La comunidad científica ha alcanzado un amplio consenso con relación a la magnitud y gravedad de la crisis ecosocial que atraviesa el planeta. Las evidencias son contundentes: hemos superado los límites planetarios en varias de las dimensiones consideradas,1 no está claro que podamos alcanzar el objetivo de no superar el 1,5 ºC de aumento de la temperatura,2 y la pobreza y la desigualdad siguen creciendo.3 Pensar que la economía puede seguir expandiéndose y que haciendo lo mismo que se ha hecho desde mediados del siglo XX hasta ahora se puede contribuir a evitar un colapso civilizatorio es, en el mejor de los casos, una ingenuidad.

En el ámbito académico y político se discuten los distintos enfoques para enfrentar la crisis ecosocial. Uno de los debates gira en torno a las ventajas prácticas y la solidez conceptual de los enfoques caracterizados como “decrecimiento” y “crecimiento verde”.4

El decrecimiento plantea que los países más ricos abandonen el paradigma del crecimiento del PIB y reduzcan la producción innecesaria, centrándose en la satisfacción de las necesidades humanas.5 El crecimiento verde promueve mantener la expansión económica, pero con un impacto ambiental cada vez menor.6 Las herramientas a usar y las acciones a promover desde estos dos enfoques no son necesariamente excluyentes (por ejemplo, en ambos casos el desarrollo de fuentes de energía alternativa a las fósiles es central). La diferencia sustantiva es fundamentalmente ideológica.

En un artículo publicado recientemente en la diaria, Alessio Terzi, uno de los principales críticos de la idea del decrecimiento, descalifica este enfoque. En su artículo descarta que el decrecimiento pueda contribuir a la solución de los problemas.

Según Terzi, “los obstáculos políticos que enfrenta el movimiento del decrecimiento son irremontables”. La alternativa que promueve es “redefinir y reorientar nuestros patrones de crecimiento hacia la sustentabilidad, para que podamos reconciliar el deseo persistente de consumir más con el imperativo de tomar decisiones más ecológicas”. Esto se basa en una confianza absoluta en que “los avances tecnológicos, la energía renovable y un cambio hacia una economía circular ofrecen maneras de alinear el progreso económico con la protección ambiental”.

El artículo de Terzi refleja una posición ideológica (el crecimiento verde o el acuerdo verde liberal, AVL), impulsada fundamentalmente por sectores de la derecha europea y por los demócratas norteamericanos, que se basa en una reformulación de premisas neoliberales. Su discurso incluye, entre otros, supuestos y afirmaciones tales como:

  • El crecimiento económico es indispensable para reducir la pobreza.
  • El cambio climático es una externalidad que el mercado puede solucionar.
  • Sin crecimiento el desempleo inevitablemente aumentará.
  • La gente no está dispuesta a renunciar a un estilo de vida basado en el uso intensivo de energía.
  • El crecimiento del PIB sigue siendo la mejor manera de medir el desarrollo.

Uno de los aspectos centrales del AVL es plantear que “no hay alternativas” racionales al capitalismo. La idea del decrecimiento (una denominación poco feliz, reemplazada a veces por la de prosperidad)7 promueve una transformación profunda de los sistemas de producción y consumo. Una propuesta que está en línea con las recomendaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático y de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas, desde donde se indica que para enfrentar el cambio climático es necesaria una transformación radical de los sistemas de producción y consumo. Las políticas que sustentan este enfoque combinan los aspectos sociales y ambientales e incluyen:8

  • La reducción de la producción innecesaria o menos necesaria. Esto incluye, en primer lugar, reducir la producción de combustibles fósiles, pero también cuestiones tales como modificar la manera en que se producen los alimentos, reducir la producción de bienes suntuarios y material bélico y terminar con la obsolescencia programada.
  • Expandir, universalizar y “desmercantilizar” los servicios públicos (desde educación y salud hasta vivienda y cuidados).
  • Expandir el empleo en áreas asociadas a transiciones socioecológicas justas, tanto en aspectos vinculados a la producción de energías sostenibles como a la producción de alimentos a través de prácticas agroecológicas.
  • Reducir el tiempo de trabajo mediante reformas de la duración de la jornada laboral o la baja de la edad jubilatoria.

Los promotores de estos programas no plantean que el decrecimiento global equivalga a decrecimiento generalizado en todos y cada uno de los países. De hecho, en el Sur global la expansión de servicios públicos o infraestructura sostenible puede implicar un aumento local en el consumo de recursos y energía. El decrecimiento es percibido como “antisistema”, en tanto y en cuanto plantea un fuerte cuestionamiento al capitalismo y al sesgo clasista y neocolonial que está implícito en las alternativas del tipo del AVL.9

Los cuestionamientos más fuertes a un modelo de decrecimiento se vinculan con la financiación de una transición de este tipo en el Sur global y con la viabilidad política de estos planteos. Respecto del primer aspecto, Jason Hickel, en su libro The divide,10 documenta claramente que los países periféricos no requieren “ayudas” de los centrales, sino que solamente es necesaria la eliminación de los mecanismos de expoliación asociados a las asimetrías en el comercio mundial, la regulación de paraísos fiscales, la limitación al flujo de capitales, la reducción de la deuda externa y los condicionamientos económicos y políticos impuestos por los organismos multilaterales de crédito, entre otros.

Darle viabilidad política a este modelo es un desafío a múltiples niveles, desde lo local a lo global. Un cambio que, sin duda, implica toma de conciencia, modificar correlaciones de fuerza, construir alianzas con una visión internacionalista, promover la diversidad de visiones, un fuerte apoyo en la Ciencia y formas más radicales de democracia que le den voz y capacidad de decisión a los sectores populares. Sin duda, un camino difícil, pero de ninguna manera un “callejón sin salida” como plantea Terzi.

José Paruelo, investigador principal referente del INIA. Profesor titular en IECA-FCIEN, Udelar, y Fauba, UBA. Investigador superior del Conicet (Argentina). Miembro de la Academia Nacional de Ciencias, Argentina.


  1. Richarson et al. 2023. “Earth beyond six of nine planetary boundaries”. Science, 9 (37) doi.org/10.1126/sciadv.adh2458 

  2. bbc.com/future/article/20231130-climate-crisis-the-15c-global-warming-threshold-explained 

  3. jasonhickel.org/blog/2021/2/21/is-the-world-poor-or-unjust 

  4. Kallis, G et al. 2024. “Perceptions of degrowth in the European Parliament”. Nature Sustainability, 7: 64-72. doi.org/10.1038/s41893-023-01246-x 

  5. Likaj, X, Jacobs, M & Fricke, T. 2022. “Growth, degrowth or post-growth? Towards a synthetic understanding of the growth debate”. Forum New Economy ideas.repec.org/p/agz/bpaper/2202.html 

  6. Ídem. 

  7. Valladares, F. 2023. La recivilización. Desafíos, zancadillas y motivaciones para arreglar el mundo. Ediciones Destino. Madrid. 

  8. Hickel, J. “The Double Objective of Democratic Ecosocialism”. Monthly Review, 75 (4). monthlyreview.org/2023/09/01/the-double-objective-of-democratic-ecosocialism 

  9. Saito, K. 2020. El capital en la era del Antropoceno. Penguin Random House. Buenos Aires. 

  10. Hickel, J. 2018. The divide. Penguin Random House. Londres.