“No sé cuántos habrán inventado lo que yo”, dice Alberto Barreix, un especialista en impuestos uruguayo que reside temporalmente en Montevideo por ser consultor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del Centro Interamericano de Administraciones Tributarias (CIAT).

En el BID ideó el impuesto a la renta semidual –base de la reforma impositiva de 2008 en Uruguay–, que se aplica en 17 países, y su más reciente creación es el IVA personalizado, una “tendencia” que se viene, según dijo, y que ya implementó Brasil.

La pasión por su especialidad, la fiscalidad, así como su verborragia y conocimiento, marcan la charla con Barreix. Rápidamente se concatenan hechos, personajes y saberes: “Hay tres pilares tributarios en el mundo”. Con intensidad y sin freno, sigue: “Los impuestos a la renta nacen por la guerra en la Inglaterra cercada por Napoleón, y las contribuciones a la seguridad social (pensiones) fueron creadas en la Alemania de Otto von Bismarck a finales del siglo XIX para veteranos de guerra y continuadas después por Theodore Roosevelt en Estados Unidos, que a su vez fue el primer país que generalizó el impuesto a la renta”.

Pero el tercer pilar es una excepción a esa máxima bélica: “El IVA es el impuesto más joven, el único conceptualizado en el siglo XX. Su origen no tiene que ver con la guerra, sino con la eficiencia económica y el comercio mundial justo. Por eso digo que es la paloma de [Pablo] Picasso [ícono del primer Congreso Mundial por la Paz en 1949]”.

Barreix tiene trascendencia en la historia impositiva de Uruguay. Fue parte del equipo que a finales de los 80 elaboró un estudio sobre la presión tributaria al agro –a pedido del entonces ministro de Economía, Ricardo Zerbino–, que devino en cambios importantes;1 en el 2000 rechazó el ofrecimiento del presidente Jorge Batlle para hacerse cargo de la Dirección General Impositiva; y junto a Jerónimo Roca es considerado uno de “los padres” de la reforma impositiva de 2008, el último gran cambio tributario que hubo en Uruguay.2

Su conocimiento trasciende fronteras porque en el BID, a donde llegó al cargo de “líder fiscal principal”, brindó asesoramiento fiscal para Asia y trabajó en las reformas impositivas de distintos países de la región. Además, forma parte del Foro Global sobre Transparencia de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y del marco inclusivo de países para evitar la evasión fiscal (BEPS), una iniciativa de la OCDE y el G20.

A continuación, un resumen de la charla con Barreix sobre la historia, el presente y el futuro del IVA, un impuesto que se aplica en 170 países.

¿Usted inventó impuestos?

No, hemos inventado nuevas estructuras para aplicar [el IVA y el impuesto a la renta]. Pero esto no es teoría, ya están en la cancha en varios países. En cuanto al IVA, en Brasil ya están devolviendo IVA P [abreviatura del IVA personalizado] y en varios países de la región también –como Ecuador o Colombia–, así como fuera de ella –como Canadá o Japón–, pero sin generalizar su base. Es un diseño que se viene como tendencia para sustituir las exoneraciones y tasas reducidas [que hoy tiene el IVA].

Miremos primero para atrás: ¿cuál es la historia del IVA?

Es el impuesto más joven de los tres pilares tributarios, que son el IVA, las contribuciones a la seguridad social y el sistema de imposición a la renta –que contempla la renta personal y la renta empresarial–. Entre esos tres impuestos se llevan el 75% de la recaudación mundial, y por eso son los tres pilares tributarios. De esos tres, el IVA es el que nació más tarde, en 1920, y no lo conceptualizó un político, sino un empresario: Siemens [Carl Friedrich von Siemens, alemán, parte de una familia dedicada al negocio eléctrico].

¿Qué diferencia al IVA de los otros dos impuestos?

El impuesto a la renta se crea para financiar las guerras y el IVA no. Por eso, metafóricamente, es la paloma de la paz de Picasso. Cuando inicia el impuesto a la renta en Estados Unidos y Reino Unido, a principios del siglo XX, las empresas y las personas hasta pagaban de más, porque las tasas eran bajísimas y, patrióticamente, se necesitaba plata extra para financiar la Primera Guerra Mundial. También se instauró la imposición a la renta a mediados del siglo XIX en la Inglaterra de Sir Robert Peel, porque hubo que bajar los aranceles para que la gente comiera más barato, y el fisco necesitaba una fuente para sustituir esas tarifas aduaneras. Irónicamente, de esas revueltas nació la primera policía moderna.

¿Los impuestos corren de atrás a la realidad?

Sí. Toda reforma fiscal se deriva de un pacto político desde el Edicto de París, pasando por la Carta Magna, la Constitución de Estados Unidos o el New Deal. Cada uno de ellos tuvo un correlato fiscal. Es irónico porque quien más impulsó el impuesto a la renta fue un conservador, Teddy Roosevelt [presidente republicano de Estados Unidos entre 1901 y 1909], pero quien lo generalizó, igual que el pago a la seguridad social, fue Franklin Delano Roosevelt, cuasi socialdemócrata [presidente de Estados Unidos entre 1933 y 1945, primo lejano del primero].

El impuesto a la renta es la agonía de los aranceles como pilar de recaudación, a los que el IVA los termina de matar. Por ejemplo, en el Uruguay batllista [1903-1928], 50% de la recaudación provenía de aranceles, y el resto, de varios impuestos a las ventas, que equivaldrían a lo que hoy es nuestro selectivo [el Imesi, que se aplica a naftas, cigarrillos y otros productos], y del impuesto a la propiedad inmueble. Esta estructura no era muy diferente en el mundo desarrollado.

Entonces, se dan dos grandes elementos cuando crece la tributación para financiar el Estado de bienestar, es decir, para generar más bienes públicos –que no quiere decir bienes de provisión pública–. Primero, ya existe un contrato social, por el cual la ciudadanía reclama servicios públicos como más y mejor educación, mejor salud, pensiones y acceso a la vivienda; el Estado crece y pasa de [recaudar] un 10% a más de un 20% del PIB de 1900 a 1930. Lo segundo es la propia dinámica del capitalismo manufacturero, en el que los agentes económicos adquieren insumos y les agregan valor –trabajo y utilidades–, con lo que tenemos varias etapas de producción y un proceso de especialización por división del trabajo. Eso pasa con el hierro, que después se transforma en tuercas y, combinado con otras cosas, termina en un auto; o con el trigo, que pasa al molinero, luego al mayorista y después al panadero. Es el capitalismo manufacturero que se va sofisticando, fruto del aumento del Estado, porque ya estamos al fin de los 1920. Aquí es donde el IVA es crucial para dañar la eficiencia económica lo menos posible por aumento de la tributación.

¿Cómo se relaciona eso con el surgimiento del IVA?

En la República de Weimar [nombre que tomó el régimen en Alemania entre 1918 y 1933], Siemens se dio cuenta del “efecto cascada” que generaban los impuestos a las ventas que iban gravando acumulativamente los insumos de las cadenas productivas, y sumándose a los costos de producción, cargando impuestos sobre impuestos en cada etapa productiva. El precio resultaba artificialmente inflado dentro del país, y al exportar, se exportaban impuestos. A veces, para compensar estos precios elevados, se otorgaban subsidios sin criterio objetivo, volviendo el comercio injusto. Entonces, con el IVA, se vende sin impuestos porque no se imputa a los costos el impuesto de los insumos.

Esa es una de las características del IVA que surge en Alemania como una manera de comerciar doméstica e internacionalmente sin trampear. Irónicamente, fue implementado en forma pionera, en 1954, en la Francia de la industrialización en su fase de planificación indicativa –el Plan Monnet–. Fue casi un lustro después de la masificación del sistema del impuesto a la renta de Franklin Roosevelt en Estados Unidos, nación que todavía no ha aplicado el IVA y que mantiene impuestos a las ventas estaduales que hoy colectan un magro 2% del PIB.

¿Es un impuesto solamente interno?

Es al consumo interno y permite el comercio internacional justo en materia fiscal; nadie lo discute, por eso es el impuesto internacional de la paz, porque donde se comercia tiende a no haber guerra. No se puede entrar a la Unión Europea sin implementarlo. Es maravilloso porque es neutral, es decir, no discrimina entre bienes y servicios si se generaliza. En la medida en que yo generalizo el IVA, sacando la inversión –una de mis luchas es que la educación, formación de capital humano, debería ser también a tasa cero porque es igual a comprar una máquina–, termina siendo un impuesto que es casi tonto [por lo sencillo]. Además de la neutralidad, tiene una serie de virtudes importantes: no afecta ni el ahorro ni la inversión –que sí los afecta el impuesto a la renta–, y es fácil de administrar porque se grava al momento del consumo.

¿Cuándo se implementó el IVA en Uruguay?

Brasil fue el primero en las Américas y de los pioneros mundiales en poner IVA, en 1965, y lo hizo a nivel de los estados, fenómeno que complejiza su armonización y reforma. Uruguay debe de estar entre los diez primeros, a finales de los 60.

El IVA en Uruguay ha sido innovador, ya que a fines de los 80 Zerbino nos encargó un trabajo sobre la presión fiscal en el agro y mostramos que el sector incorporaba a sus costos todo el IVA de sus compras sin poderlo deducir en la siguiente etapa, dado que el agro estaba exonerado de IVA. Al ministro Zerbino y al economista Juan García Peluffo [asesor del Banco Central] se les ocurrió poner en 1988 el IVA “en suspenso” para el agro, un mecanismo que fue posteriormente aplicado por la Comunidad Europea para las exportaciones en su mercado común en 1993. Por ejemplo, si se exporta jamón de España a Francia, no paga IVA, va “en suspenso”: el que vende el jamón español lo vende sin IVA al distribuidor francés y, además, al jamonero español se le devuelve todo el IVA de sus insumos. Adicionalmente, [Zerbino] también sustituyó parte del Imesi al gasoil por el IVA para que el agro lo pudiera descontar. Así los empresarios del agro usaban el IVA de sus compras por insumos para pagar otros impuestos como al patrimonio o la contribución inmobiliaria. Ello permitió empezar a generalizar el IVA a productos del agro y, además, gravar algunos insumos que no eran de uso exclusivo del agro. Así se mejoró y se redujo la presión fiscal al agro.

¿Sólo virtudes tiene el IVA?

No. También tiene sus dificultades. Diría que son dos los problemas principales y el IVA P sólo ataca uno de ellos, que es la regresividad. El otro es la potestad de gravar y distribuir lo recaudado de IVA en países grandes [y federales], con regiones muy diferenciadas, dado que es un impuesto nacional.

¿A qué refiere la regresividad?

La regresividad es lo que morigera el IVA P. Cuando usted consume y yo también, pero usted es rico y yo pobre, a mí se me va todo en consumo y a usted capaz que el 70%; entonces todo lo que usted, que es rico, ahorra no paga IVA. Cuanto más pobre, más me pesa el IVA, porque consumo casi todo mi ingreso. Entonces, en términos relativos, los ricos consumen menor proporción de su renta, y cada vez que se agujerea el IVA [con rebajas o tasas reducidas], ricos y pobres pagan el mismo 10% de IVA de la carne. Es decir que la carne la compra al 10% quien no llega a fin de mes y el que vive en un apartamento en Pocitos.

Por esa característica del IVA es que se baja la tributación de ciertos productos y servicios. Esto genera un error de inclusión, porque le da un beneficio a quien no lo debería tener [la población de más ingresos] y complica la administración. Así, se dificulta el costo de cumplimiento de quienes no evaden y el control de las administraciones.

Además, este esquema conlleva una importante pérdida de recaudación, porque al estar el ingreso concentrado, el consumo también lo está y, en términos absolutos, los ingresos que se pierden por no gravar o por gravar menos ciertos bienes y servicios consumidos mayoritariamente por los segmentos más pudientes son considerables. En América Latina los tres deciles más ricos se llevan cerca del 55% del ingreso perdido por el Estado o gasto tributario; en Uruguay se estimó en 37% en 2016.

¿Cómo puede solucionarse eso?

Con Martín Bés y Jerónimo Roca propusimos en 2010 una solución diferente, que es el IVA P,3 que consiste en generalizar [las tasas y bases gravadas de] el IVA y devolverles a los más pobres. Esto no debe verse como una renta básica universal, no es como los subsidios que en Argentina denominan “plan”; es una devolución de impuestos, lo que técnicamente se conoce como una compensación de Slutsky. Se trata de compensar para que los deciles de menores ingresos queden igual o, si es posible, mejorarlos [en términos relativos a su consumo]. Por ejemplo, se devuelve el IVA pagado hasta el tercer decil, pero le devuelvo más al primero, de tal forma que lo equiparo al cuarto decil, que consume más IVA que ellos. Se busca morigerar el efecto regresivo del IVA. Esta solución es una mezcla de impuesto y gasto público. Los más pudientes pagan más, los pobres se benefician y les llego a los “invisibles”, que son quienes consumen sin tener ingresos formales. La tecnología permite incluir aun a aquellos que están por fuera del radar porque, se dispone de un mecanismo para hacer la devolución cuando van a consumir.

¿Cómo se efectiviza esa devolución a los sectores de menos ingresos?

Cuando publicamos este trabajo, en 2010, no teníamos el avance que tenemos hoy con la facturación electrónica y otros instrumentos digitales masivos. Entonces, la devolución se puede hacer con tarjeta o cuenta bancaria. Ya el Mides [Ministerio de Desarrollo Social] lo está haciendo.

La tecnología va a determinar el mecanismo para la devolución. También se debe decidir a quiénes se les devuelve: hay países, como Ecuador, que les devuelven a los adultos mayores indigentes, u otros que lo hacen a ciertas poblaciones vulnerables, como por ejemplo mujeres u hombres indigentes jefes de hogar con hijos.

¿Pero cómo llega ese dinero a la persona?

Depende de los países y de su capacidad administrativa. Siempre hay alguno que dice que estos esquemas se pueden prestar para beneficiar a un grupo o algún manejo político, pero con la facturación electrónica y la masividad de la prestación se hace casi imposible no hacerlo con criterios objetivos, legales y transparentes.

Para bajarlo a tierra, ¿cómo haría la devolución en Uruguay?

Ya hoy se hace con la tarjeta [de beneficios sociales]. Se podría también controlar con la factura electrónica como se hace en algunos casos. Pero hay muchas maneras a nivel internacional: se devuelve en la compra con factura electrónica o se deposita directamente en la tarjeta o cuenta. Los distintos mecanismos van mejorando con la tecnología. Lo único que tengo que hacer es identificar a la persona, al comprador, para que tenga el crédito. Hay otras ideas, como que se puede devolver algo de IVA y un porcentaje se puede depositar en una cuenta personal de ahorro, en principio para la pensión [jubilación].4

Con nuestra solución al IVA lo podemos bajar, reducir la tasa al 20% y generalizarlo. Eso sí, le vamos a cobrar el IVA hasta al agua de los floreros. La otra opción es ponerlo al 21%, pero reservar, por ejemplo, un punto y medio para depositarlo en una cuenta personal de ahorro previsional de quien consume –sea rico o pobre–. Esto es caro; puede ser un poco regresivo porque los que consumen más van a ahorrar más, pero te genera una obligación de ahorro y empieza a morigerar el efecto de las pensiones [en el gasto público].

Si usted es pobre, prefiero que pague [IVA] y después se le compense, porque de eso se trata la inclusión y para ello se necesita un Estado eficaz.

¿Los estados tienen la capacidad para cumplir ese rol?

Sí. Si saben quién es y dónde está [la persona de bajos ingresos para hacer la devolución]. Esa es una de las grandes ventajas del IVA P, que derivan de nuestra estructura económica actual y del avance tecnológico disponible. Recuerde que un país que no conoce a sus ciudadanos más necesitados no puede implementar políticas que los ayuden con eficacia, y eso es un país o Estado fallido.

Pero ningún pobre dejará de ser pobre por una devolución de IVA P.

No dejará de ser pobre, pero con el IVA P se puede morigerar su vulnerabilidad. A ver, ningún pobre dejará de ser pobre por las transferencias –ojalá alcanzara solamente con la fiscalidad– ni ningún rico debe dejar de ser rico por pagar impuestos. Los impuestos son meras transferencias, muy pocos de ellos mejoran la eficiencia y en la mayoría de ellos para implementarlos bien debe procurarse dañarla lo menos posible. Con énfasis digo algo: sin productividad no puede haber redistribución, el que no produce no tiene nada que dar. Como contracara, la fragilidad en el gasto público también es cierta: no se puede financiar todo con más impuestos, deben planificarse objetivos limitados que sean controlados y evaluados, y sobre todo debe haber transparencia en la gestión estatal.

Alberto Barreix.

Alberto Barreix.

Foto: Alessandro Maradei

Entonces, ¿con el IVA P los pobres siempre van a depender de un burócrata que decida darles o no la devolución?

Eso va a pasar siempre. Cuando cobro el IVA también dependo de la tasa que puso un burócrata que está de turno. Pero con el IVA P al menos se asegura que habrá una devolución, que es automática y que está establecida por legislación. La clave en el fondo es la claridad y las estadísticas. Yo voy a saber, por ejemplo, en Uruguay, que el tercer decil consume tanto y entonces le tengo que dar tanto de devolución.

Hay dos reglas no escritas en economía: la primera, en el mercado siempre habrá alguien más astuto que vos y te va a llevar el cliente, lo que aplicado a la tributación es que siempre habrá un evasor ligero que te va a eludir; la segunda, un burócrata siempre puede abusar de su poder. El remedio es una buena institucionalidad fiscal que evite que en ambos casos nos pase dos veces.

¿Cuál es la ventaja de la devolución para la población de menores ingresos?

Que cuanto más pobre sea más lo voy a ayudar con el IVA P, y eso hace aliviar un poco al menos la pobreza. La reducimos en los hechos, porque le damos un ingreso previsible y constante que lleva a la persona a una situación mejor a la que estaba antes del IVA P.

¿Esa plata la podría usar para comprar lo que quisiera o no?

Esa es una discusión que tuvo estancado el trabajo sobre el IVA P por unos meses. Yo soy intervencionista y pienso que le puedo sesgar los bienes y servicios prioritarios que le voy a financiar [a través de la devolución] para que no se lo gaste en whisky; mis coautores preferían libertad de gasto. Yo valoro mucho sus argumentos, pero cuando los recursos son muy escasos hay que fijar prioridades en el gasto.

¿Cuáles son los argumentos para cada posición?

Ellos argumentaban, como buena parte de la literatura, que los pobres tienen derecho a comprarse los championes que quieran, no sólo los baratos. Bárbaro, lo que digo es que hay que pensarlo, porque sí tienen derecho, pero no es la prioridad para que un pobre alivie su vulnerabilidad. Si yo hago todo por factura electrónica y con control, puedo decirle esto es sólo para comida, para artículos escolares o para cierta vestimenta. Pero bueno, por este punto nos podemos pelear toda la vida.

¿Cómo se saldó esa diferencia sobre la devolución condicionada?

No se saldó, y reconozco que en el largo plazo Martín y Jerónimo tendrán la razón de no limitar el tipo de gasto en la transferencia.

En resumen, ¿por qué implementar el IVA P?

Primero, porque devuelve a los pobres, llega a identificar los llamados “pobres invisibles”, y también porque gana en neutralidad y eficiencia ya que todo el mundo va a consumir a la tasa básica [IVA generalizado]. Además, facilita la administración tributaria, porque el IVA P viene en un paquete junto con la facturación electrónica y los controles de bancarización, identificando tanto a quien compra como a quien vende. Por si fuera poco, podemos usar [una parte de la devolución] como ahorro para pensiones, porque a futuro difícilmente será financiable la seguridad social, excepto una parte limitada. Entonces, en el fondo, pagar IVA puede beneficiar a la clase media.

Otra cuestión es que los keynesianos dicen que si estoy en recesión tengo que bajar el impuesto a la renta para que la gente consuma más, y cuando sobrecaliente la economía, volverlo a subir. El problema con eso es que ese impuesto a la renta se paga en el ejercicio siguiente –al otro año–, y capaz que la recesión ya pasó; de alguna manera se llega tarde. En cambio, si sube el IVA P cuando la economía se recalienta, frena el consumo, y si baja la tasa estimula el consumo y la economía. El IVA P podría ser un estabilizador de mayor celeridad y focalización, ya que la imposición a la renta, estabilizador automático por antonomasia, tiene poco poder de fuego fiscal, porque llega tarde –se cobra al año siguiente– y en América Latina apenas alcanza al 30% más rico, y en pocas jurisdicciones.

¿Cómo defendería la implementación del IVA P para Uruguay?

Por todas las razones antedichas, el IVA P puede ser positivo para Uruguay. Hay una cuestión que es decidir qué hacer con el excedente si no se rebaja la tasa básica. Una opción, por ejemplo, sería, siguiendo a [el sociólogo Fernando] Filgueira, arreglar el problema de la primera infancia [con la recaudación que ingrese al generalizar la tasa del IVA]. Sé que alguien me puede responder que siempre todo lo arreglamos subiendo impuestos. Otra opción es rebajar seriamente la imposición a la renta personal, llevándola a niveles cercanos a los de 2007; u otra posibilidad es invertir el excedente en el magro gasto en investigación y tecnología.

Como buen publicano [recaudador de tributos en la antigua Roma], para expiar mis pecados tributarios escribí el primer libro evaluando las reglas fiscales en la región,5 y creo en las más restrictivas de ellas, las de límites al gasto corriente. Por ello insisto con que lo que importa no es sólo el nivel de la tributación –alto en Uruguay–, sino su composición, en buena medida, ineficiente e inequitativa en el país. Eso va a tener que cambiar por el desarrollo digital reciente y los acuerdos comprometidos con 140 países. Pero también es indispensable poner restricciones fuertes al gasto para que sea, al menos, eficaz y probablemente menor en muchas áreas. Una mezcla de difícil logro técnica y políticamente.

¿La devolución que desde 2022 hace el Mides del IVA a quienes cobran asignaciones familiares es IVA P?

Sí. Y le digo más: en Uruguay veo un cierto consenso sobre el IVA P, que va desde [el asesor de Carolina Cosse y exsubsecretario de Economía Pablo] Ferreri al experto tributario del Cinve [Centro de Investigaciones Económicas] Gustavo Viñales, a [el economista y asesor del Frente Amplio] Martín Vallcorba, a Antonio Manzi [director nacional de Transferencias y Análisis de Datos] del Mides, a los técnicos de Cabildo Abierto o [al coordinador del programa de gobierno de Álvaro Delgado, el economista Agustín] Iturralde, así como también otros tributaristas de la actividad privada.

Podríamos pensarlo como una política de Estado transversal al sistema político, que privilegia la policy sobre la politics, y así ver todas las oportunidades que da este instrumento, a diferencia de la imposición a la renta, siempre más conflictiva. De todas formas, al IVA P en Uruguay aún le falta lo más importante: subir las tasas [de los productos que tienen un IVA diferencial, menor al 22%].

¿Ve posible que un futuro gobierno generalice la tasa de IVA?

El IVA P es una tendencia contraria a la llamada tendencia “universal”, que discrimina quién y qué consume mediante la exoneración de bases y varias tasas, que se ha aplicado globalmente. Creemos que es una mejor solución técnica [el IVA P], posible por desarrollo de la digitalización y la provisión de transferencias focalizadas a los grupos menos privilegiados.

Creo que hay que hacer una reforma [impositiva en Uruguay], la presión fiscal está alta, pero hay que cambiar su estructura y hay que distribuir un poco las cargas; y si hay que aumentar la recaudación, se debe hacer solamente con una justificación muy sólida –y complementar con una regla fiscal más dura y comprehensiva–.6 Puedo decir que el culpable sería la gente del Mides o del Cinve, mi amigo Filgueira, que dice que si le doy 0,56% puntos del PIB elimina la pobreza infantil –estoy seguro de que con reformas en Uruguay sacás más, pensando en que el Estado también se achique–. Si la sociedad lo considera prioritario, como yo, que se quede tranquilo Filgueira, que, si queremos, la plata está.

¿Esos puntos a los que hace referencia son lo que se recaudaría de más con el IVA P?

Sí, generalizando las tasas y devolviendo. Jerónimo Roca lo plantea hasta el tercer decil [a partir de ahí no reciben devolución] que es bastante más arriba que la pobreza. Debe recordarse que la pobreza sólo alcanza a poco más del primer decil. Adicionalmente, los cálculos del IVA P se hacen con la encuesta de consumo de hogares y se obvia el consumo público gravado, por lo que la recaudación bruta por IVA P sería mayor.

¿No habría resistencia para equiparar las tasas?

Sí, el IVA P es una tendencia, no un paradigma inamovible. Hay distintas opciones, puede haber alguna tasa menor. Ahora, hay que tener cuidado con los tratamientos diferenciales. Por ejemplo, si se barajara un tratamiento diferencial para la leche porque se consume mucho, está bien. Pero se debe evitar que cada vez que se envía al Parlamento cinco bienes con tasa bonificada, este devuelve 100 tipos diferenciales, por ejemplo, suma la leche chocolatada, la leche vitaminizada, la de consumo de diabéticos o celíacos, y la cortada con fernet.

¿Lo consultaron políticos uruguayos sobre el IVA P?

Sí, me han consultado. No le voy a decir quién, pero he hablado con algunos. Igual, el cierto consenso del que hablo es para una parte, que es el IVA P, pero eso viene con otras reformas en las que no van a estar todos de acuerdo. Pero si logramos acuerdo en este tema, hay que hacerlo porque es importante.

¿Cuál sería el primer paso para avanzar hacia esas reformas?

Hacer callar a Barreix públicamente [risas] y que siga lobbiando por otros cambios fiscales, por ejemplo en renta, patrimonio, transparencia y regla fiscal. Pero también, y con premura, un sistema regulatorio eficaz y unificado y de defensa de la competencia, de los que otras generaciones deberán desarrollar con celeridad y calidad profesional para lidiar con el tsunami tecnológico que nos apremia.

El IVA P en Brasil

En esta tendencia que dice que hay con el IVA P, ¿qué país lo tiene más desarrollado?

Hay varios. En Colombia está en proceso y ya se está devolviendo a unos dos millones de personas; en Ecuador, a los ancianos indigentes y personas con discapacidad; en Bolivia, a los indigentes con la factura electrónica; y hasta en Uruguay, en algunos programas del Mides a hogares de los dos deciles menos pudientes, por citar algunos ejemplos. Los países desarrollados no lo han tomado tan fuerte porque ellos ya tienen otras formas de devolución, aunque algunos ya lo están empezando a hacer de forma indirecta, y también porque su provisión de bienes y servicios sociales es muy amplia y profunda. Igual, recuerde que en Europa cualquier cambio al IVA hay que negociarlo con 27 países, entonces es complicado políticamente cambiarlo.

¿Qué aspectos incorporó la reciente reforma impositiva de Brasil?

En Brasil la reforma tiene devoluciones, es decir el IVA P, tiene IVA dual y tiene otra parte que podríamos llamar una retención de IVA, que se hace por un tema administrativo. Busca evitar la evasión –por ejemplo, la emisión de facturas falsas–; entonces si yo le vendo a usted, de lo que me paga, una parte ya queda en el fisco.

Pero el problema del IVA en las finanzas subnacionales es una lucha enorme, porque Brasil es el único ejemplo en el mundo con un IVA de tres niveles: federal, estadual y municipal. Entonces no sólo había que hacer una reforma del IVA –por sectores económicos y grupos sociales, que es el único conflicto en países unitarios–, sino de las finanzas estaduales. Por ende, se cambió todo el sistema, no fue una reforma, sino dos en una.

En Brasil se trató de ir por el mejor lado, pero no fue fácil porque había que vencer los intereses sectoriales, pelearse con alguien que defiende a los lecheros o a los profesionales. También hubo que luchar contra los regionalismos, porque es como si acá compartimos la recaudación del IVA, pero Maldonado [como departamento que genera más ingresos por su turismo] dice “no, yo quiero quedarme con mi ingreso”. Entonces hubo que cambiar toda una forma de administración.

Téngase en mente que varias naciones unitarias ya cobran un extra de tasa subnacional de impuesto a la renta –empresarial y personal– nacional, por citar los casos sueco y suizo. Quizá en el futuro podamos implementar el IVA dual también en países unitarios, y así hacer más técnicas y transparentes las transferencias a los departamentos, reduciéndolas y aumentando así su responsabilidad fiscal. Cuando una jurisdicción subnacional gasta sus propios impuestos, que pagan sus electores o población, suele ser más frugal y eficiente socialmente que cuando le vienen asignados políticamente por el recaudador nacional. Adicionalmente, estas transferencias vuelven a los gobiernos locales menos soberanos y más dependientes, casi mendicantes.

¿Se generalizó la tasa de IVA en Brasil?

La negociación resultó en tasas múltiples y algunas exoneraciones, pero una base común, lo que repercutirá en tipos más altos para poder mantener el nivel de recaudación de los cinco impuestos sustituidos –es 12,5% del PIB, cuando en Uruguay es algo más del 8%–.


  1. La presión fiscal agropecuaria: una visión macroeconómica. 1987. A. Barreix, C. Bentancur y G. Licandro. Mimeo MEF-DGI. OPYPA actualiza anualmente este estudio bajo esa metodología. 

  2. “Propuestas para la reforma tributaria de 2005”. Informe a la Comisión de Reforma Tributaria del MEF. Julio de 2005. 

  3. Una herramienta para la consolidación fiscal con equidad

  4. Fue propuesto por L. Kotlikoff, G. Lagarda y G. Marin en: A Personalized VAT with Capital Transfers: A Reform to Protect Low-income Households in Mexico. 2023. 

  5. Reglas fiscales resilientes en América Latina. BID 2019. A. Barreix y F. Corrales editores. 

  6. https://www.elpais.com.uy/negocios/noticias/los-padres-del-irpf-en-uruguay-ahora-proponen-una-regla-fiscal. A. Barreix, A. Iturralde y D. Sureda.