El bar Odisea en el barrio Colón es un paréntesis poético suficiente para despegarme el bondi de la piel y sintonizar con la historia de una persona. La esquina del bar, que está a unas cuadras de la casa de Federico Pereira, es una esquina redonda donde cae la tarde. Todo el barrio pasa un ratito por el Odisea.

Federico surgió en el Libertad Washington, el cuadro de su barrio, y llegó a los 12 años a Liverpool, donde hace algunos días dio una vuelta sempiterna como campeón uruguayo de Primera División. Fue la primera vez en su historia y en la historia de los negriazules.

Estuvo un año afuera de las canchas por lesión, se recuperó y volvió para ser el capitán del mejor equipo del fútbol uruguayo. El futbolista fue un pilar en el equipo de Jorge Bava, lo que lo llevó a ser transferido al Toluca de México.

El timbre suena y los perros ladran. Un vecino pasa lento con el auto. Escribo un mensaje porque el timbre sonó y los perros ladraron pero nadie abrió la puerta. En esos minutos que espero cae un amarillento que lo embellece del todo. Anoto, bar Odisea, color amarillento, Liverpool campeón. Federico se había dormido en el sillón y no lo despertaba ni el mensaje, ni el timbre, ni los perros. ¿Con qué habrá soñado ahora?

“El recuerdo que tengo de niño es hablando con algún técnico, diciéndole que soñaba con ser campeón en primera”, dice.

Ramón le ladra a la cámara de la diaria. Federico le habla y Ramón tuerce la cabeza para mirarlo. Así pasa hasta que Ramón entiende y termina por subirse a la falda. En el mate hay un montón de pensamientos. Federico acomoda la montañita y ceba, dice que no convida porque está resfriado. El mate es un aliado para las respuestas, un atajo a la raíz.

Federico Pereira.

Federico Pereira.

Foto: Martín Varela Umpiérrez

¿Cómo te sentís con los logros y la expectativa?

De momento no terminás de disfrutar de las cosas que vas logrando. No termino de caer en todo lo que ganamos, en que hicimos historia, creo que con el paso del tiempo le vamos a dar más importancia, lo vamos a valorar más. Pero el recuerdo que tengo de niño es hablando con algún técnico diciéndole que soñaba con ser campeón en primera. Ser campeón uruguayo siempre fue una meta, no era algo inalcanzable, pero sí era muy difícil para la institución. Las cosas se van dando y vas con el viento. Tengo mucha expectativa de lo que es salir al mundo del fútbol. Estoy desde los 12 años en Liverpool, no tengo idea de lo que es compartir otro vestuario, conocer gente nueva; eso te genera incertidumbre y también te genera ansiedad.

¿Qué hacías con esa ansiedad?

Llamar a [José Luis] Palma. Durante tres días seguidos lo estuve llamando, volviéndolo loco para ver qué iba a pasar. Le preguntaba todo, un día lo llamé varias veces y me dijo “otra vez vos”, pero me transmitía tranquilidad. Él entiende que es la primera vez que voy a otro equipo, que puede generar una diferencia económica que te cambia la vida y la carrera. Él lo entiende, le ha pasado con otros jugadores, y trataba de calmarme con esos ejemplos, con jugadores que se apuraron, pero también entiende que desde el lado del jugador no sabés si el tren va a volver a pasar, si va a haber otra opción. Con la gente alrededor si me preguntaban algo “no tenía ni idea”, porque ese es otro cúmulo de ansiedades; no te lo podés sacar de la cabeza. Entonces no le dije nada a nadie, sólo con Conce, mi novia, porque también es la vida de ella la que va a cambiar, que va a dar un giro abismal.

¿Cuáles fueron las características de Liverpool campeón?

A mitad de año hubo un punto de quiebre, quizás el plantel que se armó fue de los mejores en los que estuve. Siempre con alegría, no había uno de malhumor y si había uno tenía tres atrás dándole para adelante. El que entraba era mejor que el que estaba jugando. Ahí estuvo la diferencia. También tuvimos la doble competencia, quizás podríamos haber peleado el Apertura, nunca lo sabremos, pero el plantel del segundo semestre se concentró en ganar el Uruguayo.

¿Por qué este es el mejor momento para irse al exterior?

Estuve un año afuera por lesión, después de eso ni se me cruzaba por la cabeza irme al exterior, pensaba en recuperarme, estar en Liverpool. Se había hablado de Toluca también a principio de año, a mitad de temporada pasaron otras cosas, pero como estábamos en el medio del campeonato, no le di importancia. Esta última etapa del campeonato, que es lo que más se ve, levantó las expectativas de otros clubes sobre nosotros. Es un buen momento para Liverpool. Hablé con Emi [Emiliano Alfaro, nuevo DT] y con Palma. Creo que cumplí un ciclo y es el momento de irme.

¿Qué aprendizajes te dejó esa recuperación?

Me lesioné, estaba en un buen momento, estaba reservado por el Maestro [Óscar Tabárez] para la Copa América. Con el correr de los meses después de la operación, me sentía tan lejos que no sabía si iba a tener que dejar el fútbol, entonces me puse a hacer unos cursos por si no me iba bien. Estudié nutrición, que después me sirvió para aprender a alimentarme, cómo comer en el día a día, fue todo ganancia, pero en su momento fue dura la lesión. Me peleaba hasta con la psicóloga, era todo negativo.

Me lesioné en mayo y en junio trajimos a esta perrita negrita y a un perro de mis suegros y eso me distrajo, tener que criarlos. En un momento no sabía si tomarmelo con calma o entrenar el doble. Todo el mundo dice lo que le parece, qué es lo que hay que hacer, qué es lo mejor, todo el mundo te da su punto de vista y te vuelven loco. Mirando para atrás, me quedo con el poder disfrutar de cosas que durante la competencia no podés, disfrutar de mi novia, de estar con los perros, de quedarme jugando al truco hasta más tarde. El tiempo de recuperación es más o menos el mismo. Te lleva entre ocho y diez meses. Al tercero ya nadie se acuerda si vos jugabas al fútbol, si eras bueno o si eras malo, o si ibas a ir a la Copa América. Si eras bueno, aparece otro que también es bueno, te corrés y hay otro. Cuando salimos campeones lo primero que se me vino a la cabeza fueron esos momentos, cuando no sabía si volvía a jugar al fútbol o qué iba a pasar conmigo, y me encerraba en el cuarto a llorar porque no sabía si los sueños que tenía los iba a cumplir o no.

¿Te genera una expectativa especial que en este momento dirija Marcelo Bielsa la selección?

Es un sueño que todo futbolista tiene de chico. Algunos lo ven más cerca y otros más lejos, antes de la lesión estaba al alcance de la mano. Luego volví a aparecer en el radar después de unos cuantos meses y fue hermoso. Me he sobreexigido por aparecer en una lista, y me he lesionado por la ansiedad, por dormir mal, por querer entrenar el doble y me terminaba por lesionar cuando nunca me había lesionado muscularmente. Es la cabeza. Después estuve en la preparación del Mundial de Qatar con [Diego] Alonso. El Complejo Celeste es soñado, es otro mundo, capaz que para otro jugador que ya está acostumbrado a esas instalaciones es normal, pero para mí es otro mundo. El último día que fui me prometí que iba a volver. Es un objetivo pendiente para el que laburo día a día, pero al día de hoy con más calma. Ojalá se dé la posibilidad de volver. Bielsa es un tipo mundial, entonces veo raro pensar que se va a fijar en mí. Me genera dudas si va a mirar para este lado. Es una sensación rara, qué mirará de mí, en qué se fijará, por qué o si se va a fijar.

¿Qué te llevás de este jugador de Liverpool y de aquel muchacho que soñaba con esto que ahora está pasando?

Lo que más me queda es disfrutar de jugar a la pelota. Disfruto de ir a entrenar como cuando jugaba en el barrio o jugaba en el Libertad Washington y de 24 horas pasaba 18 jugando al fútbol. En la cancha, en el barrio, enfrente al portón o en cualquier lado. Eso me queda, el disfrute, más allá de que después es por plata y es un trabajo. Pero disfruto del día a día, de estar con mis compañeros, de hacer amistades, eso es lo que me queda de aquel niño. Nos escapábamos por la ventana con mi hermano y nos íbamos a jugar todo el día.