En el estadio Campeón del Siglo, sólo con público local, por la sexta fecha del torneo Apertura, Peñarol y Nacional empataron sin goles en un partido en el que no hubo grandes emociones ni actividad de extremo peligro sobre los arcos que haya hecho a las defensas o a los arqueros figuras del encuentro.

Peñarol mantiene el liderazgo absoluto del torneo, pero como ya no tiene puntaje perfecto, puede ser alcanzado en este inicio del segundo tercio del campeonato por Progreso, que también marcha imbatido. Como los mirasoles, que habían dejado puntos ante Nacional, y que si el domingo le ganan a Deportivo Maldonado, quedarán al tope de la tabla.

No será un partido recordado por su épico final o por su fantástico desarrollo, ni siquiera por jugadas que increíblemente terminaron zumbando los arcos o salvadas in extremis. Tan poco vendible parecen ser las acciones del clásico que ni siquiera una pelota que sí rebotó en el caño y que pudo haber sido gol de Nacional, o una estirada de Mejía salvando un cabezazo de gol de Peñarol, perdurarán más de unas horas. Tampoco, aunque seguramente quedará con más horas de radio, tv y streaming, un posible penal en el primer tiempo de Camilo Mayada sobre Gonzalo Carneiro.

Maximiliano Silvera, de Peñarol, y Franco Romero, de Nacional.

Maximiliano Silvera, de Peñarol, y Franco Romero, de Nacional.

Foto: Mara Quintero

Es decir, buena parte de lo que hace un clásico -la tensión, la emoción, la construcción desde las casas, desde los ómnibus, en las tribunas o frente a las pantallas, en zonas de calor marcadas por todo el territorio nacional, por un Google Earth que determina grupos de gente frente a un televisor- se autodestruye en 90 minutos cuando no pasa nada.

No pasó nada es una exageración, porque hicieron un bastante entretenido primer tiempo y un chauchón segundo tiempo. No pasó nada malo durante el espectáculo, porque no se potenciaron inexplicables proyectiles tirados desde la tribuna, que tres, cinco o los que sean, no pueden caer.

Clásico juego

Si el partido hubiese sido un clásico juego de caja en los que los dos protagonistas van guiando sus movimientos de acuerdo a ciertas instrucciones y ejecuciones, podríamos decir que al inicio del partido Peñarol jugó con el mandato de presionar en todo el campo a los tricolores, mientras que Nacional recibió la tarjetita que lo mandaba a su campo y a poner atención en cada pelota.

En casa, con el empuje de su gente, el equipo de Diego Aguirre comenzó con mucha fuerza sobre el campo y, de hecho, generó un par de instancias de peligro, como una muy buena repentización finalizada con un fuerte remate de Maximiliano Silvera, que contuvo en una gran atajada Luis Mejía, y otra gran entrada en profundidad que no fue culminada como debía.

Nacional apareció casi un cuarto de hora hundido en su cancha con la variable de haber tenido que sustituir a su zaguero central derecho, Juan Izquierdo, por un problema muscular y, de alguna manera, modificar lo planificado.

Antonio Galeano, de Nacional, y Lucas Hernández, de Peñarol.

Antonio Galeano, de Nacional, y Lucas Hernández, de Peñarol.

Foto: Alessandro Maradei

Mientras daba vuelta el relojito de arena del juego, Nacional sólo había llegado una sola vez al arco contrario, a través de un remate libre de Mauricio Pereira, mientras que Peñarol acumulaba acciones de juego, creando peligro cerca de Mejía.

Cuando Peñarol dejó de avanzar casilleros, el segundo o tercer mandato que recibió Nacional fue tratar de salir de su campo sin descuidar su zona y así fue que el equipo de Recoba apenas intentó desplegarse en algún aislado contragolpe sobre el arco de Washington Aguerre.

Todo hasta que a los tricolores les tocó la ficha sorpresa con Mauricio Pereira avanzando de frente al arco rival, tirando una pared con Gonzalo Carneiro y el remate del 10 tricolor terminó rebotando en el caño. La jugada de mayor parecido al gol de todo el partido; sin embargo, no tuvo peso, ni en el partido ni en esta crónica.

En algún momento pareció que Peñarol sacaba la tarjeta de dejar de jugar ofensivamente por diez minutos, porque el equipo de Álvaro Recoba empezó a repetirse en esbozos de ataques en el campo aurinegro, mientras los locales no encontraban el mismo ritmo que antes.

Pero el argentino Leo Sequeira casi patea el tablero, cuando, a centro limpio desde la derecha del floridense Javier Cabrera, metió un cabezazo potente de buena técnica y ubicación que, sin embargo, fue resuelto con una enorme atajada por parte de Mejía.

Como lo indicaban cientos de expedientes de clásicos anteriores, el perfil que se proyecta de la superioridad de uno de los contendientes por cómo viene jugando en el campeonato y por la acumulación de éxitos casi nunca se comprueba en el campo cuando se cruzan estos clásicos rivales. El partido es el partido los 90 minutos con el aceitamiento y la seguridad que dan los partidos exitosos anteriores, pero es absolutamente indiscutible que lo que vale no es lo que pasó ni en el mes anterior, ni en el campeonato, ni en los otros partidos que jugaron.

Peñarol no pudo disponer en los 45 iniciales de la genialidad de la que había hecho gala en esta campaña Leo Fernández. Nacional, en tanto, se fue acomodando a lo que iba siendo el juego.

Otro tiempo

Sin cambios, el inicio del segundo tiempo pareció quedar congelado en acciones de peligro y dinámicas interesantes, como había pasado antes de que se fueran a vestuarios. Básicamente, pareció ser porque Peñarol dejó de elaborar cortocircuitos de cara al arco rival y ya sólo se trató de acciones aisladas que eran rápidamente abortadas, y porque Nacional multiplicó su empeño en la atención defensiva y de mediacancha y nunca ensayó sistemas de juegos ofensivos, que, de acuerdo a determinada receta -por fuera, por dentro, por arriba, por abajo-, pudieran hacer caudal ofensivo.

Aun así fue el equipo del Chino Recoba el que estuvo más cerca del gol, cuando un desborde por la derecha del paraguayo Galeano terminó en una forzada definición de Bentancourt, que salió cruzada contra el caño cuando ya nadie podía impedir que entrara.

Peñarol fue ensayando variantes con el ingreso del brasilaño Babi y el argentino Diego Sosa primero, y el fraybentino Gastón Ramírez -que no jugaba desde su lejana- y el Cepillo Franco González para intentar hacer de Leo Fernández.

Los tricolores también ensayaron con los cambios, primero renovando la línea de contención de la mitad de la cancha con el ingreso del debutante clásico Felipe Cairus y con Cristian Oliva, y al final con la frescura ofensiva de Christian Ebere y Jeremía Recoba.

Cepillo González inventó una llegando hasta la última línea cerca del área chica y mandó el centro atrás, que terminó con un remate de Diego Sosa bloqueado in extremis y poco más, aunque con Nacional jugando más en el campo contrario, pero sin poder armar nada.

Los clásicos siempre son clásicos, se recuerdan por lo que fue el partido, por lo que pasó o no pasó, y pocas veces los revisamos en el contexto del campeonato y su desarrollo. Este seguramente no lo recordaremos. Tal vez duren más estas líneas impresas que el recuerdo de aquella vez que jugaron un viernes de Semana de Turismo y empataron 0-0.