Esteban Batista cerró su carrera como basquetbolista profesional y, casi inmediatamente, abrió la puerta de la paternidad por segunda vez en su vida. El único uruguayo que llegó a la NBA todavía no tiene su futuro claro, pero mientras le cambia los pañales a Tiago se dedica a releer la novela que escribió con orgullo y sacrificio. En siete años pasó de los cadetes de Welcome a los Atlanta Hawks; si se lo propusiera nuevamente, no sabría cómo hacerlo. El camino de la fama incluyó caer al cumpleaños de LeBron James y navidades solitarias entre llantos.

¿Como estás asumiendo el retiro?

Bien. Todavía no empezó la parte más nostálgica de extrañar. Me agarró en un momento en que fui padre, y esa ausencia que apareció se suplió con la llegada de mi nuevo hijo. Sigue siendo bravo pensar que no voy a jugar más. Estoy buscando qué hacer, sentirme útil. Lo difícil es descubrir algo que me llene. Estuve más de 20 años haciendo algo que me gustaba y era mi trabajo, pero ahora ya quedó en el pasado. Es un desafío y un reto volver a reinventarme.

¿Tomás dimensión de tu carrera?

Uno toma más dimensión cuando ya pasó. Es un proceso de ir ordenando las cosas en la cabeza. Voy extrañando y valorando cada vez más. Hago el ejercicio mental de pensar cómo una persona que empieza un deporte a los 15 años llega a la NBA a los 22. No hay una explicación concreta. No sabría cómo pasar esos filtros. En el momento fui escalando sin pensarlo y viviendo todo lo que me tocó.

Esteban  Batista, en el anuncio de su retiro de la Selección, en el partido ante México por eliminatorias, en el Antel Arena (archivo, febrero de 2023).

Esteban  Batista, en el anuncio de su retiro de la Selección, en el partido ante México por eliminatorias, en el Antel Arena (archivo, febrero de 2023).

Foto: Alessandro Maradei

¿Dónde se vio tu mejor versión?

Antes de ir a la NBA, físicamente era un animal. A los 27, 28 años todavía estaba en plenitud y ya tenía más experiencia de básquetbol internacional a primer nivel. A los 33 me sentí muy bien, fue la famosa segunda juventud. El mejor nivel es cuando uno está contento y se siente bien, tanto en lo deportivo como en la vida. Muchas veces jugar, en los equipos grandes de Europa era complicado de disfrutar, había mucha presión y la única opción era ganar. En uno de mitad de tabla ganabas y era una fiesta, un disfrute diferente. Siempre intenté sacar cosas positivas de cada lugar.

¿Cómo te preparaste psicológicamente para enfrentar esa presión?

Solo. Hay que saber manejarlo. Uno es el capitán de su destino y tiene que estar convencido. En mi caso, fui viviendo y aprendiendo. A veces tomé alguna decisión no tan buena, la inteligencia de eso fue aprender y no repetir. Es un camino y un proceso de enseñanzas que continúan para la vida.

¿Te arrepentís de algo?

De nada. Siempre las cosas con el diario del lunes son más fáciles. Uno toma las decisiones pensando que va a ser lo mejor. Después, autoflagelarse no sirve. Sí reconocer y aprender. Siempre intenté ser buena gente, no hacerle mal a nadie. Tuve muchas discrepancias que hablé cara a cara. Me fui de la NBA y ese año Boston salió campeón. Pero era un superequipo y yo sabía que no iba a jugar mucho. Con 24 años quería jugar. Me fui a Europa y me sentí muy bien. Fui vicecampeón de la Euroliga. Quizás podría haber sido campeón de la NBA si me quedaba, no lo sé. Lo que me tocó estuvo divino y fue pensando que era lo mejor para mí.

Durante el partido eliminatorias FIBA Américas ante México, en el Antel Arena (archivo, febrero de 2023).

Durante el partido eliminatorias FIBA Américas ante México, en el Antel Arena (archivo, febrero de 2023).

Foto: Alessandro Maradei

De otro planeta

¿Cómo es el mundo NBA?

El sueño de cualquier jugador de básquetbol. El orgullo de haber sido el primer uruguayo y de los pocos privilegiados del resto del planeta. Es inalcanzable. Un lugar donde tenés todas las comodidades que podés imaginar.

¿Te quedó alguna anécdota cholula?

Fui al cumpleaños de LeBron James de casualidad. Era muy amigo de Anderson Varejão, que jugaba en Cleveland, y cuando nos tocaba enfrentarnos íbamos a cenar después de los partidos. Él me dijo que lo acompañara a la fiesta. Le dije: “Ni loco”. Me convenció de ir a saludarlo y lo acompañé. “Happy birthday, LeBron”, lo abracé y para adentro. En ese momento lo ves normal. Hablar en español con Kobe Bryant o que Shaquille O’Neal me preguntara de dónde era. Boludeces mínimas que para mí eran enormes porque eran ídolos. Conocí a Michael Jordan, me movió todo. Después, con actores, modelos, cantantes. Trataba de no maravillarme mucho para no quedar como un pelotudo, era normal cruzarse con esas personalidades.

¿Qué te llevó a estar siempre con Uruguay?

Fue algo natural. Siempre me salió venir a representar a mi país. Incluso estando en la NBA jugaba sin ese famoso seguro. De joven sos más inconsciente, quizás no me daba cuenta de los riesgos que tomaba. Le tengo mucho amor a la camiseta; es la que más quiero, la defendí mucho tiempo. Me podrán empatar, pero no creo que nadie me supere en querer a la camiseta de Uruguay. Lo demostré con hechos. No lo hice por el qué dirán, fue por satisfacción personal. Era un gusto. Me llena de orgullo la carrera que hice en la selección.

Esteban Batista, de Uruguay y Javier Mojica, y George Conditt, de Puerto Rico, durante un partido clasificatorio al mundial, en el Antel Arena (archivo, agosto de 2022).

Esteban Batista, de Uruguay y Javier Mojica, y George Conditt, de Puerto Rico, durante un partido clasificatorio al mundial, en el Antel Arena (archivo, agosto de 2022).

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¿Sentís que transmitiste el legado a los jóvenes?

Si mi adhesión sirvió para crear una manera de pensar y sentido de pertenencia hacia la selección, me deja doblemente orgulloso. Despertar el sentimiento y respeto por la camiseta es algo muy gratificante.

“Me río cuando cuestionan a Rubén Magnano. Es bastante simplista no reconocerlo porque no clasificó”.

Siempre estaba Batista, no era necesario buscar recambio. ¿Lo sentís así?

Fue lo que había. No creo que hayan tapado algún jugador. Uruguay nunca encontró el pivot que tomara la posta. Obviamente el básquetbol ha mutado y cambió la forma de jugar. Habrá que adaptar un jugador al sistema de juego que se vaya a implementar. Quizás el problema acá es la formación de jugadores en ese puesto, tampoco hay mucho gurí alto.

¿Vos mantenías una forma de jugar que quedó obsoleta?

Hice toda la vida el mismo juego. Empecé a jugar de espalda, posteado. Tuve la suerte, o la habilidad, de prolongarlo hasta el final. Funcionaba y lo seguía haciendo. Tampoco teníamos en Uruguay un pivot que jugara arriba del aro y fuera explosivo. Sé que ni en Europa ni mucho menos en la NBA se usa jugar de espaldas. El básquetbol moderno es tirar rápido, que los grandes jueguen pick and roll y caídas, cortinas, taponear. Fui de los últimos, nos fuimos extinguiendo.

Poder más

¿Por qué Uruguay no pudo llegar a un Mundial o a unos Juegos Olímpicos?

Es bravo encontrar la pieza que falló. Cuando jugábamos todos los días, nos mataba llegar a la segunda fase muertos físicamente por la poca rotación que teníamos. En el nuevo formato no tuvimos el equipo completo con los 12 jugadores ideales para el entrenador, con continuidad de un mismo plantel. La única vez que estuvimos todos fue en el Preolímpico, y mostramos nuestra mejor versión siendo competitivos con rivales de primer nivel europeo. Ojo, capaz que estando todos tampoco se nos daba y si nos dirigía Phill Jackson tampoco. Nuestra realidad marca que hace mucho tiempo que no nos da. Por eso me río cuando cuestionan a Rubén Magnano. Es bastante simplista no reconocerlo porque no clasificó; vi su forma de trabajar. Hace 40 años que no vamos. No hay una verdad absoluta.

Uruguay ante Puerto Rico, en el Antel Arena (archivo, agosto de 2022).

Uruguay ante Puerto Rico, en el Antel Arena (archivo, agosto de 2022).

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Quizás pensamos que estamos en un nivel al que no pertenecemos...

Decímelo a mí, que estuve 20 años tratando de llegar con una ilusión que no llegó nunca. Estuvimos más o menos cerca o lejísimos; nunca pudimos. Era bravo caerse y levantarse. Pero siempre lo quería intentar una vez más. El Preolímpico de Canadá iba a ser lo último. Magnano tuvo la capacidad de motivarme, se formó un buen grupo. En el sistema de trabajo se dejó mucho para los jóvenes.

¿Te queda la espina de no haber sido campeón en Uruguay?

Obviamente me hubiese encantado. Echarle algo en cara a mi carrera es bastante hipócrita con todo lo bueno que me dio. Es muy difícil salir campeón. Hay muchos clubes que hacen todo para lograrlo y, aun así, no pueden.

¿Te gustaría seguir ligado al básquetbol?

Me encantaría. Aparte, es lo único que sé. Puedo volcar toda la experiencia y que eso sea útil a futuro. Fueron muchos países, un montón de equipos y varios contactos. Esperemos ver dónde puedo ser útil. Me gustaría estar en la selección, con los jóvenes. Hacer algo para transmitir la experiencia que tuve. No me veo como entrenador, quizás un coordinador o mánager, algo así.

¿Sos un personaje que genera amor/odio?

Acá criticaban a [Diego] Forlán, a [Luis] Suárez y al Chino [Álvaro] Recoba. Son todos fenómenos. Somos muy livianos para hacer una crítica o pegar un palazo. Tengo bien claro quién no me quiere. A veces hasta crean rivalidades boludas y absurdas. Una obsesión. Es imposible caerles bien a todos o dejar a todos contentos. Me preocupo más por la gente que quiero, mi entorno y los que valen la pena. Me voy a preocupar el día que un compañero mío diga que no soy buena persona. Estoy tranquilo, nunca hablé de nadie por atrás.

Foto del artículo 'Esteban Batista: “Me rompí el lomo y logré cosas que nunca imaginé”'

Foto: Alessandro Maradei

¿Te llegaste a calentar de verdad por esas cosas?

Mil veces. Cuando era más joven era más calderita. No tenía la experiencia que tengo ahora. Como todo, en la vida vas evolucionando. Uno no puede vivir la vida con rencor.

¿La vida de jugador de élite afectó a la persona?

Fue muy duro. Me fui a los 18 años y lloraba todos los días. Con Panchi [Gustavo] Barrera íbamos a un cibercafé en España a ver si teníamos un mail de la familia. Se me hizo difícil. Es parte de que la vida te endurece. Valorás muchas cosas. Madurás de golpe. Vivís cumpleaños, Navidad, año Nuevo, todo solo, en un rincón del mundo donde no conocés a nadie. Pero mi sueño era ese y tenía que pagar un peaje para lograrlo. Tuve que dejar mucho de lado para ser un jugador a ese nivel.

Siendo nómade era difícil formar una familia, por ejemplo...

Yo agarraba la valija y me mudaba de país o de ciudad cada seis meses. Estaba seteado para eso. La rutina es compleja porque todos los días entrenás, viajás a jugar o lo que sea. Es muy difícil que alguien te siga. Opté por volver y formar mi familia acá. De la forma menos traumática posible. Estoy muy contento con mi esposa y siendo padre de dos hijos.

¿Quién fue el Esteban Batista jugador?

No necesitás que cuente una milonga. Me rompí el lomo y logré cosas que nunca imaginé y que tampoco otros han logrado.