Tüssi Dematteis, como firmaba sus trabajos artísticos, o el Tusi, como le decíamos, fue parte de la primera redacción de la diaria y había comenzado su actividad pública en 1986 al frente de Guerrilla Urbana, la banda punk que recibió el premio revelación en el primer festival Montevideo Rock. Por esa época, además, empezó a publicar columnas en el fanzine Gas Subterráneo, que llevaban adelante Fernán Cisnero, Gerardo Michelín, Tabaré Couto y Pedro Dalton, entre otros.

Tras la disolución de Guerrilla Urbana, formó junto a Ignacio Durán y Lessandro Albuquerque, también exmiembros de la banda, la agrupación La Hermana Menor. Sería el único integrante permanente de un colectivo que rearmó varias veces y con el que llegó a publicar cuatro discos en las décadas siguientes: Ex (2003), Todos estos cables rojos (2007), el aclamado Canarios (2010) y Todas las películas son de terror (2013).

Como muchos de los poetas que admiraba –Lou Reed, Bob Dylan, Leonard Cohen–, prestó especial atención a la química de textos y música: “Mi formación es más literaria que musical, así que es lógico que le haya tratado de dar cierto relieve a la escritura de las letras, pero al mismo tiempo nunca me parecieron el punto central de las composiciones. Siempre, pero siempre, son escritas luego de que compongo o componemos la melodía básica, y siempre tratan intuitivamente de armonizar con lo que dice la música y ser informadas por esta”, decía en 2019 a Radio Pedal.

En paralelo a su actividad artística, Gonzalo escribió en medios locales y extranjeros. Sus estadías más largas ocurrieron en las redacciones de la revista Posdata, desde mediados de la década de 1990 hasta el 2000, y en la nuestra, desde que apareció la diaria en 2006 hasta 2018. Los artículos que firmaba en estas publicaciones, principalmente sobre música, cine y libros, reflejaban una porción de sus múltiples intereses. En ellos, hacía uso de una habilidad para hallar pronto lo estéticamente relevante –que también empleaba en sus textos poéticos– y lo unía a una asombrosa capacidad de acopiar y organizar información pura, que venía cultivando desde antes de que internet se volviera una herramienta común.

Otra ventana a su concepción del arte y la cultura son los blogs Fuck You, Tiger y Dragon Lieder, que, con el alias Benito, mantuvo a lo largo de las primeras décadas de este siglo.

Una de sus pasiones, la escena del stand up estadounidense, llegó a formato libro en 2012 cuando apareció Prontuario de comediantes, donde reunió y contextualizó las columnas sobre el tema que había publicado durante años en la diaria.

En los últimos meses estaba trabajando sobre los papeles de Andy Adler, también músico y escritor, fallecido en 2020, y se aprestaba a editar su primer disco solista. Había nacido el 28 de junio de 1969.


Hasta acá lo que escribí de mañana con auxilio de Nacho Alcuri. Con el Tusi trabajamos juntos varios años aquí, en la diaria, y antes habíamos sido muy amigos.

En 1992 o 1993 él recibió un premio de poesía de la Intendencia de Montevideo. La falta de precisión es central en el relato, pero recuerdo que se presentó con el seudónimo “Ayrton, Ayrton”, y que en uno de los versos había un juego con el apellido de Alfonsina Storni y la frase “in a storm, in a storm”. Aunque estaba contento, él no le daba mucha importancia, pero nos invitó a la ceremonia de entrega con la condición de acompañarlo a festejar inmediatamente.

Así que salimos del Palacio Municipal, fuimos a cobrar el cheque y cruzamos al local de La Pasiva que estaba donde ahora hay un Burger King. Era cerca del mediodía. Previsor, me había pedido el día libre en el trabajo. Estuvimos bebiendo hasta que oscureció. Alguien nos había dicho que el chop directo de barril hinchaba menos que la cerveza envasada, por lo que pedimos eso todo el tiempo. No recuerdo que hayamos comido.

En realidad, al día siguiente ya habíamos olvidado unos cuantos momentos de esa tarde larga. Pero cada vez que vuelvo a ese día relleno los huecos con los amigos que iban pasando por la mesa. Son muchos y distintos, pero, para que no escapen tampoco, nombro a los de la Facultad de Humanidades, a los de Letras, los alumnos de Medina Vidal, Roger Mirza y Hugo Achugar: Sofi Richero, Álvaro Hernández, Elena Neerman, María José Santacreu, Marcelo Espósito. En mi cabeza llegan, nos abrazan, charlamos a los gritos, nos besan, se van, mientras el chop directo hace su trabajo. Hablamos de futuras bandas de rock, de proyectos de revistas, discutimos, nos reímos mucho.

Cuando se hizo de noche, tomamos un ómnibus, no sé cómo, hasta Pocitos, al bar Periplo, donde él iba seguido. Ahí pedimos cerveza embotellada, hasta que la segunda se nos cayó de las manos y entendimos que teníamos que irnos. Para nosotros eran las cuatro o cinco de la mañana; eran las diez pe eme. Vagabundos en zigzag llegamos a la casa de su familia, que no era lejos. Nos desmayamos apenas pasamos la puerta y así nos encontraron al otro día.

Nos habíamos tomado su premio de poesía. Pienso ahora en la mezcla de alegría y autodestrucción, en la potencia para crear y borrar. Calculo que no es exclusiva de nuestra generación, pero fue intensa. Esa misma doble fuerza vive en muchas de las canciones y novelas que más nos gustaban, y él consiguió capturarla en la obra que dejó.