Txus Morata García es doctora en Pedagogía por la Universidad de Barcelona y diplomada en Magisterio por la Universidad Autónoma de Bellaterra. Dentro de sus principales líneas investigativas, que tienen como base fundamental a las infancias y adolescencias, está lo comunitario, el ocio educativo, la educación 360: una educación que, en sus palabras, “va mucho más allá de lo que es el ámbito escolar”, sino que prevé “interconectar todos los sistemas”.

Desde España, la doctoranda arribó a Uruguay y brindó, el pasado jueves, una conferencia en la Universidad Católica titulada “Ecosistemas Educativos: Colaboración entre Escuela, Comunidad y Agentes de Ocio Educativo”. En este marco, también conversó con la diaria sobre qué implica esta educación y qué incidencias tiene en las distintas poblaciones.

Es que, según Morata García, la educación desde el ámbito 360 “es una mirada que es un paradigma de educación”, en el que la niña o el niño “está en el centro de la acción, y desde ahí también todos los sistemas que se conectan para trabajar mejor: la escuela, el ocio educativo, las actividades culturales, la recreación”. En tanto, asegura que es necesario un “planteamiento político”, los suficientes “recursos”, para que los propios educadores tengan formación que solidifique una “mirada de transversalidad”, más “holística”, más “ecosistémica”.

Para la filósofa, la “ciudad educa”, y junto a la transversalidad, “significa que todos somos corresponsables de esa perspectiva de trabajo educativo”, que tarde o temprano, hará que quienes participen de estas experiencias “pasen por muchos recorridos, por muchos espacios, que socialicen más e interconecten más con todo lo que es el ámbito ciudad”.

¿Qué implica esta conjunción entre el ocio y lo educativo? porque se tiende a vincular el ocio con el tiempo muerto o libre.

Desde esta perspectiva es un ocio que fundamentalmente tiene una intencionalidad educativa, no es solo un ocio para “pasar el tiempo”, sino que educa. Por tanto, detrás hay unos aprendizajes, investigaciones y evidencias que nos están mostrando que quienes pasan por experiencias de ocio, los niños y adolescentes, al final también mejoran las competencias académicas y de ocupabilidad. El mundo del ocio promueve fuerte la formación para el trabajo en equipo, la elaboración de proyectos e iniciativas.

Por otro lado, hay un aprendizaje de la participación social y política: las investigaciones sobre todo científicas nos han mostrado que los niños que pasan por todo esto cuando son jóvenes, su implicación en la política y en la participación ciudadana es muy fuerte. Al menos tienen muchas más garantías y han hecho aprendizajes importantes. A su vez, el ámbito del ocio es un cohesionador de sociedades, de comunidades. Es decir, cuando hay intervenciones de ocio en un barrio, también hay una repercusión de mejora de la comunidad, porque ha activado procesos, dinámicas y ha puesto en marcha proyectos intergeneracionales e interculturales.

Has dicho que habilita la creación de sociedades más justas e igualitarias. ¿Cómo?

Por un lado, el paso de estos niños y jóvenes por experiencias planificadas, intencionalmente educativas, hace que los mismos niños y jóvenes vayan haciéndose conscientes y sensibles ante las realidades sociales, comunitarias y cívicas. También el ocio tiene una parte de asociacionismo muy fuerte, que hace que conciban a la sociedad de forma comprometida, porque tienen que instrumentarse mucho en cómo elaborar proyectos, cómo hacer cosas a nivel de voluntariado social, cómo intervenir en la comunidad.

Por otro lado, este ocio también aborda a las familias: indirectamente están ahí. Promueve que las propias familias tengan que encontrarse, que haya procesos de interconexión y de apoyo mutuo, y esos también son factores de cohesión social en una comunidad. Por último, la misma dinámica de este ocio que promueve también procesos de participación, a la larga está generando cohesión que promueve apoyo social. En Cataluña, que tenemos mucha población migrante, los espacios de ocio educativo están siendo espacios de gran factor de cohesión social, porque aproximás a las familias a estos centros y les hacés interactuar, esto va promoviendo que muchas culturas diversas se junten y que necesidades educativas y sociales se encuentren. Y muchos de los jóvenes que han pasado por procesos de asociacionismo juvenil son gente que después a nivel político ejercen liderazgos importantes.

¿El abordaje se adecua a la persona o la persona debe adecuarse al abordaje?

Hay dos ideas en este tema. Es importante promover que haya personas o dinamizadores que están accediendo a poblaciones donde no les es fácil conocer este tipo de actividades. Esos dinamizadores locales son interconectores con la comunidad, que ayudan a hacer, en poblaciones migrantes, por ejemplo, conexiones con estas familias o niños que vienen de otras culturas y que puedan acceder a este tipo de actividad.

Hay unos paradigmas que han cambiado y están cambiando pero hay una realidad en la que todavía faltan recursos e incluso cambios formativos, de los propios profesionales.

También hay otros programas, como desde el mundo sanitario, en el que los propios agentes de salud, médicos y enfermeras, trabajan jóvenes o niños que tienen ciertas patologías o situaciones de enfermedad, y son conectores con las experiencias de ocio educativo, porque son espacios de no aislamiento, de convivencia, de relación, de todo lo que significa el ocio como espacio de socialización. Por tanto, hay una parte que ayuda a conectar a personas que a lo mejor no accederían a estos espacios de ocio, para que se incorporen dentro de la comunidad. Y por otro lado, también está la propia importancia que las comunidades, en muchos casos activas, también han producido esas experiencias de asociacionismo, de voluntariado y de actividad de ocio y de recreación, que son también las que están conectando con los sistemas. Viene de los dos lados: lo que las organizaciones proponen y lo que la propia ciudadanía por necesidades o por trayectoria ha promovido.

Uno de los puntos principales que has planteado es que el trabajo comunitario es un eje central para la reinserción de las personas privadas de libertad. ¿Qué implica esto y cómo posibilita la reinserción?

Dentro de lo que son los centros penitenciarios tenemos dos modelos: uno es el modelo muy tradicional, que es el punitivo, que vas a cumplir la pena y no hay ocio posible ni tampoco modelo educativo. Esto existe en muchas de las prisiones. Pero también hay un avance muy importante, hemos hecho algunos estudios de casos de éxito de modelos educativos penitenciarios, que la persona interna tiene que pasar por procesos educativos. Entonces desde las propias cárceles se tiene que ofertar diferentes programas que hagan que esta persona pueda recuperarse para una mejor reinserción social. Son pocos estos centros penitenciarios, pero sí es importante que estén habiendo estas experiencias, que se dicen de éxito porque la reincidencia es baja y la reinserción es alta. Esto es posibilitado a través de actividades educativas que pasan por lo laboral, lo formativo y el ocio, y los educadores sociales, psicólogos y otros profesionales trabajan de forma interdisciplinar. Si se aprende a vivir el ocio de otra forma les puede ayudar a la incorporación e inserción social cuando salen de prisión.

Si es un ocio sencillamente para pasar el tiempo, no es educativo; es educativo cuando hay también cierta intencionalidad y aprendizajes.

En las cárceles del país prevalece el ocio sin actividades, el estar dentro de las celdas durante la mayoría del día. A su vez, hay una escasez de oferta y dificultad de acceso a la educación formal y no formal. ¿Cómo les afecta este ocio que no va de la mano de lo educativo?

En muchas prisiones -que no podemos decir que son modelos penitenciarios educativos, al final no dejan de ser prisiones que hacinan- es el patio donde tú sales y te relacionas, pero no hay nada de intervención que te movilice otros intereses. Por eso también es importante en estos modelos la figura del especialista y educadores especialistas, no solamente organizaciones sociales, porque el ocio o la recreación desde esta perspectiva requiere especialización, entonces precisa de figuras profesionales que estén trabajando dentro del ámbito penitenciario, porque son quienes van a hacer procesos también educativos más intencionales.

Si es un ocio sencillamente para pasar el tiempo, no es educativo; es educativo cuando hay también cierta intencionalidad y aprendizajes, por ejemplo con el deporte, que puede ser para el beneficio personal a nivel de salud, pero también puede haber actividades de deporte de grupo, donde se relacionan internos de diferentes prisiones y todo eso al final acaba siendo educativo. El ámbito artístico también está dando resultados interesantes en estos ejemplos “de éxito”, porque movilizan muchas experiencias personales, a través de la poesía, de la escritura, el teatro, la música. Es decir: son actividades culturales, de ocio, que están dando oportunidades de comunicación y también de que a la salida puedas quedarte conectado con experiencias de ese tipo.

Mencionaste la importancia de lo interdisciplinario. ¿Cómo aporta la fusión de las distintas profesiones?

Cada vez la realidad es más compleja y requiere de una educación holística y de intervención global. Lo interdisciplinar es la superación de lo multidisciplinar, porque lo “multi” es la suma de profesionales que ante situaciones concretas se juntan, coordinan, y en esa coordinación hacen lo mejor posible para que no haya solapamientos. Lo “inter” es que la mirada esté en el caso. A la persona le pasan cosas y de ahí todos los profesionales se ordenan y cooperan para que ese caso tenga las salidas y respuestas necesarias; ese es el proceso más interesante de trabajo, porque ya no es que nos sumamos para coordinar, sino que cooperamos para que ese caso pueda avanzar.

En poblaciones más vulnerables, de exclusión social, este tema es muy clave. Porque si no, un niño o familia que tiene un problema, al final tiene que pasar por 14 ventanillas para contar su vida. Trabajar en clave interdisciplinar implica que la estructura se ordena para dar respuesta a tus necesidades y que tú no tengas que estar pasando por todos esos espacios. Hay otro paso más, que es la superación de lo interdisciplinar y es la transdisciplinariedad, que sería incluso generar un conocimiento conjunto de todas las profesiones. Se trata de casi una superación de las disciplinas: soy educadora pero tengo un saber terapéutico aunque no sea mi especialidad, entonces nos compaginamos y juntos en esos saberes hacemos nuevos saberes y conocimientos. Creo que ese es un camino mucho más serio a seguir trabajando, pero sería el camino.

Hay muchas personas, más que nada niños, niñas y adolescentes en situaciones de fragilidad, para los que el tema del acceso al ocio todavía es un futuro posible pero no es una realidad.

¿La educación 360 tiene espacio para desarrollarse?

Desde la realidad de Cataluña sobre todo y un poquito de la europea, diría que estamos en unos procesos de cambio. No podemos decir que no se ha hecho nada, hay aspectos en los que se está avanzando mucho. En Cataluña, por ejemplo, todo el tema del ecosistema educativo ya es una realidad, hoy no lo puede cuestionar nadie. Que la educación es ciudad, ecosistema, que tiene que estar articulándose y que las poblaciones también más marginales y con dificultades de exclusión social tienen que trabajar desde la interdisciplinariedad, es una realidad, pero está como un reto. Sobre todo porque hay muchas personas, más que nada niños, niñas y adolescentes en situaciones de fragilidad, para los que el tema del acceso al ocio todavía es un futuro posible pero no es una realidad.

Entonces: aquí hay un reto todavía muy importante, porque hay un ecosistema que trabaja en ello pero también hay mucha población fuera de ese sistema y que requieren de planteamientos políticos que lo hagan posible, como el sistema de becas, de ayudas, de universalización. Diría que hay unos paradigmas que han cambiado y están cambiando pero hay una realidad en la que todavía faltan recursos e incluso cambios formativos, de los propios profesionales. Y un tema que a mí me preocupa mucho es que hay que invertir recursos a nivel de investigación y en evaluaciones de impacto, para medir la repercusión y beneficios que estas experiencias producen.