una cosa linda de ver.

¿Cómo definieron el repertorio?

Néstor Moreno: Fue un proceso variado. Hubo canciones para las que ya teníamos la intención de que el invitado fuera el que fue y otras que se construyeron durante el disco: hay una canción de Mario Carrero que se llama “Flor de piel”, que grabamos con Emiliano, el Zurdo, el Alemán y Mario [Carrero] y Eduardo [Larbanois], que surgió durante el proceso. Y en otros casos lo que nos pasó fue que nosotros propusimos una canción y el invitado sugirió otra. Creo que ahí estuvo lo rico de la cuestión: el disco fue muy colectivo, no sólo porque hay mucha gente participando, sino que lo armamos de esa manera, todos terminaron sugiriendo canciones o arreglos, haciendo mucho más de lo que nosotros habíamos propuesto inicialmente.

Te escuché decir que la ventaja de Uruguay es que los géneros no están muy definidos, como que es fácil cruzar para un lado y para el otro. ¿Es por ahí?

Néstor Moreno: Ahora estaba pensando: este disco, por ejemplo, es claramente de canto popular, porque el canto popular en nuestro país, la música nuestra, es como una cobija amplia que está todo ahí: todo se puede denominar como parte del canto popular, todos los géneros. Entonces, creo que este disco es una expresión bien clara de eso: desde música tropical a murga, candombe, milonga, serranera, de todo y con gente muy variada.

Reversionarse también es revisar lo que uno hizo en otro tiempo. ¿Cómo fue esa aventura?

Alejandro Silvera: Es otra de las cosas que disfrutamos mucho, el poder revivir cosas que hacía mucho tiempo que no cantábamos. Por ejemplo, la canción que grabamos con Pepe Guerra [“La chifladita”], que nosotros grabamos en el segundo disco y que la habíamos dejado de cantar hacía un tiempo. Pasan esas cosas; uno se vuelve a reencontrar con cosas que eligió hace un montón de años, en otro momento y volver a ponerlas arriba de la mesa es renovador.

Néstor Moreno: Aparte de encontrarse con otras búsquedas, no sólo los discos. Volvimos para atrás buscando en la memoria canciones que nosotros hacíamos que no están grabadas y darse cuenta de que tal vez no es una evolución, pero sí es un cambio de búsqueda. En aquel momento estábamos buscando ciertos colores, cierta identidad. Nos encontramos con cosas que dijimos: “Pah, cantábamos esto”.

Ya que estamos yendo hacia atrás, ¿qué se escuchaba en sus casas cuando eran chicos?

Alejandro Silvera: En mi casa se escuchaba de todo, literalmente, de todo. Desde el rocanrol a través de mi hermano, mis padres más para el lado del folclore y un poco lo melódico de su generación, pero música variada en general, después un poco la que uno iba descubriendo de la generación nuestra. Siempre fue ecléctica la radio en casa.

Néstor Moreno: Mucho canto popular latinoamericano. Cuando uno empieza a descubrir y a elegir cosas, ahí va cambiando y quizás uno empieza a introducir en la casa otras propuestas.

¿Y la guitarra cómo aparece?

Néstor Moreno: Por mi viejo, que toca la guitarra y que tenía mucha cercanía con esta música. Entonces para mí es natural.

Alejandro Silvera: En mi caso la guitarra fue en la adolescencia. En Santa Clara hubo, hace muchos años, un programa de descentralización cultural que enviaba desde la capital del departamento profesores de diferentes disciplinas a las localidades. Se hacían talleres en las juntas departamentales, en los clubes de los lugares, y a Santa Clara fue un profesor de guitarra de Treinta y Tres, Lázaro Machado, y se armó una especie de taller de guitarra. Ese fue mi primer acercamiento al instrumento. Después aprendimos en muchos centros culturales que algunos podrán llamar boliches [risas].

Néstor Moreno: Es en lo que nosotros siempre insistimos: asistimos a una escuela sin querer que tiene esos yeitos de tocar la guitarra, de cantar, que está en el aire, en la idiosincrasia del lugar de donde venimos. Uno accede a eso después que tiene la primera herramienta, que es hacer tres tonos; ahí puede ir a donde se está tocando y de alguna manera visualizar qué es lo que se está haciendo con un poco de oído técnico. Asistimos a eso sin quererlo, está ahí en el aire.

¿Y cuál es el gusto de cantar a dúo?

Alejandro Silvera: Creo que armonizar tiene un gusto en sí mismo, es una cosa que uno disfruta por el desafío mismo de armonizar las voces, además de la razón por la que uno hace esto, que es la oportunidad de decir cosas a través de la música. El hecho de hacerlo de a dos tiene un encanto en sí mismo, es una cosa que disfrutamos mucho.

Néstor Moreno: Además, repartir un poco de culpas también [risas].

Imagino que en un principio cargaban con el legado de Los Olimareños.

Néstor Moreno: Con el paso del tiempo uno empieza a entender... No, enseguida uno entiende que Los Olimareños son una referencia ineludible de todo el mundo, no sólo de los dúos, de cualquier tipo que haga música en este país, de cualquier género. Esa música está metida en el ADN. Además, nosotros venimos del mismo lugar, lo que te decía al principio, hay en el aire una forma de hacer determinadas cosas que son propias del lugar y que ellos perfeccionaron de una manera única. Entonces, es ineludible la referencia. Al final, en vez de que eso pese termina siendo un apoyo.

De todas maneras, Copla Alta tiene su voz, suena a Copla Alta.

Néstor Moreno: Ha sido un trabajo. Creo que al inicio todos nos parecemos en algo a alguien, el trabajo ha sido encontrar cuál era el lugar nuestro. En eso estamos; sería vanidoso decir que ya encontramos nuestro lugar y esta es nuestra manera de decir, nos queda mucho camino.

Hablaban de algo que está en el aire en ese lugar. En sus trabajos están presentes Rubén Lena, Walter Serrano Abella, Óscar Massitta. Hay una conversación ahí que parece viene de lejos. ¿A eso se refieren?

Néstor Moreno: Hay un nexo con esa vieja escuela, la escuela del maestro, del Laucha Prieto. A nosotros siempre nos cautivó mucho entender qué sucedió ahí y de alguna manera ir hacia la fuente a la que teníamos acceso. Gran parte de lo que nosotros hacemos o somos, haber encontrado cierta voz, lo debemos particularmente a esa gente: el Serrano, Massitta, Rubén Acevedo, gente que estaba ahí construyendo de a poquito lo que somos.

¿Cómo ven el panorama de la canción de raíz folclórica?

Alejandro Silvera: La primera percepción, basándome en lo que uno ve en los festivales que tienen como centro este tipo de música, la convocatoria sigue siendo tremenda. Uno va a un festival en el interior y convocan de 10.000 a 30.000 personas, en muchos casos más de una noche. Muchísima de esa gente es joven y eso habla un poco de que la conexión está muy vigente, entre la música y la identidad. La gente lo sigue viviendo como algo vivo, valga la redundancia. Hay mucha gente joven haciendo esta música, creo que hay mucho para cortar y mucho para descubrir que seguramente uno todavía no ha visto.

¿Cuál debería ser el rumbo?

Néstor Moreno: Está difícil de visualizar, pero creo que hay una cosa que no debería perder y es el centro social que siempre ha tenido la canción en las letras, que creo que ha sido en algunos casos la diferencia con otras regiones cercanas. No estoy diciendo que en otros lugares la canción no tenga un contenido social, pero creo que en la nuestra ha sido la base. Quizás hemos perdido un poco el foco ahí.

¿En qué sentido?

Néstor Moreno: Capaz que se ha vuelto más un canto telúrico, que no está mal, digo que no es el rumbo que ha tenido mayoritariamente el canto popular. Uno no sabe hacia dónde va a seguir, lo que sí sería bueno es no perder de vista la referencia de cierta gente, no tener el síndrome de restauradores en todo. Si bien la voz propia es importante, entender de dónde viene también es la cuestión. Porque si no lo que hay que hacer es construir otra corriente, otra música y pararse en ese lugar. Capaz que lo que estoy diciendo suena un poco conservador, pero hay tipos como el maestro Lena, Víctor Lima, Eduardo y Mario, Los Olimareños, una cantidad de gente que, si bien no hay que repetir el patrón, creo que la referencia es importante.

¿Cuál es el misterio de la serranera? Un ritmo con mucho swing, pero muy particular.

Alejandro Silvera: Obviamente hay gente con mucha más autoridad que nosotros para hablar del género. La referencia más cercana nuestra es Óscar Massitta, más allá de que lo conocemos de antes por la obra de todos los que cultivaron eso. En Treinta y Tres se escucha mucho, en las sierras en general, por una cuestión obvia. Nosotros lo incorporamos por la misma razón que incorporamos todo lo demás: es algo que está ahí, que es parte de nosotros de manera auténtica y que para nosotros tiene un valor grande como herramienta para construir identidad. Es un vehículo al que accedemos fácilmente para decir cosas. Algún día lo vamos a aprender a tocar bien también [risas].

Néstor Moreno: Es muy arisca, sí. Tiene una condición que es como la milonga, todo el mundo tiene su yeito, todo el mundo lo toca a su modo, cada cual toca la milonga como le queda cómodo y la serranera es particular en eso. Quizás para entender un poco el ritmo hay que andar un poco a caballo en las sierras y ahí se sazona un poco.

Y “si me pierdo, mala suerte”.

Néstor Moreno: “La noche tendrá razón”. Un poco va por ahí, hay que andarlo y perderse.