El exsubsecretario del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), contador y actual coordinador de la Comisión de Inversiones de la Intendencia de Montevideo (IM) Pablo Ferreri dijo a la diaria que hay que “recomponer” el “círculo virtuoso entre fuerte crecimiento económico y reducción de la desigualdad”, el cual aseguró que está “roto” y advirtió que dicha situación se está “tornando estructural”. “Hace una década que tenemos tasas de crecimiento insuficientes y la desigualdad, luego de una fuerte reducción, está relativamente estancada desde 2014”, argumentó Ferreri.

Por otra parte, consideró que la gestión del actual gobierno liderado por Luis Lacalle Pou ha sido “bastante mediocre” en cuanto a un enfoque de proyecto nacional de desarrollo. “El próximo gobierno heredará una situación económica nada sencilla, lo cual requerirá una agenda muy potente para volver a poner a Uruguay en la senda del desarrollo”, agregó.

En ese sentido, señaló que las dificultades en materia económica son los “bajos” niveles de crecimiento, la tensión fiscal, el atraso cambiario y la pérdida de competitividad, así como amenazas externas a los regímenes de promoción de inversiones y “problemas estructurales” en materia social.

“Hay que revertir las políticas que está llevando adelante este gobierno, pero no alcanza tampoco con hacer exactamente lo mismo que venía haciendo el Frente Amplio. Para obtener resultados diferentes hay que hacer cosas nuevas. Se requiere un proyecto nacional de desarrollo, de bienestar colectivo, que debe tener como pilares fundamentales el impulso de crecimiento mediante el fomento de la inversión productiva, tanto de bienes como de servicios, la redistribución de la riqueza en aras de mayores niveles de igualdad y cohesión social y una agenda de más y mejor ejercicio de derechos mediante la provisión de bienes y servicios públicos de calidad y con carácter universal. Esto debe ir acompañado de la mano con algo que quizá en 2005 no tenía tanto énfasis, pero que ahora es absolutamente central, y eso es la sustentabilidad medioambiental”.

¿Qué evaluación hace de la gestión del gobierno?

En materia económica, la gestión ha sido bastante mediocre en cuanto a un enfoque de proyecto nacional de desarrollo. El próximo gobierno heredará una situación económica nada sencilla, que requerirá una agenda muy potente para volver a poner a Uruguay en la senda del desarrollo.

Las dificultades en materia económica se manifiestan en diversos planos. Bajos niveles de crecimiento, tensión fiscal, atraso cambiario, pérdida de competitividad y amenazas externas a los regímenes de promoción de inversiones. Esos desafíos económicos se complementan, además, con los problemas estructurales en materia social que enfrenta nuestro país. Niveles intolerables de pobreza infantil, niveles de desigualdad que están creciendo, necesidad impostergable de mejora sustantiva en la calidad de la educación, déficit de vivienda digna, 200.000 uruguayos que están viviendo en asentamientos y paupérrimos niveles de inversión en ciencia y tecnología, entre otros.

Como síntesis, podemos decir que el círculo virtuoso entre fuerte crecimiento económico y reducción de la desigualdad que se dio en los gobiernos del Frente Amplio está roto y hay que recomponerlo. Está roto quizá no de manera coyuntural, sino que se está tornando estructural. Hace una década que tenemos tasas de crecimiento insuficientes y la desigualdad, luego de una fuerte reducción, está relativamente estancada desde 2014.

En este período de gobierno hemos visto, con la publicación de los datos de 2023, cómo la pobreza, sobre todo la pobreza infantil, y la desigualdad no sólo están estancadas, sino que han crecido.

¿Cómo se podría recomponer este “círculo virtuoso de crecimiento con equidad” que usted señala?

Creo que tenemos que tomar acciones tanto del lado del crecimiento como del lado de la igualdad, y tenemos también que hacer un diagnóstico objetivo. Ya hace una década que crecemos a tasas muy esmirriadas y también hace una década que los guarismos de desigualdad y pobreza están relativamente estancados. Por supuesto que hay que revertir las políticas que está llevando adelante este gobierno, pero no alcanza tampoco con hacer exactamente lo mismo que venía haciendo el Frente Amplio en los últimos años. Para obtener resultados diferentes hay que hacer cosas nuevas. Hay que tener en ambos planos una agenda muy fuerte.

Entonces, para recomponer ese círculo virtuoso, entiendo que se requiere un proyecto nacional de desarrollo, de bienestar colectivo, que tiene que tener como pilares fundamentales el impulso de crecimiento mediante el fomento de la inversión productiva, tanto de bienes como de servicios, la redistribución de la riqueza en aras de mayores niveles de igualdad y cohesión social, y una agenda de máximo y mejor ejercicio de derechos mediante la provisión de bienes y servicios públicos de calidad y con carácter universal. Y esto debe ir acompañado de la mano con algo que quizá en 2005 no tenía tanto énfasis, pero que ahora es absolutamente central, y eso es la sustentabilidad medioambiental. Creo que ese proyecto nacional de desarrollo es lo que nos permitirá trabajar en los dos pilares clave, que son el crecimiento y la igualdad.

¿Qué acciones o qué medidas se podrían tomar desde el Estado para impulsar las inversiones?

Este tema está dentro de lo que es una potente agenda de crecimiento. Para Uruguay es imperioso crecer. En la última década ha crecido a tasas apenas superiores al 1% anual, lo que no permite financiar un Estado de bienestar como el que los uruguayos queremos y nos merecemos.

Tenemos que tener un plan de trabajo a largo plazo para asegurar tasas de crecimiento mayores al 3% de manera sostenible en el tiempo. Eso tiene que ser una prioridad nacional. Y en esta materia el gobierno central ha estado omiso.

Una de las cosas que desde el gobierno se remarcan mucho es que se ha fomentado la inversión. ¿Qué piensa sobre esto?

Sí, en los primeros años, o por lo menos en 2021, 2022 y 2023, claramente los volúmenes de formación bruta de capital fijo mejoraron por herencias que dejó el Frente Amplio. Más que de herencia maldita hay que hablar de herencia bendita. Por ejemplo, lo que ha sido la inversión más grande de la historia de Uruguay, como es UPM 2, y las inversiones en infraestructura asociadas, como el Ferrocarril Central, que han sido parte sustantiva de la explicación de los mejores niveles de inversión.

Pablo Ferreri.

Pablo Ferreri.

Foto: Mara Quintero

Uno de los puntos de la agenda de crecimiento es la política de promoción de inversiones, tanto pública como privada. Y podemos decir que la política de promoción de inversiones en Uruguay está amenazada por los cambios tributarios globales. Todos los gobiernos han utilizado de alguna manera como política de Estado los beneficios tributarios para promover las inversiones. Y todos esos regímenes hoy están cuestionados por, por ejemplo, la imposición de impuestos a la renta corporativa mínima global. Por lo tanto, todos estos regímenes deben ser repensados, y este gobierno no ha fomentado una discusión al respecto.

Yo diría que la agenda para elevar las tasas de crecimiento en el mediano y largo plazo tiene que tener como objetivo ampliar y potenciar nuestra matriz productiva, impulsando aquellos sectores con mayor valor agregado, es decir, reduciendo la primarización de nuestra matriz productiva.

En síntesis, esta agenda de crecimiento para mí debería radicar en algunas áreas centrales. Como te decía, la elección de sectores productivos en los que Uruguay tenga ventajas competitivas y que sean dinámicos, generadores de empleo y derrame.

En segundo lugar, es fundamental para Uruguay mejorar el capital humano con mejores políticas educativas. Ya en este rubro el gobierno ha tratado de hacer una reforma sin recursos y de espalda a los docentes, lo cual es una receta perfecta para el fracaso.

En tercer lugar, mejorar el potencial físico con inversiones públicas y privadas en infraestructura. Esto es fundamental para potenciar y mejorar el desempeño de largo plazo de la economía. Como he mencionado, otro punto es la activa política de promoción de la inversión, la inserción internacional, y esto va más allá de los tratados; hay acciones unilaterales para promover un Estado más ágil y eficiente que facilite la vida de los exportadores.

Otro punto es la mejora de la productividad, debemos fomentar una discusión muy a fondo. Y otro tiene que ver con los aspectos vinculados con la promoción y defensa de la competencia en los mercados. Esto es claro para un país pequeño como Uruguay. A su vez, otro asunto que entiendo central es que Uruguay tiene que tener un plan agresivo de innovación, ciencia y tecnología, del cual hoy carece por completo. Este es un aspecto central a la hora de hablar de una agenda de crecimiento.

Cada uno de estos puntos requiere obviamente acciones estructurales cuyos efectos generalmente se dan a mediano y largo plazo, pero hay acciones que tenemos que tomar para generar efectos más rápidamente, porque hay que trabajar ahí con acciones que van a tener resultados con distintos horizontes temporales. Esta diría que puede ser una hoja de ruta para una potente agenda de crecimiento.

¿Y en materia de equidad?

En materia de desigualdad tenemos que atender la situación en distintos planos. Tenemos la desigualdad territorial, por un lado. Uruguay, a pesar de ser un país pequeño, tiene realidades territoriales muy diferentes que requieren obviamente respuestas distintas. No es lo mismo la zona sur, la costa, que el litoral, o que la zona norte o el centro del país. Por eso se requieren políticas aterrizadas a las realidades territoriales.

“Uruguay tiene una infantilización de la pobreza que es lacerante, que va en contra del sentimiento que tenemos en general los uruguayos, pero también es una restricción hacia el desarrollo gigantesca. No podemos hablar de un país que aspira al desarrollo con un 20% de pobreza infantil”.

En segundo lugar, tenemos una fuerte desigualdad de género, que también tenemos que atender con políticas específicas. Y, en tercer lugar, debemos atender lo que tiene que ver con la desigualdad generacional. Uruguay tiene una infantilización de la pobreza que es lacerante, que va en contra del sentimiento que tenemos en general los uruguayos, pero también es una restricción hacia el desarrollo gigantesca. No podemos hablar de un país que aspira al desarrollo con un 20% de pobreza infantil.

La eliminación de la pobreza infantil tiene que ser una prioridad absoluta del próximo gobierno. Veo con beneplácito que hoy por hoy prácticamente todos los precandidatos de todos los partidos políticos están hablando de priorizar la pobreza infantil, y yo creo que eso es muy bueno, no recuerdo campañas anteriores en que todos hayan puesto este énfasis.

Si bien todos hablan, las credenciales con que cada uno lo hace son diferentes. Hay que ver qué hizo cada uno cuando estaba en el gobierno para dedicarle prioridad a este tema. Cabe recordar que hoy la pobreza infantil se encuentra en el entorno del 20%; cuando asumieron los gobiernos del Frente Amplio, la pobreza de cero a seis años en Uruguay se acercaba al 60% y en 2019 ya estaba en el entorno de este 20% que tenemos hoy. Por lo tanto, el Frente Amplio tomó medidas proactivas que colaboraron con una reducción de casi 40 puntos de la pobreza infantil.

Creo que tenemos sobradas credenciales para proponerle a la ciudadanía un plan integral de reducción de la pobreza infantil y ser exitosos en su aplicación. Yo creo que, en materia de pobreza infantil, más allá de hablar de niños en situación de pobreza, tenemos que pensar en los hogares donde viven esos niños, y, por lo tanto, la acción que se requiere es multidimensional. Eso tiene que ver con transferencias económicas, pero también con oportunidades de capacitación, de formación y de acceso a empleo de los padres de esos niños pobres.

Tiene que ver también con las políticas de salud, de vivienda, del sistema de cuidados. Requiere un abordaje muy eficiente y coordinado de las distintas políticas públicas. Creo que esa mejor coordinación es una materia de la cual tenemos que aprender de los errores cometidos en el pasado para ser verdaderamente eficaces y eficientes.

Por ejemplo, en cuanto a las transferencias económicas a estos sectores vulnerables, hoy podemos ver que tenemos distintos sistemas de transferencias que no siempre dialogan de la mejor manera entre sí, y por lo tanto habría que repensarlos, unificarlos y además extenderlos; aproximadamente un 25% de la población que debería recibir estas transferencias hoy no las recibe. Por lo tanto, allí hay mucho para repensar y para hacer.

¿Qué acciones hay que emprender en materia de infraestructura?

Este tema en muchos casos tendrá que ver con la construcción obviamente de infraestructura pública, como puede ser completar una densa red ferroviaria para bajar los costos logísticos, o la inversión en mayor generación de energía si queremos avanzar en la movilidad eléctrica. O tiene que ver también, por ejemplo, con aumentar o mejorar los esquemas asociados a la inversión privada, por ejemplo, en materia de riego. En esta materia, la situación de los productores es heterogénea, dado que hay productores muy pequeños que no podrán hacer inversiones privadas y por lo tanto hay que pensar en esquemas asociativos, o donde también haya una colaboración desde lo público, y luego también esquemas de fomento a la inversión privada en cuanto al uso y acceso al agua con fines productivos.

Quiero remarcar la necesidad de un fuerte plan de innovación, ciencia y tecnología. Hoy en Uruguay se invierte muy poco en estos aspectos, dado que estamos en un 0,4% del PIB, cuando los países desarrollados o que avanzan hacia el desarrollo invierten en el entorno del 2%. Pero además en Uruguay no sólo tenemos un problema del escaso monto, sino también de sesgo. Prácticamente esa inversión es toda pública, es prácticamente nula la inversión en innovación, ciencia y tecnología en el sector privado. Pensemos, por ejemplo, cuántos doctores en Ciencia trabajan hoy en el sector privado; son muy pocos.

La inversión pública es baja y ocurre básicamente en la academia, y está muy bien que sea allí, pero también tiene que estar en el sector productivo público; por ejemplo, en las empresas públicas tenemos que armar esquemas que permitan la inversión en innovación, ciencia y tecnología. Debemos tener un aterrizaje mucho más concreto en el mundo productivo de la inversión en estos aspectos.

¿Y cómo se encuentra la situación fiscal en Uruguay?

Tanto para poder llevar adelante la agenda de crecimiento como para poder tener un plan sostenible de mejora de la desigualdad se requiere como condición absolutamente básica el orden macroeconómico y fiscal. No hay proyectos de desarrollo que prosperen en el desorden. La situación fiscal va a estar tensionada.

Este gobierno hizo un importante ajuste fiscal que, a diferencia de lo que prometió en campaña, recortó aspectos muy sensibles, como por ejemplo los salarios, las pasividades y las inversiones públicas. Yo recuerdo haber escrito una columna en 2020-2021 que hablaba de un ajuste de mala calidad, porque al ser sobre estos aspectos podían pasar dos cosas: o que ese ajuste se revirtiera y por lo tanto volviera a subir el déficit fiscal, o que los uruguayos se tuvieran que acostumbrar a niveles más bajos de salarios, pasividades y de inversiones.

Ha ocurrido lo primero; cuando se empezaron a revertir esos ajustes, cerca del ciclo electoral, ha comenzado a subir el déficit fiscal. Si bien ha habido alguna mejora, no es sustantiva, y, por lo tanto, deja una tensión fiscal para el próximo gobierno que además del déficit tendrá que afrontar una deuda pública diez puntos del PIB superior a la que había en 2019. Y eso, de la mano de un fenomenal atraso cambiario que ha hecho perder mucha competitividad en 24 meses consecutivos.

El sector agropecuario, fruto de la sequía, ha aumentado la deuda en un 40% en los últimos dos años. Si bien por ahora no ha aumentado la morosidad, esta es una situación que hay que mirar con mucho detalle. Pero más allá de esto, para poder llevar adelante esta ambiciosa agenda para recuperar el círculo virtuoso de crecimiento e igualdad, se requiere como pilar fundamental el orden macroeconómico y fiscal. Y a su vez también la estabilidad institucional y la imagen del país. Yo creo que hay aspectos, como el avance del narcotráfico y el debilitamiento de los controles en Uruguay, que debemos revertir rápidamente para no perder imagen y captar inversiones serias y de calidad.

Hoy vemos cómo en nuestro país la flexibilización en determinados controles y en determinados requisitos ha favorecido un ambiente más propicio para el lavado de activos. Recordemos que gracias a la LUC [ley de urgente consideración] se pueden realizar transacciones en efectivo por hasta 150.000 dólares. Vemos cómo prácticamente se realizan muy pocos reportes de operaciones sospechosas fuera del sistema financiero. Tenemos también importantes problemas de control en el puerto. Por lo tanto, hay mucho para hacer en materia del control del lavado de activos en nuestro país para frenar el avance del narcotráfico, porque, por un lado, genera violencia, como estamos viendo en los barrios, pero también perjudica la imagen internacional de Uruguay.