El aurinegro avisó en el arranque nomás, cuando apenas iban dos minutos, y Maximiliano Silvera, en el área chica, mandó apenas afuera la pelota con un cabezazo que cerró una jugada preparada: tiro libre de Leo Fernández, de esos de los que queda esperar el centro directo al pelotón que puebla el área grande, pero que el volante aurinegro mandó como un calibrado pase aéreo para el ingreso de Leonardo Sequeira por el sector derecho, detrás de la barrera. Se la entregó a Silvera con un cabezazo, de una nomás; habría sido un golazo, pero no. Fue Sequeira, precisamente, el que a los 13 abrió el marcador. Otra vez un cabezazo, en esta oportunidad muy cómodo, sin exigencias de rival alguno, prácticamente parado en el punto penal.

Lo hizo al recibir un envío largo, desde el sector izquierdo, de Maximiliano Olivera —también poco exigido—. Y tres minutos más tarde llegó el segundo, también de Sequeira, pero en este caso con el pie —el derecho— y desde el borde de la medialuna. Fue uno de esos goles para mirar hasta el hartazgo. No dio muestras de pensar en parar la pelota que le arrimó Leo Fernández; le entró como venía y la mandó al ángulo con toda la rosca, en un trayecto curvo, abierto, para dejar a Silva sin mucho más asunto que sufrir el hermoso espectáculo de ver cómo el balón ingresaba en su arco.

Santiago Silva, arquero de Boston River y Luciano González, de Peñarol, el 20 de abril en el estadio Campeones Olímpicos de Florida.

Santiago Silva, arquero de Boston River y Luciano González, de Peñarol, el 20 de abril en el estadio Campeones Olímpicos de Florida.

Foto: Alessandro Maradei

El partido tuvo, desde entonces y por 15 minutos, aroma a cosa resuelta. Boston River perdió pie, aunque Peñarol bajó la intensidad. El trámite en el Campeones Olímpicos pasó a ser entonces deslucido, lento y trabado. Un córner de Leo Fernández que pegó en el travesaño daba idea de que, si algo pasaba, iba a pasar en ese arco; sin embargo, no fue así.

A los 29 Emiliano Gómez puso el 1-2 que le cambió el ánimo al sastre. Otro golazo para mirar una y mil veces, incluso con ciertas similitudes al segundo de Sequeira. En su posición de volante, por izquierda se había acercado al vértice del área mirasol y, ante la exigencia de dos rivales que se le pararon enfrente, retrocedió apenas un poco, en diagonal hacia el centro con un par de autotoques para, desde esa posición impensada, mandarla al segundo palo de De Amores. También al ángulo, aunque en este caso besando el travesaño.

Exceptuando los golazos, el transcurso del primer tiempo —que se cerró con un disparo de Leonardo Suhr que se fue centímetros afuera— no fue un espectáculo para el recuerdo. Peñarol fue un tanto superior, y de hecho se evidenciaba el dominio cuando, por izquierda y derecha, Milans y Olivera parecieron más bien volantes que reforzaban la línea media formalmente integrada por Eduardo Darias, Damián García, Gastón Ramírez y Leo Fernández, los que funcionaron más bien como un corazón móvil en el centro mismo, sin énfasis en las bandas. A lo sumo después del descuento, Boston River pareció reanimarse, incluso reacomodarse ante un Peñarol ahora menos cómodo, pero en los hechos este siguió marcando el ritmo.

Leonardo Sequeira, de Peñarol, Emanuel Beltrán, de Boston River, el 20 de abril en el estadio Campeones Olímpicos de Florida.

Leonardo Sequeira, de Peñarol, Emanuel Beltrán, de Boston River, el 20 de abril en el estadio Campeones Olímpicos de Florida.

Foto: Alessandro Maradei

Caso cerrado

No iba un minuto del segundo tiempo cuando Maxi Silvera puso el tercero para Peñarol, después de un disparo de Lucas Hernández —recién ingresado— al que Silva dio rebote. El delantero ingresó a recogerlo sin demasiado ángulo a su favor, e incluso con Silva y Allala entre él y el arco; pero así y todo pudo marcar el que terminaría siendo el último gol del partido.

De allí en más, el resto. No mucho más que eso. Algunas excepciones, claro, como esos destellos de Leo Fernández que, por ejemplo, con un globo entre los defensas para aprovechar la carrera de un compañero, fabrican situaciones peligrosas en donde otros ven el oxigenante pase al costado como única alternativa.

De todos modos, con el tercer gol, Peñarol ganó algo de claridad para el segundo tiempo; aunque ante un rival que, más por el desarrollo del partido que por razones posicionales, tuvo en Bruno Damiani un atacante un tanto solitario al que el arco le quedó lejos.

Fue el retorno al triunfo de Peñarol después del 3-1 ante Torque por la semifinal de la Copa Uruguaya. “El equipo está respondiendo en situaciones en las que hay que ganar, y lo está haciendo”, dijo Diego Aguirre cuando todavía estaba en el Campeones Olímpicos, asegurando, además, que le dio “mucha importancia a este partido”, ante un equipo que está bien ubicado en la tabla y que mantuvo un invicto de siete partidos hasta la fecha anterior, cuando enfrentó a Progreso.