Con goles de Matías Arezo, Rodrigo Zalazar por dos y Brian Rodríguez, Uruguay, en el primer partido de Marcelo Bielsa como director técnico celeste, derrotó 4-1 a Nicaragua, que descontó al final del encuentro con anotación de Luis Coronel.

La singularidad de la presentación de un nuevo entrenador en la selección uruguaya haciendo esquina con los primeros campeones del mundo que centenas de miles de uruguayos hemos podido ver en los últimos 73 años generó en el estadio Centenario un ambiente particular.

Por primera vez desde hace décadas, desde la llegada de Juan Ramón Carrasco a la dirección técnica de la selección, no había en Uruguay una presentación de un entrenador celeste. Además, la grata y enorme continuidad de Óscar Tabárez, que dirigió durante 16 años, cortó la posibilidad de ver nuevos entrenadores.

Cuando llegó Diego Alonso lo hizo encargándose directamente de partidos por la Eliminatoria: no hubo tiempo ni espacio para preámbulos. En este caso, con la llegada de Bielsa, un entrenador que se podría considerar entre los mejores del mundo, la expectativa se disparó por la capacidad y calidad del DT y por la capacidad y calidad del fútbol uruguayo potenciado por la reciente coronación mundial de los juveniles.

El protagonismo

Cuánto peso tiene el antagonista cuando uno, en realidad, lo que va es a evaluar es relativo. Pero sí vale, no ya para ver qué fuerza hizo Nicaragua, sino para advertir las nuevas distintas dimensiones que se pueden descubrir en la selección de Bielsa –en su planteo estratégico, en sus nuevas sociedades, en su posición en el campo– y cuánto se puede proyectar de esa pléyade de jugadores nuevos o no vistos en la selección en la que el veterano fue Matías Viña, con 25 años y 30 partidos con la celeste. En el chequeo en la cancha de los menos conocidos, seguramente Rodrigo Zalazar se llevó los primeros vistos con linda respuesta.

Esa fue la mirada inicial, con un primer tiempo de absoluto dominio uruguayo y que tuvo algunas cosas muy estimulantes, como el primer gol. Se forjó con mil pases, saliendo desde atrás, con Viña jugando de central izquierdo y liderando la salida con pelota al pie, pasando por Brian Rodríguez hasta llegar a la estación de Zalazar –tal vez el mejor de la primera parte–, que metió un pase exquisito entre líneas para la entrada del determinante Facundo Pellistri, que metió quinta a fondo y jugó para atrás para la entrada libre y casi automática de Arezo. Iban sólo ocho minutos cuando ocurrió esa maravilla.

Con esa ventaja y el posicionamiento casi en campo contrario, pareció que se desataría el vendaval para los aparentemente flacos recursos defensivos nicaragüenses. De hecho, hubo un penal a Maximiliano Araújo que Arezo no pudo transformar en gol por la intervención del arquero y el caño, por lo que hubo que esperar un poco para que llegara el segundo.

Todo empezó en un intento de jugada preparada de los nicaragüenses que cortó Guillermo Varela. Le cedió la pelota a Pellistri, que prendió el turbo y a toda velocidad llegó a las inmediaciones del área contraria, donde se la pasó a Zalazar, que la puso contra el caño en un gol largamente soñado por el manchego de Albacete con corazón oriental.

Voy y vengo

El segundo tiempo empezó tras una escena de vodevil. El equipo nicaragüense regresó al vestuario por orden de su director técnico, el chileno Marco Antonio Fantasma Figueroa, porque Uruguay demoró su salida.

A los 55 minutos llegó otro golazo celeste, tras una profunda internada del fernandino Emiliano Martínez Torena y combinaciones con Zalazar y Araújo, que en la posición del 9 enganchó el pase para Brian Rodríguez, que definió contra el caño.

Después se acható un poco el juego uruguayo, pero el cuarto estaba flotando en nuevos arranques y definiciones de Pellistri. Llegó y fue de Zalazar, que sacó un sablazo de afuera del área como si fuera un remate remasterizado de su padre, José Luis. El arquero ni la vio.

Como en todo el partido, pareció que llegaría un nuevo gol uruguayo. Sin embargo, el que llegó fue el gol nicaragüense, ya al final del partido. Una distracción de la defensa uruguaya permitió una doble definición de Coronel, que lo festejó con tanta emoción que reflejaba la importancia de hacerle un gol a Uruguay.