Formada en ingeniería eléctrica y luego especializada en problemas de desarrollo, Judith Sutz dejará a fin de año su puesto como coordinadora de la Unidad Académica de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Universidad de la República (Udelar), que ocupa desde 1992. De todos modos, seguirá vinculada a sus campos de especialidad a través del programa del espacio interdisciplinario “Ciencia, tecnología e innovación para un nuevo desarrollo”.

Sutz concedió una entrevista extensa a la revista Lento, en la que contó sobre sus años de militancia estudiantil en la década de 1960, su exilio en Buenos Aires durante la “primavera democrática” de 1974, su posterior radicación en Venezuela junto a su esposo, el exrector de la Udelar Rodrigo Arocena, y su regreso al país tras la caída de la dictadura cívico-militar.

En el intercambio, Sutz también habló del lugar de la investigación en Uruguay, de las políticas de investigación en la Udelar y de los cruces entre género y carrera académica.

El legado de la pandemia

El sector productivo uruguayo no realiza tanta investigación como el de muchos otros países. Para Sutz, esto tiene que ver con la estructura productiva del país, que no requiere “conocimiento de punta que apunte, a su vez, al cambio como elemento que retroalimenta la economía de la propia empresa”.

Pero, a su vez, Sutz menciona la interferencia de un “imaginario tecnológico desvalorizante”. “Por supuesto que la industria uruguaya requiere conocimiento, pero muchas veces lo compra afuera, cuando lo podría comprar adentro, y sobre todo lo hace el Estado, más que el sector privado. Eso se debe a una cuestión más profunda: la de creer que ‘nosotros no podemos, nosotros no sabemos, vamos a comprarles a los alemanes, a los suecos’. Es una profecía autocumplida. Si una cosa tiene cualquier país altamente industrializado, como lo tuvo Corea, que explica su proceso, es ‘lo voy a hacer yo, aunque me cueste más caro, aunque me lleve más tiempo, porque es la manera en que voy a aprender a hacerlo cada vez mejor’. Cuando no tenés eso metido en la cabeza y no querés pagar los costos del aprendizaje, entonces estás frito y vas a ser subdesarrollado por el resto de tus días”, afirmó.

“Uruguay supo resolver problemas complejísimos de manera distinta a como lo hacen los que tienen mucha plata, y eso lo demostró la pandemia de manera maravillosa, y sin embargo no estamos orgullosos de nosotros mismos. El imaginario tecnológico desvalorizante, además de ser una postura político-cultural, es una postura que no está basada en los hechos, es injusta, invisibiliza razones para el orgullo que deberíamos tener. Eso es muy frustrante”, opinó Sutz.

Para la académica, se corre el riesgo de que se desacumule lo demostrado por los investigadores científicos locales durante la crisis sanitaria. “Para pensar el problema tenés que preguntarte qué fue lo realmente estructural que pasó para que cambiara, qué fue lo que hizo ese cambio imponente que hubo en la pandemia. Dos cosas: uno, la imposibilidad de hacer otra cosa, porque era o no hacer nada o hacer esto; comprar no se podía, porque acapararon todo. La urgencia, entonces. Segundo: la precisión de la demanda. ‘Necesito hisopos, necesito kits de diagnóstico, necesito ventiladores para CTI’. Estaba clarísima la lista de necesidades urgentes, se pusieron los recursos y las cosas se hicieron. ¿Va a haber urgencia después de la pandemia?”.

“Yo digo: los gurises que están malnutridos, la falta de saneamiento, las casas en condiciones innobles, todos los problemas asociados a la disrupción social, ¿son acaso menos urgentes que la pandemia? No. Se requiere conocimiento, sin duda. Ahora, o sos indiferente o lo resolvés comprando afuera, o no validás el carácter urgente que tiene un conjunto de demandas. Entonces, no sé si se va a poder. No sé si se va a volver a lo de antes. Por otro lado, es bueno que se entienda que se pudo dar respuesta a la pandemia porque hubo una investigación de primer nivel capaz de responder, y no era solamente investigación aplicada, era investigación básica que se hizo en muy malas condiciones por falta de presupuesto durante décadas. Entonces, la idea de que no nos podemos dar el lujo de tener ciencia básica… bueno, señores, miren la pandemia. ¿Habrá realmente una revisión sobre lo que fuimos capaces de construir y por eso pudimos responder? ¿Podremos apoyarnos en eso para ir a más? Si eso se hiciera, las cosas podrían cambiar, porque capacidad para dar una respuesta hay. No soy muy optimista, pero unos cuantos vamos a seguir machacando con el ejemplo de la pandemia”.

Género y carrera académica

Acerca de la lógica del tránsito académico y su interferencia con la vida familiar, que afecta especialmente la carrera de la investigadoras, Sutz dijo que “hay una situación de prejuicio respecto de la capacidad intelectual de las mujeres, instalada en una sociedad en la que es bastante natural que ello ocurra, porque ¿para qué estamos hablando todo el tiempo de patriarcado?”.

Específicamente, Sutz se refirió a la manera en que los sistemas de evaluación generan situaciones injustas: “Hay gente que dice que las mujeres no pueden escribir el mismo número de papers que los hombres, porque en edad reproductiva... Y si no es por edad reproductiva será por otra cosa, pero la carga de cuidados está absolutamente mal distribuida, lo cual es estrictamente cierto. Creo que tenemos que tomar eso en cuenta; como yo no sé cómo hacer para que las parejas de las mujeres académicas se porten mejor de lo que se portan, puedo ayudar por lo menos a generar situaciones como la famosa licencia parental y otros mecanismos que se puedan dar. Lo que se llama stop the clock: no te evalúo si tuviste familia, te evalúo más tarde para darte más tiempo. Mecanismos hay muchísimos. Yo digo, bien, hagámoslo, pero para mí no alcanza, porque el problema de fondo es otro. El problema de fondo es que la manera en que estamos haciendo ciencia destruye la vida de hombres y mujeres. Y no hay ninguna necesidad. Creo que lo que hay que hacer no es tanto preguntarse cómo las mujeres podemos hacer ciencia como los hombres, sino cómo podemos hombres y mujeres hacer otra ciencia de otra manera. Esa es la verdadera pregunta que hay que hacer. Si lo hacemos de la otra manera nunca vamos a llegar, porque cada vez va a venir un requisito más para que vos puedas distinguir quién es más competitivo que quién, y en esa guerrita, de alguna manera, como la identidad absoluta en la carga no va a poder existir, las mujeres van a seguir. Para que las mujeres puedan hacer lo que importa, que es hacer la mejor ciencia que puedan, hay que cambiar la manera de hacer ciencia, y para eso hay que cambiar el sistema de evaluación. Es más fácil hacer la revolución socialista que cambiar el sistema de evaluación”.