Uruguay enfrenta “muchos desafíos” en materia de producción agropecuaria sostenible y es necesario promover una “transformación urgente”, dijo a la diaria la economista Carolina Balian.

La especialista, que tiene un posgrado en Economía y Derecho del Cambio Climático en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de Argentina y es estudiante de doctorado en la Universidad de Wageningen de Países Bajos, señaló que los niveles de adopción de prácticas sostenibles ganaderas siguen siendo “bajos en el país”, ya que, según la Encuesta de Buenas Prácticas Ganaderas de 2020, sólo llegan a 6,5% de los predios.

“Creo que es necesario generar incentivos económicos que premien a los productores que hacen las cosas bien, que producen conservando. Acá se podría pensar en la exoneración de algunos impuestos, subsidiar parte del costo de asistencia técnica predial, generar las condiciones habilitantes para esquemas de certificación de cualidades sostenibles, como algunos ejemplos”, reflexionó Balian, que también ha asesorado al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

Sostuvo además que los desafíos en Uruguay “son muchos” y que es necesario aumentar la adopción de prácticas en ganadería “que permitan incrementar la producción y los ingresos de forma sostenible, revirtiendo procesos de degradación del campo natural”.

“Hay evidencia de que el mundo ha transgredido muchos de los límites planetarios, y que la agricultura tiene mucho que ver en esto, aunque no solamente. No falta evidencia al respecto, el punto es qué hacemos con esa evidencia. No sólo se expresa a nivel global, sino que tiene espejos a nivel nacional y local. Es una clara señal de que se precisa una transformación urgente de nuestros sistemas productivos”, sentenció Balian, que se encuentra ahora investigando la producción sostenible de carne vacuna y los servicios ecosistémicos de los pastizales naturales en Uruguay.

¿Qué beneficios tiene la ganadería sustentable?

El término “ganadería sostenible” puede tener muchas interpretaciones, pero voy a tomar la que más defiendo: la ganadería pastoril que tiene como base forrajera el campo natural y potencia sus servicios ecosistémicos. Esta ganadería es aquella que incorpora una serie de prácticas de manejo del pasto y el rodeo que se basan en la gestión óptima del campo natural y el uso reducido de insumos externos. Los beneficios de la adopción de estas prácticas son el aumento de la productividad, el aumento de los ingresos netos, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), la reducción de la erosión del suelo y una mejora de la resiliencia ante eventos climáticos extremos. Por ende, los beneficios de este tipo de ganadería son múltiples.

Si bien existe una base sólida de investigación nacional que sustenta la implementación de estas prácticas, los niveles de adopción siguen siendo bajos: la Encuesta de Buenas Prácticas Ganaderas de 2020 muestra que sólo el 6,5% de los predios, que ocupan el 13% de la superficie de campo natural, aplican simultáneamente las ocho prácticas de manejo definidas como estrategias proactivas para acoplar los requerimientos de los animales y la producción de forraje. Estas prácticas incluyen el ajuste de la época, la clasificación del rodeo con base en la condición corporal, el diagnóstico de preñez y la estimación de disponibilidad de pasto, entre otras.

Debido a que hay aspectos comportamentales e intereses de empresas que venden insumos, como semillas y fertilizantes, que hacen que los sistemas ganaderos tiendan a elegir otros caminos, este tipo de ganadería debe ser promovido por un sólido sistema de asistencia técnica y extensión que parta de un diagnóstico del sistema productivo y lo apoye en la transición hacia un mayor nivel de sostenibilidad en su dimensión social, económica y ambiental.

Si me preguntan qué no es la ganadería sostenible, diría que es aquella que tiene una carga ganadera excesiva que hace que el campo natural esté sobrepastoreado, que incorpora pasturas sembradas y coberturas de forma no estratégica y planificada, que incurre en gastos de insumos que hacen insostenible la producción, que no es resiliente ante eventos climáticos extremos, que no monitorea el efecto de sus prácticas en el entorno socioecológico en que está inserta y que sólo se guía por los rendimientos económicos de corto plazo. No se trata de quitarle el mayor provecho posible al suelo en un horizonte acotado, sino de mejorar el nivel de producción entendiendo que el sistema es más que el ganado engordando, y que la base de su sostenibilidad está en la salud del suelo y la vegetación.

¿Cómo se logra la reducción de emisión de GEI teniendo en cuenta que algunos estudios señalan la ganadería como una de las mayores responsables?

Es sabido que a la ganadería se la ha demonizado a nivel global por su contribución al cambio climático, sobre todo por las emisiones de metano del ganado. Sin embargo, yo creo que es importante tener una visión ambiental integral que considere aspectos como biodiversidad y calidad de agua, que también tienen impactos importantes, no sólo a nivel global, sino también a nivel local.

En Uruguay la ganadería de carne puede coexistir con la diversidad de fauna y flora nativa asociada a nuestro ecosistema dominante, que es el pastizal. Además, al tratarse de sistemas predominantemente extensivos, no tiene asociados problemas importantes de calidad de agua. Esos problemas se asocian más a la producción de granos y pasturas para la producción lechera. En otros países, la producción de carne se hace a costa de grandes extensiones de bosque, a partir de la producción intensiva con base en el monocultivo de granos, y genera problemas por la gestión de efluentes cargados de nutrientes. En Uruguay hay feedlots, establecimientos de engorde a corral, y se espera que sigan creciendo en cantidad, pero el sistema dominante sigue siendo el pastoril.

Es importante aclarar un aspecto: Uruguay tiene como prioridad reducir la intensidad de emisión de GEI de la ganadería, es decir, las emisiones por unidad de producto, pero no necesariamente reducir las absolutas del sector. El argumento detrás es que la población mundial está en aumento y se espera que el consumo de carne siga incrementándose, por lo que un productor clave como es Uruguay no puede reducir su producción por un tema de seguridad alimentaria global. En cierto punto tiene sentido, ya que es mejor que se produzca de la forma que lo hacemos nosotros a que la demanda sea cubierta por países con sistemas productivos mucho menos amigables con el ambiente.

¿Hay alguna tecnología que pueda permitir una menor emisión de GEI?

Cabe mencionar que, además de las estrategias mencionadas, hay otro tipo de tecnologías que tienen un efecto directo en las emisiones absolutas de GEI de la ganadería, algunas de las cuales son de más reciente introducción en el país. Por ejemplo, el uso de aditivos alimenticios inhibidores de la metanogénesis, que permiten reducir las emisiones de metano entérico, el mejoramiento genético con base en la eficiencia en emisiones de metano, y la incorporación de forrajes altos en taninos para reducir las emisiones de óxido nitroso, que es otro GEI asociado a la producción ganadera.

Un enfoque más holístico nos permitiría también pensar en la producción ganadera integrada en paisajes que no sólo contienen al pastizal, sino que también incluyen bosques nativos y cursos de agua que deben ser protegidos como nuestro capital natural.

Los bosques nativos tienen múltiples beneficios asociados a sus servicios ecosistémicos que pueden ser aprovechados por el sistema productivo, como la provisión de abrigo y sombra para los animales (que repercute en mayor ganancia de peso y mejor bienestar animal), el aprovechamiento sostenible de la madera, la provisión de frutos y plantas medicinales, además de beneficios para la sociedad en general, como la recreación, el hábitat para fauna nativa y el secuestro de carbono. Esto último nos lleva a otro aspecto importante a considerar: no sólo es importante reducir la intensidad de emisión de GEI, sino contar con sumideros de carbono, como son los bosques y el propio pastizal nativo, que nos permitan capturar las emisiones generadas. Creo que Uruguay tiene un potencial interesante en este sentido.

“Si hablamos de crecimiento sostenible, creo que el foco está en que el PIB, un indicador por excelencia de la salud de la economía, pueda seguir aumentando sin límites. ¿No es eso una utopía? Si nuestra economía funciona a partir de recursos limitados de distinto tipo, siendo uno de ellos los recursos naturales, ¿no deberíamos dejar de creernos esta utopía?”.

¿Qué desafíos enfrenta Uruguay en materia de transiciones productivas sostenibles?

Los desafíos son muchos. Uno importante es aumentar la adopción de prácticas en ganadería que permitan incrementar la producción y los ingresos de forma sostenible, revirtiendo procesos de degradación del campo natural. Para esto, sería necesario diseñar e implementar un sistema de asistencia técnica y extensión rural que permita llegar a muchos más productores que los que alcanzan los proyectos e iniciativas puntuales que están siendo implementadas.

También creo que es necesario generar incentivos económicos que premien a los productores que hacen las cosas bien, que producen conservando. Acá se podría pensar en la exoneración de algunos impuestos, subsidiar parte del costo de asistencia técnica predial, generar las condiciones habilitantes para esquemas de certificación de cualidades sostenibles, por poner algunos ejemplos. Un desafío asociado con este es la creciente conversión del campo natural hacia otros usos del suelo, como el agrícola y el forestal, que son más competitivos que el ganadero bajo las condiciones actuales.

Otro desafío creo que es lograr la transición agroecológica de los sistemas de producción agrícola. Los cultivos extensivos, como la soja, el maíz y el trigo, están bastante desviados de este camino. Su producción se basa mayoritariamente en un paquete tecnológico que tiene una alta carga de agroquímicos. Sin embargo, en países cercanos como Brasil, hoy en día hay grandes extensiones de soja de base agroecológica u orgánica.

En Uruguay, la agroecología es impulsada desde la producción familiar, principalmente de frutas y hortalizas. En este caso, creo que es necesario potenciar la comercialización y la llegada de los productos agroecológicos a las tiendas y grandes superficies, para que sean de más fácil acceso para los consumidores. Además, es necesaria una mayor concientización sobre los beneficios de la producción y el consumo de productos agroecológicos, y atender la diferencia de precio con respecto a los productos convencionales, que en muchos casos desincentiva el consumo.

Por último, tanto para la producción agrícola como ganadera, creo que es un desafío que debe ser atendido construir con mayor solidez una marca país que apunte a atender los mercados más exigentes en demandas de sostenibilidad de productos y procesos. Hay un ejemplo reciente que creo que es emblemático, que es la producción regenerativa de lana merino uruguaya para la marca de diseño Gucci, proyecto en el que participó el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria.

¿Cómo se encuentra Uruguay respecto de la región y el mundo?

Si miramos la situación del agro en la región y en países desarrollados, yo diría que nuestros desafíos se vuelven relativamente más pequeños. Por ejemplo, en Países Bajos, que ha servido de modelo para la intensificación de la producción animal, sobre todo lechera, en muchos países, están atravesando una crisis muy preocupante por el exceso de nutrientes generado por el mismo sistema que los llevó a ser uno de los mayores exportadores de leche del mundo.

Esta situación llegó a su límite, y el gobierno, que subsidió grandes volúmenes de inversiones en la industria lechera, está exigiendo recortes en la producción para que el problema del nitrógeno no siga creciendo. Sin embargo, los productores defienden su derecho de seguir produciendo sin restricciones, y han surgido fuertes enfrentamientos desde el sector productivo.

Algo similar está sucediendo en otros países de la Unión Europea como consecuencia de los cambios propuestos en la política agrícola común, que aumenta las exigencias ambientales para la producción agropecuaria: hace poco vimos en las noticias que los agricultores franceses bloquearon autopistas con sus tractores en protesta por estas medidas, además de la inflación.

Creo que es bueno aprender de estas experiencias y anticiparnos a estas crisis, tomando medidas que fomenten la producción agropecuaria sostenible, como los ejemplos antes mencionados. Hay evidencia de que el planeta ha transgredido muchos de los límites planetarios, y que la agricultura tiene mucho que ver en esto, aunque no solamente. No falta evidencia al respecto, el punto es qué hacemos con esa evidencia. Esto no sólo se expresa a nivel global, sino que tiene espejos a nivel nacional y local. Es una clara señal de que se precisa una transformación urgente de nuestros sistemas productivos.

¿Por qué el crecimiento sostenible es relevante para Uruguay?

Me gusta pensar en lógica de desarrollo sostenible. Si hablamos de crecimiento sostenible, creo que el foco está en que el PIB, un indicador por excelencia de la salud de la economía, pueda seguir aumentando sin límites. ¿No es eso una utopía? Si nuestra economía funciona a partir de recursos limitados de distinto tipo, siendo uno de ellos los recursos naturales, ¿no deberíamos dejar de creernos esta utopía?

Además, si el bienestar de la sociedad no depende únicamente del valor de la producción generado, sino de otras cosas como la salud, la educación, la igualdad, la vida en comunidad, la recreación, la participación política… el aumento del PIB no debería ser un objetivo en sí mismo. Incluso hay movimientos en países europeos que muestran el decrecimiento –entendido como la reducción planificada en el uso de recursos y energía– de las economías desarrolladas como solución a los problemas asociados al desborde de los límites planetarios y de injusticia social. El desarrollo sostenible sí es relevante para la mejora del bienestar social. Hay bastante consenso en torno a este tema. Yo creo que es necesario potenciar aquellas actividades económicas que sabemos que les hacen bien a la sociedad y al planeta, y desincentivar o transformar aquellas actividades que son perjudiciales. No cualquier crecimiento económico es bueno, sólo aquel que produce un mayor bienestar social.

¿Por qué no crece la aplicación de esta forma de entender la ganadería en el país?

Yo creo que hay al menos tres factores que condicionan la adopción de prácticas sostenibles en sistemas ganaderos de base pastoril. En primer lugar, creo que hay un aspecto cultural que tiene que ver con manejar el ganado de forma tradicional, poner el foco exclusivo en engordar el ganado y no llevar registro de los efectos de medidas de manejo en las variables productivas, económicas y ambientales.

En segundo lugar, hay un aspecto comportamental que lleva a las unidades de producción a tener una carga animal elevada como forma de capital, que puede ser transformado en liquidez en momentos de necesidad.

En tercer lugar, creo que hay una marcada visión de que la intensificación basada en insumos externos es el único camino para aumentar la producción agropecuaria. Acá juegan varios intereses de las empresas que venden esos insumos agrícolas. Creo que el productor ganadero no termina de internalizar la idea de que con un buen manejo de los recursos que ya tiene en su predio puede aumentar su producción e ingresos.

Pero claro, esto demanda la apertura y confianza del productor y una asistencia técnica continua que dé un seguimiento cercano a la adopción de prácticas y su impacto en las variables productivas, económicas y ambientales. En este sentido, además de que falta un sistema de extensión que permita alcanzar una mayor escala, también falta seguir formando capacidades de técnicos agropecuarios y agrónomos en intensificación sostenible y coinnovación para la ganadería sostenible.