Voy a deslizar uno o dos datos acerca de mí en esta reseña, porque tienen bastante que ver con la forma en la que me enfrenté a esta película de terror australiana que se exhibe en salas de cine. Dato 1: no veo películas de terror. O al menos no lo hacía hasta que algunas cosas del mundo real me pusieron los pelos de punta más que cualquier efecto especial en una pantalla. Mi filosofía era “¿Para qué pagar para que me hagan sufrir?”, pero luego decidí darles una oportunidad. Además (full disclosure) asistí a una función de prensa, así que sufrí en forma gratuita.

Háblame (correcta traducción de Talk to Me) es el debut cinematográfico de los hermanos Michael y Danny Philippou, y cuenta una historia que hemos visto muchas veces, pero con condimentos y ejecuciones que la vuelven suficientemente fresca. Al menos para mí, que me he perdido de un montón de películas de terror durante mis “años buenos”.

La cosa va de sesiones de espiritismo y almas del otro mundo que se cuelan al nuestro por un ratito, siempre con ganas de prolongar su estadía. Pero mientras que las tablas ouija o los círculos de personas tomados de las manos pueden volverse repetitivos, aquí la sesión en sí misma está adaptada a los tiempos que corren, especialmente entre los adolescentes que protagonizan la historia.

En lugar de tableros (o la famosa copa que tanto terror me daba cuando el adolescente era yo), aquí el objeto que sirve de nexo entre los mundos es una mano embalsamada que tiene diferentes orígenes dependiendo de quién cuente la anécdota. Es un objeto que se va pasando de... bueno, de mano en mano, generando pasión entre los jóvenes, que filman esas sesiones de espiritismo con sus celulares y luego las comparten en TikTok, donde se vuelven virales.

Desde el comienzo sabemos que el abuso de esta práctica, que se presenta con el mismo secretismo y adicción que otras drogas que circulan en las reuniones entre jóvenes (y entre adultos también), tiene consecuencias terribles. Pero nuestros protagonistas atraviesan esa etapa de la vida en la que se creen inmortales, además de que existe una fuerte presión social para sumarse a las sesiones de este Chatroulette con el Más Allá, ya que al igual que en el famoso sitio de videochats al azar, nunca sabés quién te va a atender del otro lado. Con toda seguridad hasta en el Infierno te vas a encontrar con menos genitales expuestos que en Chatroulette.

Dato 2: para ser una persona tan cobarde, me afectó muy poco la presión social o presión de los pares (peer pressure es una hermosa expresión en inglés). Tenía todos los boletos para estar fumando y bebiendo alcohol a edad temprana y aquí me ven, comportándome en forma extremadamente aburrida en cada lugar al que concurro. Los amigos de verdad han sabido aceptarme como soy.

Quienes sucumben al jueguito son dos amigas, Mia (Sophie Wilde) y Jade (Alexandra Jensen), y el hermano menor de esta última, Riley (Joe Bird). La primera sufrió una pérdida familiar hace poco tiempo y los tres sienten que necesitan pertenecer a algo más grande, aunque ese algo más grande implique ser atado a una silla, sostener una mano embalsamada y pedirle a un espíritu que hable con ellos. Todo era risas hasta que el consumo problemático de mano embalsamada deja a alguien en el hospital, después de una escena bastante perturbadora, pero no tanto como para incomodar a un espectador cobarde (ver datos 1 y 2). A partir de ese momento, el juego pierde toda la gracia y el objetivo pasará a ser la supervivencia.

Los hermanos Philippou le sacan el jugo a cada escena y a las actuaciones de sus jóvenes estrellas, que sin destacarse logran convencerte de que lo están pasando mal o muy mal. Hay un par de buenas decisiones al mostrar escenas desde el punto de vista externo (es decir, quienes no ven a los espectros), el maquillaje transforma a los jóvenes en jóvenes poseídos con todo éxito, y el sonido de la película es particularmente destacable: logra incomodar con ruidos de cosas que se rompen o simplemente con agua corriendo (dato 3: le tengo terror a la inmersión).

No creo que Háblame vaya a convertirse en un clásico del género, en especial porque en su último tercio (dura unos saludables 95 minutos) quiere hacer una de más y termina rozando lo complicado más que lo complejo, y hasta se le escapa un poquito de Cris Morena del horror. Pero nadie me quitará esa hora y media en la que experimenté sensaciones negativas porque yo decidí hacerlo. Bueno, también experimenté que la persona de al lado prendiera su celular y chateara durante varios minutos con la luz de la pantalla cegándome, pero estaremos de acuerdo en que la incomodidad del mundo real superará a cualquier adolescente dándose la cabeza contra la pared.

Háblame, dirigida por Michael y Danny Philippou. 95 minutos. En cines.