Preocupada por posibles ojeras de cansancio, pide sólo unos minutos más, antes de comenzar su sexta entrevista del día. Cuando regresa, su vestimenta es diferente de pies a cabeza.

Otras cosas ocupan su atención: un vaso que podría estropear la fotografía, los transeúntes del pasillo del hotel, la pertinencia de sus respuestas y la parentela que la vendrá a ver en su primer show en tierras orientales.

Elizabeth Karayekov nació en Buenos Aires y vivió su adolescencia y juventud en Uruguay. Hija de padres sanduceros, cuando piensa en Montevideo aparece la rambla del Buceo, lugar que recorrió incansablemente en patines y bicicleta y que fue a la vez su mejor escritorio de estudios. “Antes yo sentía que había una delimitación muy clara”, dice sobre sus profesiones-pasiones. “De lunes a viernes soy bióloga”, dice, y es así: es doctora en Ciencias Biológicas y trabaja en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario. “Y cuando arranca la noche del viernes también soy cantante”, agrega, pero matiza: “Así pensaba hasta no hace mucho. Ahora, cuando voy al instituto, y ya no lo tengo tan claro, soy la cantante que trabaja en biología”, dice.

Sus primeros amores musicales fueron Queen y Madonna, aunque confiesa que las canciones de Xuxa también eran parte de sus playlists. “Cuando estaba en la universidad, decía: ‘Estudio de tal hora a tal hora y, como recompensa, me pongo música”, recuerda. Tiempo después apareció “Georgia on My Mind” en la mismísima voz de Ray Charles: “Esa canción me llegó de una manera especial. Conecté muchísimo. Así empecé a cantar góspel y blues. Cuando decidí formar mi primera banda, me di cuenta de que esos ritmos eran los que más me conmovían a la hora de la interpretación. Tocábamos rhythm and blues con una estética cincuentona”, rememora.

Al principio, cuando conocía “más biólogos que músicos”, grabó un demo en video con dos canciones y salió a golpear puertas por el circuito de los boliches de jazz de Buenos Aires. “No tenía ni un solo contacto en el ambiente. Llegaba a los lugares y me presentaba: “Hola, soy Fulana. Costó un tiempo, pero me terminé haciendo un lugar”, dice.

Soñar en grande

Para explicar la sorpresa que todavía le provoca el avance de su carrera artística, la cantante menciona un sueño antiguo, “modesto y lejano”:si le iba más o menos bien con su banda, algún día podría actuar en La Trastienda de Buenos Aires. Diez años después de sus primeras experiencias escénicas, cumplió su anhelo en el típico recinto porteño y se volvió un número habitual, incluido en la grilla de este año, con varias actuaciones.

“Al principio éramos ocho músicos. Cuando decidí pasar a una big band me dijeron: ‘Sí, preciosa la idea, pero esto es para hacer una vez’”, cuenta. “Yo no di mucho corte. Para mí era algo que, a fuerza de permanecer, iba a terminar funcionando. Al principio fue difícil, sobre todo porque siempre fui la productora de los espectáculos; tomé muchos riesgos, pero había una motivación personal que me impulsaba a seguir. Yo imaginaba todo el espectáculo y pensaba: ‘Qué increíble debe ser cantar acompañada de un gran marco armónico’. Después eso se convirtió en ‘Voy a imponer esta orquesta como sea’”, dice y sonríe, reconociendo un rasgo fuerte de su personalidad.

En 2016, con gran trabajo de producción, lanzó el disco Miss Tape, en el que se destacan versiones de “Should I Stay or Should I Go” (The Clash), “Can’t Buy Me Love” (The Beatles) y “What I Like About You” (The Romantics), en versiones orquestales con piano, contrabajo, guitarra, batería, saxo tenor, trompeta, flugel, trombón tenor y la dirección musical de su socio hasta el día de hoy, Ernesto Salgueiro.

En 2020 lanzó una versión en vivo de su álbum debut, con su consolidada big band de 14 músicos en escena con la que llega a la sala Zitarrosa.

“El show tiene algunos diferenciales”, enfatiza la artista. “Mi idea de hacer versiones viene del góspel. Cuando me metí en ese mundo aprendí muchas historias de canciones clásicas que se van pasando de generación en generación. Cada cantante que toma la posta le imprime su estilo, y eso tiene mucho que ver con que la música que elegís tiene un significado único para vos, o te pasa por el cuerpo de una manera especial. En mi caso, sentí cercanía por las canciones de Madonna, por ejemplo, que era mi ídola, y así fui armando mi repertorio. La primera versión que adapté fue “Independent Woman”, de Destiny Child, esa canción fue fundamental para abrirme camino en la música”, confiesa.

Baile de gala

“Un show musical es un hecho visual, no lo puedo concebir de otra manera”, sostiene. “Por eso la gente se toma el trabajo de arreglarse, busca una vestimenta acorde y viaja, a veces desde muy lejos, para ir a verte. Siempre tuve en claro que la puesta en escena era algo fundamental en lo que quería hacer. Ahí entra el vestuario, el de los músicos y el mío, y un entrenamiento de los aspectos más dramáticos de la interpretación. La mayoría de los temas que hago son en inglés, así que estudio mucho para transmitir fielmente lo que estoy cantante”, explica.

“La música que hacemos tiene un grado de intensidad muy alto, y a mí me gusta transmitir mucha alegría a través de las canciones y la actuación. Como se trata un espectáculo de jazz, aunque no solamente, muchos pueden imaginar algo tedioso. Todo lo contrario, a mí me gusta que la gente participe, que se ponga a bailar y cantar”, invita.

Elizabeth Karayekov Big Band. Viernes 12 de abril a las 21.00 en la sala Zitarrosa (18 de Julio 1012). Entradas desde $ 700 a $ 1.100 en Tickantel.