1. Pensemos en un gol anulado por un offside milimétrico. Para lo que voy a proponer, ayuda que sea un caso en el que el defensor achica hacia adelante, ya que el movimiento contrapuesto entre el delantero y el último hombre hace del tiempo un factor todavía más inasible. Entonces, se detiene la imagen cuando el pasador impacta la pelota, se trazan las líneas y se hace la comparación. Hasta ahí, todo bien, pero veamos las variables que entran en juego. El diario inglés Daily Mail publicó un informe que ahorra entrar en cálculos matemáticos. Las cámaras que usa la liga inglesa captan 50 frames (fotogramas) por segundo, es decir un frame cada 0,2 segundos. Esa diferencia es imperceptible para el ojo humano, pero puede ser determinante en un offside ajustado, y por ende puede ser determinante en el resultado de un partido o de un campeonato. En el caso que analizó el Daily Mail, el fuera de juego se señaló por 2,6 centímetros, y el atacante iba a 23,4 kilómetros por hora, por lo que se estaba moviendo unos 13 centímetros entre un frame y otro.

Ahora bien, encontrar el fotograma exacto en el que el pasador impacta la pelota no es tarea sencilla. No en todas las ligas se hace de la misma manera, e incluso dentro de la misma liga, y dentro del mismo partido, el tipo de cámara puede variar, por lo que una misma jugada puede ser offside o no según el ángulo que se elija para trazar las líneas. ¿Qué pasa si el impacto se da entre frame y frame?, se pregunta el informe. Algunos dicen que una posible solución es usar las cámaras slow motion que captan hasta 120 frames por segundo, y que ya se usan en las transmisiones para tomar los primeros planos de los jugadores. Pero en ese caso, ¿qué pasa si el momento de impacto abarca más que un fotograma? Estas cámaras, que pueden diseccionar el aleteo de un colibrí, también van a mostrar que puede haber más de un frame en el que la pelota se hunde en el botín o en la cabeza, y entonces, nuevamente, estamos ante el problema de elegir cuál de ellos usar.

2. El filósofo griego Zenón de Elea ya nos había anticipado este problema hace más de 2.400 años. Según su paradoja de la dicotomía, es imposible que un atleta recorra una distancia de 100 metros, porque antes de eso tiene que llegar a la mitad (50) y antes a la mitad de eso (25) y antes a la mitad de eso (12,5), y así podemos seguir dividiendo infinitamente. Luego otros matemáticos se encargaron de refutar esta paradoja con argumentos que me exceden. Pero Zenón, obviamente, sabía esto. Es decir, sabía, como lo sabe cualquiera, que un atleta puede recorrer 100 metros. Lo importante de su paradoja no es el rigor matemático sino que permite asomarnos al infinito y a la parálisis que este concepto conlleva. Se puede pensar, en este sentido, en un VAR del futuro que divide infinitamente los frames para llegar al momento exacto de impacto sobre la pelota. Y mientras tanto todos esperamos: el autor del gol, el árbitro, los jugadores, los espectadores en la cancha y en sus casas. Y se puede pensar, también, que esta es una situación que podría haberle interesado a Borges, y que esta a su vez es una paradoja que sirve para demostrar lo lejos que hemos quedado del fútbol con todo esto.

3. Si estoy aburriendo un poco es porque siento que el tema lo requiere. Permítanme recompensarnos con este remanso de datos triviales. Según un informe de la FIFA, estos fueron los diez jugadores más rápidos de 2020 (en kilómetros por hora): Alphonso Davies 36,5, Achraf Hakimi 36,48, Adama Traoré 36,21, Luis Advíncula 36,15, Kylian Mbappé 36,04, Erling Haaland 36,00, Iñaki Williams 35,7, Pierre Aubameyang 35,5, Jürgen Damm 35,27 y Cristiano Ronaldo 34,6.

En el otro extremo, según un informe de The Mirror, los jugadores más lentos de la Premier League en 2016 fueron: Charlie Adam 26,72, Peter Crouch 28,5, Cesc Fábregas 28,7 y Olivier Giroud 29,19.

4. El extécnico del Arsenal Arséne Wenger propuso a la FIFA un cambio en la ley del offside mediante la cual un jugador quedaría fuera de juego sólo si todo su cuerpo supera la línea del penúltimo defensor. Otros proponen fijar un mínimo, por ejemplo no cobrar los offsides menores a 26 centímetros, que es el margen de error que se le calcula al sistema de trazado de líneas hoy en día. Si bien estas propuestas tienen buenas intenciones, en la práctica no sirven para liberarnos de la paradoja de Zenón. Aunque cambie el lugar donde se trazan las líneas, la discusión va a seguir siendo por la puntita de un botín, por un milímetro o un microsegundo, o por la mitad de eso, o la mitad de eso, y así.

Tengo que aceptar que en asuntos de fútbol soy bastante reaccionario. No me gustan los corpiños con GPS, ni que los buffets de la cancha se parezcan cada vez más a Starbucks, ni el césped sintético, ni que los resúmenes de los partidos tengan voces extranjeras que pronuncian demasiado bien los nombres en inglés y dicen “ah” en lugar de “eh” como latiguillo de interpelación. Dicho esto, también hay que aceptar que las decisiones tomadas con el engorroso sistema de VAR deben ser al menos un 95% más certeras que las que se tomaban antes, sobre todo en materia de offside. Y también hay que decir que fue el propio sistema de televisación, cada vez más complejo, preciso y accesible, el que terminó por forzar la incorporación del VAR.

5. En unas vacaciones en Brasil conocí a un juez de línea uruguayo. Me acuerdo haber pensado, ¿cómo se llega a ser juez de línea? No hay niño en el mundo que sueñe con ser juez de línea. Cuando entramos en confianza se lo pregunté y su explicación tenía sentido: estaba haciendo el profesorado de educación física, empezó a hacer de línea como changa en campeonatos amateurs y se dio cuenta de que esa podía ser una fuente de trabajo como cualquier otra. Pero más allá de esta cuestión práctica, tenía cierto orgullo de juez de línea. Decía: “Nuestro trabajo es anatómicamente imposible porque tenés que estar mirando dos cosas al mismo tiempo: la línea del último hombre y el tipo que pasa la pelota. ¿Sabés cuál es la clave? Esto, papá”. Con “esto” se refería al oído, a poder escuchar el impacto de la pelota con la vista fija en la línea del último hombre.

Hace rato que no me lo cruzo, pero no llegó a dirigir en primera división. De todas formas me pregunto, ¿qué le quedará hoy de ese orgullo? La situación actual de los jueces de línea es humillante. Sólo pueden levantar la bandera si hay un offside alevoso, pero por las dudas no la levantan porque es mucho más lo que tienen para perder en caso de error que lo que tienen para ganar en caso de acierto. Entonces dejan correr la jugada y se genera una especie de farsa en la que todos saben que es offside pero de todas formas el delantero tiene que correr 40 metros, y los defensores y arqueros tienen que jugarse la vida para evitar el gol, y cuando por fin confirman que era offside, todos putean al línea como diciendo “tené un poco de dignidad y levantá la bandera, hermano”.

6. Maradona: –Maestro, ¿usted está muerto? Usted no está muerto. Explíqueme, por favor se lo pido. Estamos hablando como hombres, como seres humanos.

Mono Navarro Montoya: –¡No te va a contestar!

Fernando Gamboa: –¡Armando! ¡Armando! ¡Armando!

Este diálogo se dio en un partido entre Vélez y Boca en julio de 1996. Digo diálogo, pero hay una de las partes que en realidad permanece muda, con una expresión impávida ante el reclamo ajeno, que debe ser una de las primeras materias que se enseñan en el colegio de árbitros. En ese momento Javier Castrilli era el referí más conocido del fútbol argentino. Sus defensores decían que era el único que tenía los huevos como para juzgar con la misma vara a humildes y poderosos, y que ojalá la Justicia nacional fuera también así. Sus detractores decían que le faltaba cintura, que era demasiado minucioso para cobrar faltas y penales, que tenía aires de estrella. Ambos creo que coincidían en que tenía algo de máquina, algo objetivo, neutro, inhumano.

¿Se puede decir que Castrilli fue una especie de ante VAR, con sus mismos defectos y virtudes? Es una teoría interesante, aunque puede tener sus objeciones. Algunos dirán que el VAR no juzga de la misma manera a humildes y poderosos porque siempre hay una persona detrás tomando decisiones. A lo que se puede responder que esto es cierto, pero que la existencia del VAR lo hace más evidente. Otros dirán que en realidad Castrilli era tan humano como cualquiera porque cobrar en contra de los poderosos era su forma de llamar la atención. De todas formas, lo que más extrañó de toda esta historia es que Gamboa le dijera Armando a Maradona.

7. Otro parecido entre Castrilli y el VAR es el porcentaje de penales cobrados por partido. Este dato no está chequeado, pero podría jugarme la ropa que es bastante más elevado que el de los árbitros más humanos. Hay una regla que no está escrita pero que el mundo del fútbol tiende a aceptar. La falta de penal tiene que ser más clara que una falta en cualquier otro lugar de la cancha, y, contrario a lo que muchos dicen, me parece bien que sea así, porque cobrar un penal es casi como cobrar un gol, y entonces es recomendable que sólo se cobre cuando el infractor sea culpable más allá de cualquier duda razonable. Antes esto era algo que los árbitros manejaban con cintura, y que a veces daba lugar a suspicacias porque la cintura implica un margen de movimiento que puede ser usado para bien o para mal. Apenas se implementó el VAR, descubrieron que si hacían una búsqueda meticulosa se podía encontrar un penal en cada córner o pelota parada: un agarrón, una mano o pisotón no intencional. Por supuesto, los jugadores se fueron adecuando al VAR, pero el criterio arbitral también se ha ido flexibilizando, y ahora hay que contemplar, por ejemplo, si una mano está en posición antinatural o si un agarrón es lo suficientemente fuerte como para hacer caer al rival.

8. Cualquiera que vea la serie de Beckham puede sentir empatía por David (y por Gary Neville, que es un tipazo) cuando muestran las repercusiones de su expulsión en el partido contra Argentina del Mundial 1998. Hasta el propio Simeone, que está muy bien en su rol de villano, reconoce que no era para expulsión. Se trata de una jugada con tantos matices (físicos, emocionales, actorales) que una máquina nunca podría juzgar. ¿Qué dirían ustedes si la tuvieran que revisar en el VAR? Para mí es amarilla para Beckham (porque la zancadilla fue leve pero existió) y una advertencia verbal del tipo “no te pases de vivo” para Simeone.

El VAR es especialmente eficiente contra la avivada y la simulación, casi se podría decir que ha venido a ponerles fin, cosa que debe alegrar a los ingleses, que consideran esta actitud como la peor de las deshonras. En cuanto a este nuevo estado de las cosas, tengo sentimientos encontrados. Por un lado me gusta el garrón, y como espectador me resulta triste pensar que ya no puede existir un gol con la carga simbólica de la mano de Dios contra los ingleses. Pero también me fastidia cuando a un jugador apenas lo tocan se revuelca por el piso tomándose la cara, y esta actitud indigna y payasesca queda muy en evidencia con el uso del VAR.

9. ¿Alguna vez existió un referí de barba desprolija o pelo largo? No creo que sea una regla escrita, pero por lo general los árbitros tienen aspecto de milicos o policías, y tiene sentido porque representan la figura de la autoridad dentro de una cancha. Debe haber pocos oficios más ingratos que el de árbitro de fútbol. Tienen que tomar decisiones cada cinco segundos, y por más que acierten en el noventa por ciento, o incluso en todas, siempre van a ser maltratados por jugadores, hinchas y periodistas. Cuenta la leyenda que en un clásico entre Peñarol y Nacional en la década del 70 Ramón Barreto, considerado por muchos el mejor árbitro uruguayo de la historia, llamó a los capitanes y rompió la tarjeta amarilla y les dijo: “Me tienen podrido, de acá en más sólo tengo roja”. Entre este poder de discrecionalidad de un árbitro y el actual hay un abismo de diferencia. Cuanto más profesional, menos folclore. Esta es una regla que se puede aplicar a casi todo tipo de espectáculo. Si hubiese un director de marketing del torneo de ascenso debería aprovechar la ausencia de VAR para tocar esa fibra nostálgica y venderlo con el siguiente eslogan: fútbol de ascenso, fútbol como el de antes.

Habría que hacer una encuesta entre los referís para ver si la pasaban mejor antes o ahora. Una imagen que hoy se repite cada tanto y que ya se está usando como meme de colapso nervioso: el referí tiene una mano sobre el oído donde tiene el auricular por donde le están hablando desde el VAR, el otro brazo lo tiene extendido hacia adelante, y con un gesto parece pedir “por favor, ¿se pueden callar un poco?” a los jugadores de ambos equipos que también le están hablando, y de fondo está el público en las tribunas, y el público en sus casas, todos también a las puteadas y a la espera de lo que el árbitro vaya a resolver.

10. Ahora recuerdo dos cosas de ese juez de línea uruguayo que conocí en unas vacaciones en Brasil. La primera es que era una de esas personas que meten demasiado labio cuando te saludaban con un beso. La segunda es que tomaba mucha agua de coco y le gustaba meter dos dedos en la boca húmeda pulposa del coco, poner cara de pillo y decir: “Este coco está pronto, este coco está pronto”. Y pienso que, para bien o para mal, estas son dos cosas que las máquinas que van a terminar reemplazando a los jueces de línea nunca van a poder hacer.